2008/06/28

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  • 30 AÑOS DESPUÉS, KALEA GEUREGANATZEN
  • EHGAM-DOK, 2008-06-28 # Coordinadora del 28 de Junio: ALDARTE, BIZIGAY, EUSKAL HARTZAK, EHGAM, HEGOAK, MASS-MEDEAK, Y QUEER EKINTZA

Cuando en 1895 Oscar Wilde fue juzgado, condenado y, a la postre, destruido por su relación homosexual con Lord Alfred Douglas, se alzó una bandera en la lucha por nuestra dignidad.


Allá por 1917, la periodista y escritora Carmen de Burgos, reflejó en sus novelas las pluralidad sexual que ella veía en su época y dedicó su atención a las mujeres y sobre todo a las lesbianas, el único sector que había osado transgredir todas las reglas sexuales. Por la misma época, entre los suspiros de uno de sus personajes, Federico García Lorca parece que quería inspirarnos en un día como hoy, proclamando que en la bandera de la libertad bordó el amor más grande de su vida.


Del holocausto nazi, de los miles de mujeres y hombres asesinados por sus opciones sexuales, se alzó, en su honor, las banderas de los triángulos rosa y negro.


En 1969, maricas, travelos, transexuales, chaperos, putas y bolleras decidieron dar el paso de salir del Stonewall Inn y marchar orgullosas a conquistar las calles. Luchaban por conquistar nuestra libertad sexual. Ellos y ellas nos legaron la bandera del arco iris.


La letra lambda, el arcoíris, el doble gameto, la doble hacha o el triángulo rosa y negro. Todas éstas son nuestras banderas.


Fue en 1977 cuando el movimiento gay lésbico convoca la primera manifestación por las calles de Bilbao para reivindicar nuestros derechos, manifestación que fue brutalmente disuelta. No lo dudemos: la historia es el esfuerzo del espíritu por conseguir la libertad.


Cien, cincuenta, treinta años después, sus luchas siguen siendo las nuestras. Las de todas aquellas personas que ansiamos que nuestros espacios públicos sean ejemplos de libertad y respeto, donde se visibilice la pluralidad vital de la sociedad, y donde todas podamos ser lo que queramos sin que nadie, y menos el estado con sus leyes, nos diga en dónde, cómo, cuándo y con quién tenemos que estar.


Cien, cincuenta, treinta años después, sigue habiendo desigualdades en cómo somos construidas sexualmente las personas según nuestro género, etnia, capacidad funcional, enfermedad y riquezas. No nos engañemos: añadir todavía los vocablos mujer, transexual, inmigrante, negra, mayor, pobre, sida y discapacitado al vocablo homosexual significa un plus más de silencios, de discriminaciones y de estigmatización. Conseguir las libertades, dependiendo de qué condiciones, significa realizar más esfuerzos añadidos.


Hoy, de nuevo, tenemos que lanzarnos a reivindicar diferentes espacios de libertad. Razones no nos faltan en este empeño.


Reivindicamos nuestras múltiples sexualidades como un espacio de libertad. Las relaciones intergeneracionales cada día están más perseguidas social y penalmente, despertándonos un día sí y otro también con más que dudosos éxitos policiales y mensajes mass-media que confunden la práctica de una sexualidad con el abuso, el asesinato y la delincuencia sexual.


Casi veinte años después de que la OMS sacara la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas, todavía seguimos asistiendo a intentos, desde el ámbito científico por buscar explicaciones biologicistas a la homosexualidad y lesbianismo. La pasada semana, hemos conocido la noticia de la existencia un estudio de científicos suecos en el que se determina cómo es el cerebro de las lesbianas y los gays. ¿Qué nos aporta esto a la hora de vivir nuestra sexualidad?


Reivindicamos nuestro propio cuerpo como un espacio de libertad. La transexualidad no es un trastorno mental, como tampoco lo fue en su día ni la homosexualidad ni el lesbianismo. Exigimos la retirada de las clasificaciones de trastornos mentales (DSM y CIE) de la transexualidad. La decisión de lo que somos o no somos no compete ni a la clase médica, ni psicológica, ni política, sino a las propias personas protagonistas, que hoy por hoy tienen que padecer injustamente los avatares de diagnósticos que no debieran existir.


Hoy, os animamos a que, sin retroceder un milímetro en la defensa de nuestros derechos, sigamos haciendo uso de la calle, de nuestros cuerpos, y de nuestros deseos. Hacemos nuestras estas palabras: Bienvenido sea el caos, porque es síntoma de libertad.

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