- Adiós al cowboy
- Heath Ledger, tras su muerte, tiene todos los puntos para convertirse en leyenda
- La Vanguardia, 2008-01-26 # Martina Klein
Ante todo sé que no tengo vela en este entierro. No conocía personalmente a Heath Ledger, ni siquiera sé bien cómo se pronuncia su nombre, pero su muerte me apena y, aunque a nadie le importe, estoy con el dolor de su familia.
En mi foro interno sé que mi pésame no es por el joven australiano sino por otro al que se le parece mucho. Uno que conocí en un cine hace justo dos años con el que sí que intimé y me hizo cómplice de su historia de amor, y lloré a su lado lágrimas que él nunca vio. Nuestra relación no fue recíproca. Es a lo que uno se arriesga cuando va al cine y termina entregando el corazón.
El hombre al que lloro su muerte era de costumbres sencillas, parco en palabras, y vestía vaqueros y sombrero de cowboy. Se fue a un pueblo en busca de trabajo y se enamoró del hombre con quien compartía empleo en la montaña, sin poder comprender lo que le recorría el cuerpo en su presencia, ni el vacío que le ahogaba en su ausencia. Un hombre que tuvo que esconder sus sentimientos al mundo porque ni el mundo ni él mismo estaban preparados para aceptar esa relación prohibida por homosexual. Pero nunca pudo dejar de amar y esa fue su condena.
Ennis del Mar es quien ha sido encontrado muerto en Manhattan y con este trágico suceso vienen a mí las escenas de la maravillosa película de Ang Lee, y dejo que se desgarre mi pena hacia un desconocido bajo los acordes de la canción que compuso para la ocasión Gustavo Santaolalla.
Mire a donde mire aparece la labor de los guionistas, que mantienen su huelga en Hollywood porque el monstruo cinematográfico no les reconoce ni les recompensa por cosas como éstas: que cuando muere un actor, el mundo llora la pérdida de quien vistió un buen guión. Guión que, además, fue premiado con un Oscar.
El joven al que encontraron muerto no es de las montañas de Wyoming sino de Australia, y no se ganaba la vida como pastor de ovejas sino como actor, para lo que derrochaba un gran talento. Muere con 28 años, la mítica edad en la que murieron Jim Morrison, Jimie Hendrix y Jannis Joplin, y siendo una joven promesa del cine, como James Dean, Marilyn Monroe y River Phoenix. También rodeado de misterio y con muchos indicios de que fuera un cóctel de drogas, antidepresivos y somníferos lo que acabó con su vida.
Tiene todos los números para convertirse en leyenda, pero, ¡maldita sea!, ya los tenía para serlo en vida, y eso es algo que medio mundo, su familia y sus amigos pero, sobre todo, su hija pequeña, nunca le perdonaremos. Al menos es lo que yo siento como amiga no correspondida. Que sí, que ya lo sé. Por mucho que llorara y llore por él, o por quien me hizo creer que era, nadie me ha dado vela en este entierro.
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