2008/03/08

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  • El sexo de las letras
  • El peso femenino en la literatura, tanto en lo referente a la crítica como a la gestión y decisión, resulta todavía muy escaso
  • Ideal, 2008-03-08 # María Bengoa

Se imaginan que la sección de Deportes de un periódico en la que protagonistas de noticias y lectores son abrumadoramente masculinos fuera dirigida y comentada sólo por mujeres? Difícil pero no imposible. Las de moda, con mucho más público femenino, están con frecuencia en manos expertas masculinas. Hoy, con los diseñadores y modistos punteros del mercado, sería fácil formar un equipo de fútbol.


Bueno, pues en el mundillo literario, más de lo mismo. ¿O es más de los mismos? Basta echar un vistazo por librerías y bibliotecas o frecuentar el transporte público para comprobar quién lee más. Un reciente estudio del Gremio de Editores lo corrobora. Tampoco parece despreciable que informes de educación, estudios sobre el cerebro de hombres y mujeres o estadísticas y test de inteligencia abunden en la idea de que la capacidad verbal de las mujeres suele ser superior a la de los hombres. No es despreciable, pero, en el ámbito de las decisiones de la letra impresa, sucede como en los demás patios de la casa de cada cual: llueve masculino.


Allí donde se ventila qué se publica, donde alguien firma o se critica qué textos son mejores, en las páginas que se comentan libros, películas, teatro, música, fútbol lo que sea, allí hay una mirada experta de hombre diciéndonos qué tenemos que pensar y elegir. Si se trata de juzgar los merecedores de un premio literario el jurado será mayoritariamente de hombres; en el de los galardonados, sin embargo, la pareja varón heterosexual-varón gay arrasa en los últimos tiempos en sustitución del clásico hombre premiado-mujer finalista.


«En la SGAE no pude hacer nada. En buena parte, por ser mujer». Las palabras de la dramaturga Ana Diosdado al dejar su cargo como presidenta de la Sociedad General de Autores y Editores en declaraciones a 'XL Semanal' el 10 de febrero, les sonarán a muchas. En la revista, Diosdado responde a Virginia Drake: «He terminado lo que ellos llamaron mi 'mandato' sin mandar nada. Todas las iniciativas que intenté las frenaron».


Banco de pruebas
Hay acuerdo en que en las secciones de Cultura de los periódicos han aterrizado siempre muchas mujeres, becarias y recién licenciadas, sobre todo. Según Inés García-Albi, autora del libro 'Nosotras que contamos. Mujeres periodistas en España' (Plaza & Janés) la sección se ha considerado una de las marías del periodismo y «ha sido un banco de pruebas para el mando femenino».


Aún hay nombres de críticas literarias indiscutibles en el país, como Mercedes Montmany, con presencia en jurados y asociaciones de críticos; pero se echa en falta a Mª José Obiol, Ana María Moix, Nora Catelli, la lexicógrafa Lola Beccaria y tantos nombres de mujeres que frecuentaban las páginas de libros como críticas (de esta última, Jorge Herralde dijo que escribía «pequeñas joyas».) Es posible que ellas y tantas otras se hayan cansado de que sólo les encarguen libros de mujeres como si en su mente lectora no hubiera sitio para más.


Un rastreo personal de la sección de la revista 'Qué leer', 'El canon de ', que permite descubrir títulos desconocidos, da el siguiente saldo: entre los doce preguntados hay cinco mujeres. Pero, mientras todas ellas citan a una, dos, o tres autoras (la que más cuatro) de entre sus diez títulos preferidos, cuando se llega a ellos siete, las mujeres casi no existen.


En el canon de las mujeres escritoras aparecen los cuentos de Grace Paley, la gran Mercé Rodoreda con 'La Plaza del Diamante', la deliciosa 'Dama extraviada' de Willa Cather (la encontrarán en los clásicos de Alba), 'Ancho mar de los Sargazos' de Jean Rhys, 'La cabeza cortada' de Iris Murdoch y 'Al Faro' de Virginia Woolf, entre otros títulos excelentes. En el canon de cinco hombres no aparece ningún libro debido a una autora, aunque hay algún anónimo y hasta un diccionario de la Lengua.


Sin reciprocidad
Casi seguro gracias a alguna diosa femenina el australiano Peter Carey -dos veces ganador del Booker- cita entre los elegidos de su canon, casi en último lugar, 'Escapada' de Alice Munro. Esta autora, que se mueve en la estela de Flannery O'Connor, acaba de publicar 'La vista desde Castle Rock' lo más parecido a una autobiografía, como siempre en RBA, y es para algunas voces cualificadas de la crítica mundial el mejor escritor vivo del ámbito anglosajón. Sí, he dicho el mejor, no la mejor.


También es la única mujer que ha obtenido (2005) el Premio del Reino de Redonda, el de Javier Marías. Además, suena para el Nobel. Un gran lector y articulista como Muñoz-Molina escribió hace años sobre su prosa: «Su naturalidad es tan perfecta, sus personajes parecen tan comunes, que no siempre se advierte la magnitud de su talento».


Así pues, las mujeres que leen también leen sobre todo a hombres; pero no sólo a ellos. Sin embargo, esto no es exactamente recíproco. En fin, son sólo algunos datos, cifras sobre letras que disuaden de lo muchísimo que invade la letra femenina los estantes de novedades. Un libro que Laura Freixas publicó hace años en Destino, 'Las mujeres y la literatura', desmonta el camelo que hay detrás de esa gran apuesta femenina del mundo editorial que nadie ha visto. Cualquier solapa de últimos títulos publicados (da casi lo mismo de qué editorial) les demostrará el bluf.


Tampoco en las revistas literarias las cosas son de color rosa para las féminas; aunque la muy leída y amena 'Qué leer' (portada rosa chicle y la bellísima Audrey-Holly de 'Desayuno en Tíffanys') dedica en marzo un gran reportaje central a 'Prostitutas y amantes en la literatura'. El mes pasado ofrecía un reportaje sobre las 'Mujeres fatales' y en portada aparecía la autora J.K. Rowling, obviamente excluida del colectivo citado, y una llamada 'Mujeres espía, las agentes secretas más seductoras'. Ellos sí que lo tienen claro.El 'staff' de este periódico es abrumadoramente masculino, como el de otros de muy distinta línea editorial.


Catálogo editorial
Beatriz de Moura, el mejor editor de este país de los últimos cuarenta años con permiso de Jorge Herralde, y Esther Tusquets (editora de Lumen) lo habrán tenido muy difícil entre tanto hombre, seguro; pero su catálogo sólo habla de sus méritos y los acrecienta.


Respecto a las revistas literarias y adyacentes, señalen todas las cabeceras que quieran, más o menos especializadas. Aunque no hayan visto los créditos pueden apostar sin riesgo a que en ellas quienes deciden y firman masivamente son hombres. Después comprueben. Es un axioma.


La paridad que ha llegado a las aulas universitarias y al Congreso, ni roza de lejos el mundo de las letras, donde más que oler a cerrado huele a testosterona. En los consejos de dirección no deberían descartar que la ventilación llegue con un soplo de pensamiento femenino. Impreso.

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