2008/07/11

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  • Marlaska y las Pegamoides
  • El País, 2008-07-11 # Ruth Toledano

La otra tarde entré en el bar del hotel Óscar y me lié a bolsazos con mi amigo Alfonso. Como era Orgullo yo iba con el petardo subido, toda orgullosa y algo sobreactuada, y a mucha honra. Nos encanta el Óscar porque es como una cafetería de toda la vida pero en marica, es decir, diseño en blanco y neones, música lounge y enorme cristalera a la plaza de Vázquez de Mella. Los camareros te tratan como a una dama: de alta cuna de ático de Chueca pero de baja cama, como tiene que ser. Naturalmente, al fondo hay una pista.


El caso es que cuando Juan, Poca y yo nos sentamos, besos y risas mediante, Nacho me dijo que en la mesa de al lado estaba sentado Marlaska. Entre nosotros: lo que realmente me dijo es que había leído mi nombre en los labios del juez. Así que me sentí doblemente orgullosa, porque para mí Marlaska es el juez más Grande. Yo soy muy despistada y no le había reconocido ni al pedir en su mesa la silla en la que me senté, pero le admiro. Es de justicia. Porque es el primer juez que se ha declarado gay públicamente; es decir, que ha salido del armario homófobo. Lo cual es admirable a título personal, pero además reconcilia bastante con nuestro tiempo.


Creo que el juez Grande-Marlaska llevaba bermudas beis y una camiseta blanca. No lo digo por cotillear, sino porque me gustan los jueces que se toman algo una tarde de Orgullo en Chueca y en bermudas. Significa que la sociedad ha cambiado mucho y para bien. Y tampoco lo digo por frivolizar, sino porque para llegar hasta ahí, hasta esa tarde apacible y un poco petarda, ese señor en T-Shirt ha pagado un peaje, como él mismo lo definió en una de las escasas entrevistas que ha concedido, con el único objeto manifiesto de ayudar a otros gays a sentirse mejor. Por ejemplo, chavales que viven en pueblos pequeños y pueden llegar a pasarlo muy mal. No porque se considere modelo de nadie, dice, sino porque puede ser útil si alguno piensa: "Mira, ese tío del que hablan tanto los periódicos también es así, entonces lo mío no será tan raro, no será tan malo". La utilidad y la fuerza del referente.


El juez Grande-Marlaska, de brillante carrera profesional y familia convencional, dijo que era homosexual y después se casó con Gorka. El peaje al que se refería fue alto, principalmente porque su sinceridad y su valentía, esa digna coherencia personal, le alejaron de su familia. Pero le convirtió en un buen juez: ¿qué clase de justicia puede impartirse desde la mentira y la cobardía, desde la indignidad de la propia ocultación? Y el juez Grande-Marlaska se convirtió también en un buen gay: el que asume la responsabilidad política, social y solidaria de su verdad. (Y además recuperó después a su familia original).


El lema del Orgullo 2008 ha sido Por la visibilidad lésbica. Los colectivos han apoyado la necesidad de ese reconocimiento a las mujeres homosexuales que forman con los hombres homosexuales parte del movimiento de liberación gay. Así que fueron al Congreso de los Diputados y leyeron un manifiesto reclamando la visibilidad de las lesbianas. Y fue importante el recibimiento de Bono y hubo merecidos parabienes para Zapatero. Pero ni Bono ni Zapatero son lesbianas. La visibilidad de las lesbianas, a estas alturas, necesita de las lesbianas y es a ellas, más que a nadie, a quien hay que reclamársela. Porque, ¿dónde está la lesbiana diputada, la lesbiana actriz, la lesbiana catedrática, la lesbiana presentadora de televisión, la lesbiana militar, la lesbiana jueza? No digo doscientas lesbianas juezas. Digo una. ¿Dónde está la lesbiana jueza Marlaska?


Ni siquiera en el año de la visibilidad lésbica ha aparecido una sola lesbiana de las que salen en los periódicos y podrían hacer tanto por las chavalas lesbianas que lo pasan mal en los pueblos pequeños. ¿Por qué ninguna lesbiana que sea un personaje público reconocido está dispuesta a pagar el peaje de coherencia y solidaridad que han pagado los hombres homosexuales? ¿Es que sigue sirviendo la excusa de la doble discriminación, de la vulnerabilidad histórica de las mujeres, de su inseguridad profesional, económica y social? No.


Ya hay mujeres con poder, mujeres con reconocimiento social y mediático, y muchas son lesbianas. Pero no salen públicamente del armario. Ni una. ¿Por qué? ¿Qué temen las lesbianas? Las bisexuales no servimos, pues para los heterosexuales no pasamos de ser más que una suerte de curiosidad pornográfica y para las propias lesbianas no llegamos a ser auténticas lesbianas. ¿Entonces? Pues que seguirán escribiendo la historia los hombres, heteros o gays. Y las mujeres pegaditas a ellos, como pegotes. Con mujeres valientes y militantes trabajando y luchando, pero sin nombres propios. Y lo que la historia recordará será, no nos extrañe, algo así como a Marlaska y las Pegamoides.

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