2008/08/03

> Elkarrizketa: Pedro Cahn > "TENEMOS QUE PENSAR EN UN PLAN B PARA PARAR EL SIDA SIN VACUNA"

  • Pedro Cahn · Presidente del Congreso y de la Sociedad Internacional del Sida (IAS)
  • «Tenemos que pensar en un 'plan B' para parar el sida sin vacuna»
  • «Con el preservativo pasa como con el cinturón de seguridad, que no lo recomendamos a los peatones, sino al que se sube al auto»
  • El Correo, 2008-08-03 # Fermín Apezteguia · Bilbao

La lucha contra el sida no es sólo un reto sanitario de primer orden. Es también el mejor medidor de la humanidad de las personas. En poco más de 25 años, la enfermedad se ha transformado en termómetro de la solidaridad internacional, del compromiso individual y de la capacidad de cada uno de aceptar la diferencia. Hoy, México se convierte en el primer país de América Latina que recibe la Conferencia Mundial del Sida, «el evento más grande del mundo relacionado con la salud».


En los próximos días, médicos e investigadores unirán sus voces a las de pacientes y activistas, a las de enfermeras, farmacéuticos y psicólogos, a las de los representantes de la industria, las finanzas y la política para hacer algo más que conocer los últimos avances en prevención, terapias y vacunas. Juntos hablarán también de economía, pobreza, inmigración, rechazo, de la necesidad, en suma, de intentar un mundo diferente, preferiblemente mejor. Al frente de todos ellos figura Pedro Cahn, un médico argentino que preside el congreso y dirige la sociedad internacional que lo promueve, la IAS. Su diagnóstico tiene forma de advertencia: «Cada vez corremos más rápido, pero estamos más lejos de la meta».


-¿Qué podemos esperar de este nuevo Congreso Mundial del Sida?
-Mire, nos hemos fijado una serie de objetivos para el año 2010. Ya el pasado mes de junio, la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el Sida, en la que participé, analizó el alcance del progreso. Evidentemente estamos avanzando, pero lo estamos haciendo a un ritmo demasiado lento.


-¿Qué se está haciendo mal?

-Cada vez corremos más rápido, pero estamos más lejos de la meta. La situación requiere un mayor nivel de compromiso político, mayor nivel de decisión para poner los recursos necesarios para frenar la epidemia.


-El lema '¡Acción Universal, ya!', ¿es un tirón de orejas para los países ricos?
-De algún modo sí, porque muchos de ellos no han cumplido con el compromiso de contribuir de acuerdo a su capacidad con el Fondo Global de Naciones Unidas contra la Tuberculosis, el Sida y la Malaria.


-¿Es posible frenar el avance de una enfermedad tan compleja como el sida en países con administraciones corruptas, sistemas sanitarios deficientes, especialistas que buscan una oportunidad en el Norte...?

-Evidentemente, la inmigración de cerebros y todo eso no favorece a nadie. Pero es interesante ver cómo el modelo del sida, el hecho de recolectar fondos a nivel internacional, de dirigirlos hacia programas específicos, ha contribuido a fortalecer sistemas de salud. En todo caso, si me permite...


-¡Claro, claro...!
-¿Qué sentido tiene sancionar a los habitantes de un país con un Gobierno corrupto? Sería tanto como decir 'tienes un ministro o un presidente delincuente, no te mandamos terapia antirretroviral'. No, no, no, no. Hay que enviarla, hacer las auditorías que sean necesarias y denunciar todo incumplimiento.


-Al hablar de sida, la mayoría tiende a pensar en África y, si no, en homosexuales. ¿Hasta qué punto el virus es una amenaza para todos en nuestro medio?

-El 70% de los casos se localiza en el África subsahariana. También es cierto que en España, como en Europa Occidental y América Latina, los hombres que tienen sexo con hombres son una proporción importante de los nuevos casos. Pero la población donde el sida se extiende más rápido es la heterosexual, especialmente entre las mujeres.


«No vale negarse»
-¿Hablamos de usted?
-Sí, ¿por qué no?


-¿Qué le llevó a hacerse cargo de los pacientes con sida?
-Fueron unas circunstancias fortuitas. En 1978 terminé mi formación como médico infectólogo y comencé a atender pacientes con compromiso inmunológico. Eran sobre todo pacientes con leucemias, inmunocomprometidos con la quimioterapia. Cuando comenzaron a aparecer los primeros casos, me los derivaron.


-¿Y aceptó sin rechistar?

-Elegí seguir adelante, lo mismo que otros colegas decidieron no hacerlo. Me pareció que no podía negarme. Comencé casi como por curiosidad. Vivía la fantasía de todo médico: poder atender un par de casos de una enfermedad rara y publicarlo en una revista importante. Los acontecimientos me fueron llevando y aquí estoy.


-¿Conoció a médicos que se negaron a atender pacientes?
-Por supuesto. Yo digo que no es obligatorio que todos los médicos se dediquen a hacer medicina del VIH. Y si un cirujano o un odontólogo se niegan a operar a un paciente con VIH, tienen derecho a hacerlo; pero lo que no pueden es seguir trabajando.


-¿Aún los hay?

-Si eres médico y dices que te da miedo la sangre de un paciente es como si eres bombero y te niegas a atacar un incendio porque te da miedo el fuego. Lo que yo digo es 'bien, estás en tu derecho, pero deja el uniforme de bombero y que otra persona de la sociedad ocupe tu lugar'.


Penar la transmisión
-¿La discriminación es una enfermedad con cura?
-La discriminación es un objeto que vuelve. Cuando uno discrimina no sólo hace algo malo desde el punto de vista ético, sino que inconscientemente también está contribuyendo a la expansión de la epidemia.


-¿De qué manera?
-Le pongo un ejemplo. Un paciente acude a las Urgencias de un hospital y no le atienden porque dice que tiene VIH. Le vuelve a ocurrir y a la tercera va y ya no dice nada. Otros muchos, que saben lo que ocurre, se plantean: 'si me van a discriminar, ni siquiera me hago la prueba'. Los que discriminan cometen no sólo una falta ética y de humanidad, sino que ayudan a que la epidemia se expanda más todavía.


-¿La apertura de un debate sobre la penalización de la transmisión del VIH no favorece el estigma?

-Al contrario, lo que queremos es contribuir a desestigmatizar todo esto. Cuando hablamos de sexo consentido por ambas partes hablamos de hacer un llamamiento a la responsabilidad compartida. El que no tiene VIH es tan responsable de cuidar su salud como el que lo tiene.


-¿Está fallando la prevención?
-Efectivamente. Necesitamos generar todos los recursos y variantes posibles para unos criterios de prevención amplios, que incluyan desde elementos biomédicos a otros que tienen que ver con el comportamiento.


-¿Las iglesias, especialmente la católica, con importante peso en América latina, colaboran lo que deben?

-El mensaje de la Iglesia católica que promueve la abstinencia no me molesta en absoluto. Si la gente siguiera esa recomendación, nosotros no tendríamos mucho trabajo, ni con el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual ni con los embarazos no deseados. El tema es que la gente no la sigue.


-¿Entonces...?
-Para la gente que no se abstiene, el preservativo es la única barrera eficaz que nos permite afrontar este problema. Nosotros no recomendamos el uso del cinturón de seguridad a los peatones. Ahora, si usted se va a subir a un auto, mejor que se lo ponga, ¿verdad?


-¿Están los tratamientos tan avanzados que poco más podemos esperar de ellos?

-No, no. Tenemos ya 25 medicamentos antirretrovirales; más de la mitad surgidos en los últimos cinco años. El avance ha sido muy importante, pero confiamos en la aparición de drogas que nos ayuden a perfeccionar los actuales esquemas de terapia.


-Hace dos años, en Toronto, una investigadora del Instituto Pasteur dijo que faltan 100 años para la vacuna. ¿Es usted igual de pesimista?
-No puedo decirle cuánto falta, ni siquiera si vamos a tenerla. Está puesto en cuestión. A veces, con cierta ironía amarga digo que somos consistentes en el mensaje: hace una década decíamos que faltaban diez años y hoy seguimos diciendo lo mismo...


-¡Malas noticias!

-No es por mala voluntad ni por falta de recursos en la investigación de la vacuna. Este es un virus marcadamente dificultoso para diseñar una vacuna.


Papel de la industria
-¿Será posible parar la pandemia sin una vacuna?
-Creo que tenemos que comenzar a pensar en un 'plan B' para parar la pandemia sin una vacuna. Es posible que no la podamos obtener.


-¿Cómo se convence a la industria para que invierta en vacunas con un panorama así y con lo que factura en antirretrovirales?
-Ese no es el problema. Esa mirada conspirativa que a veces uno escucha es muy sencilla de responder. Imagínese que fuera accionista de una empresa en condiciones de fabricar una vacuna. ¿No lo haría?


-¡Visto así...!

-Tendría millones de clientes, organismos internacionales dispuestos a comprársela. Porque, además, una vacuna no resolvería el problema de los 40 millones de infectados de hoy. Esas personas seguirán necesitando tratamiento. Y otra cuestión que voy a aclararle, la vacuna se está investigando fundamentalmente desde instituciones académicas. Si no surge, créame, es por las dificultades que hay para obtenerla.


-¿Por qué cree que se recordará 'México 2008'?

-Queremos contribuir a poner América Latina en el mapa. De tanto hablar de que África es el continente más afectado, que lo es, muchas veces América Latina queda postergada del análisis. América Latina no es el continente más pobre, pero sí el más desigual. Cada vez son mayores las diferencias entre los que más ganan y los que menos y eso hace que las epidemias se concentren cada vez más en los sectores más pobres.

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