- La rifa y la teta
- La realidad está llena de operaciones de aumento de pecho, y también de rifas, bingos y sorteos
- El País, 2008-11-22 # Pedro Ugarte
Una mujer puede sentirse tan ajena a estas zozobras como un hombre a las que afectan al alargamiento de pene, pero no podemos descartar que algunas personas hagan de estos dilemas el centro de su sistema filosófico y moral. Pues bien, de pronto, y como si no tuvieran otra cosa que hacer, el Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat y el Ministerio de Sanidad anuncian sanciones contra los animosos promotores del sorteo. Pero la amenaza de propinar un palo burocrático no surge de ningún interés objetivo: la amenaza es ideológica. La amenaza, en fin, es un ejercicio de policía política, control social e intromisión en la vida privada.
¿Qué razón asiste a esos tipos para imponer a nadie su universo moral? Asombra que en este país, paladín del laicismo, la laicidad, la laicización, la laicitud y la laicolatría; en este país que exige de la autoridad una completa neutralidad frente a todas doctrinas, los detentadores del poder no se sientan aludidos cuando se trata de las suyas. La hipocresía que subyace a este fenómeno denuncia la vocación totalitaria del feminismo institucionalizado, que impone su escala de valores y condena la más tímida operación desviacionista. No tolera ningún modelo de conducta que afee su paisaje moral.
Es un debate parecido al que suscita la prostitución, una de las bestias negras de esa ideología. No era ayer cuando dejó de ser delito, en algunos lugares, la práctica de la homosexualidad, aún en el ámbito privado, y ahora nuevos doctrinarios deciden que el intercambio de sexo por dinero es condenable. Quizás deberían aprender que existe alguna diferencia entre eso que a ellos no les gusta y eso que deberían tolerar.
Hace unos años una congregación de monjas o un impetuoso párroco habrían denunciado la inmoralidad de esa rifa mamaria. Y los mismos que hoy prohíben la tómbola habrían respondido, muy airados, que esa gente no tiene derecho a imponer su moral a los demás. Pero algunos compartimos el principio de que nadie tiene derecho a imponer su moral a los demás; y lo hacemos hasta el punto de no bajar la voz frente a esa grotesca dictadura de seres tronantes que atiborran su discurso de tecnicismos psicologistas e imponen penitencias psicosexuales, obligan a los leguleyos a perpetrar aberraciones gramaticales y exigen a la ciudadanía una diaria, sórdida y asfixiante introspección en busca de algo sucio.
La policía política que se está construyendo desde el poder debería asumir este principio elemental: lo que hagan personas mayores de edad, no incapacitadas judicialmente, en un ámbito privado, en uso de su libertad, sin daño de tercero y sin ejercicio coactivo no les debe importar una higa ni a los burócratas que detentan el poder ni a los grupos de presión a los que aquellos tan servilmente obedecen. Que dejen a la gente en paz cuando no hace daño a nadie.
La realidad está llena de operaciones de aumento de pecho. La realidad también está llena de rifas, bingos y sorteos. ¿Qué hay de malo en combinar ambos conceptos? Quieres un implante de teta y te toca en la rifa. Pues eso, en plena crisis económica, más que un expediente sancionador debería inspirar toda clase de parabienes. Y, de haber sido socialdemócrata, hasta pediría ayudas públicas para tan imaginativos empresarios.
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