2008/07/23

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  • La deshonra de los que aparentan
  • El Diario Montañés, 2008-07-23 # Leticia Mena

A estas alturas de la vida creo que lo de menos es ser homosexual, transexual o heterosexual. Lo que debería importar a esos que se llevan las manos a la cabeza y critican por lo 'bajinis', es si Fulanito es buena persona o no. Eso, al fin y al cabo, es lo que nos hace humanos. De nada sirve que un hombre o una mujer que se dicen 'normales', vayan dando 'coces' a las buenas personas que han encontrado la felicidad amando a alguien de su mismo sexo. No se es más persona por estar casado y tener hijos, si a éstos o a los de enfrente no se les respeta.


Y todo esto viene a colación de la situación que atraviesa un matrimonio de Santander de esos de toda la vida que aparentan ser lo que no son. Pero la seriedad y rectitud que siempre han mostrado de puertas hacia fuera, se les ha ido al garete al saber que uno de sus hijos ha 'cruzado de acera' y que vive feliz con su pareja en otra ciudad. Se fue de aquí porque tenía miedo de ser juzgado y después de años de mentiras ha decidido venir a pasear su amor por El Sardinero. Además, el viaje serviría para contar a su familia sus grandes logros profesionales.


Pero los padres del joven en cuestión no sólo le han despreciado y amenazado con dejarle sin más herencia que un saco de gritos, sino que lo más suave que le han dicho es que se avergüenzan de haberle tenido y se arrepienten de haberle dado la mejor educación para esto. A la madre, por lo que me cuentan, le dio un ataque de ansiedad, y al padre se le agravaron sus problemas coronarios («Con lo delicado que está», le riñen sus hermanas). Menudo disgusto. Menuda deshonra. Mejor hubiera sido tener en casa a un 'palanca' de los que viven de sus padres hasta que lo hacen de sus hijos. Mejor hubiera sido tener un hijo que se casara con 'Menganita' de la familia de los 'Citanitos' con la que nunca podría llegar a ser feliz porque eso sólo lo saben ellos. Lo que fuera antes de tener un hijo homosexual. Dónde vamos a parar. Y después de dejar a su hijo y a su pareja con las maletas en la puerta y el corazón encogido, este matrimonio se apresuró para no llegar tarde a misa de siete y media.

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