- Conflictividad juvenil
- La violencia acecha a los menores
- Fuentes judiciales constatan que los delitos son cada vez más graves. Agresiones como la de Ermua son «aisladas», asegura la Policía
- El Diario Vasco, 2008-02-24 # Javier Peñalba · DV · San Sebastián
Agresiones como la sufrida por la adolescente de Ermua no son habituales en Euskadi, pero de cuando en cuando se dan. Los Juzgados de Menores del País Vasco pueden dar cuenta de ello. «Una paliza de las dimensiones de las que sufrió esta chica es algo aislado, si bien los malos tratos entre menores son frecuentes», afirman fuentes judiciales. La memoria redactada por la Fiscalía de Gipuzkoa mostraba ya en 2006 una especial preocupación por los delitos cometidos por los chicos. El informe constató que los adolescentes perpetran no sólo cada vez más ilícitos penales, sino que éstos son más graves.
La brutal agresión de la que fue víctima la joven vizcaína de 15 años el pasado día 10 en Ermua ha puesto en evidencia la violencia con la que, en ocasiones, se manifiestan los menores de edad. La víctima fue golpeada con una barra de hierro, le orinaron encima, le quemaron el pelo y le arrollaron con una moto. La rivalidad entre chicos y chicas con problemas de adaptación social y, en algunos casos, con desequilibrios psicológicos, fue el desencadenante de la agresión.
Fuentes del Departamento de Interior del Gobierno Vasco y portavoces de guardias municipales de Gipuzkoa consultadas aseguran que episodios de semejante virulencia se dan en «muy contadas ocasiones». Sostienen que «este es un caso puntual, en el que concurren unas circunstancias muy concretas. No estamos acostumbrados a ver esta clase de comportamientos en nuestros pueblos y ciudades», coinciden en señalar las fuentes citadas.
Los juzgados de Menores de Euskadi, sin embargo, están repletos de diligencias incoadas contra menores, aunque bien es cierto que pocos son de tanta gravedad. «No hay más que darse una vuelta por los palacios de Justicia los días que se celebran juicios para comprobar la cantidad de procesos que hay», afirman fuentes judiciales.
La Fiscalía de Gipuzkoa constató en 2006 un incremento de 5,9% de diligencias incoadas por hechos cometidos por los menores. El mismo estudio subrayó un crecimiento del 66% de los delitos contra la libertad sexual perpetrados por adolescentes. Del mismo modo, aumentaron las faltas contra el patrimonio (25%), la violencia doméstica (22%) así como las lesiones (12%). Por el contrario, descendieron las infracciones penales por tráfico de drogas (55%) y los delitos contra la seguridad (72%), entre otros.
Fuentes judiciales aseguran que el maltrato entre adolescentes se da con frecuencia, tanto entre chicos, como entre las chicas. Insultos, vejaciones y lesiones son las conductas delictivas más comunes. Los actores de estos comportamientos son principalmente menores que presentan problemas de adaptación social que, además, en no pocas ocasiones, proceden de familias desestructuradas y conflictivas. «En un alto número de casos, se trata de chavales que han tenido fracasos en el ámbito familiar, escolar..., que no tienen ningún interés por continuar con los estudios y que, como son menores, están obligados a acudir diariamente a clase. Allí, en las aulas, son un foco de conflicto tanto con los docentes como con sus propios compañeros, a los que, en ocasiones, llevan varios años de diferencia porque son repetidores», reconoce un portavoz policial. Las misma fuente propone la creación de una «tercera vía» para dar respuesta a estos menores. «Sería conveniente que Educación, Interior, servicios sociales, Justicia, Fiscalía, entre otros, abordasen esta situación y tratasen de buscar una solución para que estos chavales tengan la oportunidad de continuar su formación por otras vías», afirman.
Contra la familia
Los menores, sin embargo, no sólo dirigen su agresividad hacia los de su misma franja de edad. En no pocas ocasiones, otros miembros de la familia, principalmente los padres, se convierten en víctimas. En muchos de estos casos se llega a situaciones límite donde los progenitores reclaman que sus hijos sean apartados del ámbito familiar, dada la imposibilidad de establecer unas pautas educativas. Sin embargo, la mayor parte de las veces, la entidad de los hechos imputados -al tratarse de meras desobediencias o de faltas de injurias, daños o amenazas- no permite, de acuerdo con la ley, adoptar una medida drástica como el internamiento, según precisa la memoria.
En algunos casos, ni siquiera estaría justificada una intervención desde el ámbito penal. En opinión de la Fiscalía de Gipuzkoa, esta problemática habría de ser abordada desde otras «instancias y entidades responsables de la educación, la protección e incluso la salud».
Los problemas de violencia doméstica de los hijos menores hacia sus padres, especialmente hacia sus madres, se producen en ocasiones en hogares donde ya existe una intervención familiar de los servicios sociales o ésta se considera conveniente.
En estos casos, dentro de la familia se produce habitualmente una falta de comunicación y ante la imposibilidad de solucionar los conflictos domésticos, éstos acaban degenerando en situaciones de violencia.
Menores inmigrantes
Los estudios relativos a menores infractores revelan asimismo un aumento de delitos cometidos por adolescentes extranjeros. En 2006 llegaron a Gipuzkoa más de 180 menores extranjeros y el año pasado fueron acogidos otros 219. La mayor parte son marroquíes, pertenecen a familias con escasos recursos económicos y han vivido en las calles de Tánger antes de entrar en España. Algunos presentan muchas carencias educativas y afectivas. A ello se une además que su integración es compleja debido a las dificultades del idioma, lo que se traduce en una tendencia a reunirse y relacionarse únicamente con sus iguales, según la Fiscalía.
Este reagrupamiento hace que, en ocasiones, las conductas desencadenantes de conflictos se contagien rápidamente entre ellos. La progresión de la agresividad se observa principalmente en los centros de acogida urgente de menores extranjeros, en los que, según la Fiscalía, la actitud hostil de uno de ellos rápidamente es copiada por el resto de los internos. Las denuncias recogidas por el ministerio público reflejan comportamientos conflictivos en el centro que progresan hacia la falta de respeto y finalmente desembocan en una abierta oposición a las normas y prohibiciones impuestas por los educadores y mantenidas por los vigilantes de seguridad. Se trata, principalmente, de insultos, siendo muy frecuentes las amenazas y las agresiones directas a educadores y vigilantes de seguridad, con frecuencia acompañadas de daños a bienes de los educadores o del centro.
- La agresión de Pasaia
- El Diario Vasco, 2008-02-24 # J.P.
Tres menores estuvieron implicados en una de las agresiones más violentas registradas en Gipuzkoa. Ocurrió en 2001 en Pasaia. Tres adolescentes, en compañía de un joven mayor de edad, estuvieron a punto de acabar con la vida de una deficiente de 28 años que previamente había sido agredida sexualmente. Los hechos ocurrieron cuando uno de los menores acusó a la víctima del robo de un porro y de un refresco así como de haberle manipulado su cartera. A partir de ese momento, la mujer fue objeto de patadas y puñetazos por parte de las personas que en aquel instante se hallaban en el piso. Tras las primeras agresiones, la chica fue obligada a desnudarse, antes de ser atada de pies y manos con un cable de televisión y amordazada. Más tarde fue tumbada boca abajo y violada en al menos dos ocasiones por el joven mayor de edad. Los acusados llegaron al extremo de agredir sexualmente a la mujer con un palo de escoba. Para evitar que la víctima pudiera delatarles, el adulto, a quien acompañaba su novia, y los tres menores subieron a la deficiente a un coche y la condujeron hasta una zona del monte Jaizkibel, en Hondarribia, con la intención de arrojarla por un barranco. La víctima fue empujada al vacío, pero pudo sujetarse a unas rocas y no cayó hasta el fondo del precipicio. Al ver que no había muerto, los acusados obligaron a la mujer a introducirse en el coche y, pese a sus reiteradas súplicas para que le trasladaran a un centro sanitario, fue conducida de nuevo a Pasaia, al domicilio del joven mayor de edad, donde permaneció dos días encerrada en contra de su voluntad, hasta que logró escapar.
- «Hay que ser muy firmes en los casos de violencia entre adolescentes»
- Profesores y pedagogos defienden que se denuncien «sin buscar el morbo» los casos de agresiones entre escolares para que la sociedad pueda hacerles frente
- El Diario Vasco, 2008-02-24 # Cristina Turrau · DV · San Sebastián
Firmeza para responder a los agresores y no ocultar los casos de violencia entre adolescentes. Es lo que piden profesores y pedagogos en su análisis de los hechos ocurridos en Ermua, en los que una menor recibió una brutal paliza por parte de seis adolescentes. No es un caso, dicen, que responda los patrones de lo que se considera 'acoso escolar'. «No hay agresiones o acoso mantenido en el tiempo sin que el profesorado sepa lo que ocurre, o en el que haya fallado el programa de prevención escolar», explica Félix Etxeberria, catedrático de Pedagogía de la UPV. Pero no por eso los hechos son menos graves, insisten.
Vicente Carrión, profesor de Filosofía y autor de numerosos artículos sobre violencia en las aulas, asegura que siempre ha tenido el sentimiento «de que hay que ser muy firmes para tratar los temas de violencia». Afirma también que los casos de violencia entre adolescentes nacen de un malestar interior, pero que se pueden reconducir con una atención personalizada.
Casos como el de Ermua tienen que salir a la luz. «Me llama la atención la tendencia de los centros escolares a ocultar lo que pasa para defender su buen nombre. En mis años como profesor he conocido soto voce de casos de acoso escolar aquí y allá, pero son centros muy celosos de su imagen pública y olvidan que debe haber un compromiso cívico para denunciar estos casos».
¿Cómo actuar con firmeza en los casos de violencia entre escolares? «Para no llegar al delirio de Rajoy cuando propone reducir la edad penal a los 12 años, hay que ser muy firmes con un chaval de 16 ó 17 años que ha tenido un comportamiento perverso. No basta con un año, dos ó tres de internado, sino que debe de haber un peso importante. No exclusivamente punitivo, sino también reinsertador. Pero que lo pague. Porque ha habido casos dramáticos de chavales puestos en la calle a los pocos años después de violaciones o asesinatos».
Casos como el de Ermua deben de salir a la luz, «pero sin morbo», dice Carrión. «Hay una presión mediática en busca de novedad y morbo que se satisface plenamente si hay orina, moto, pelo quemado y las agresoras son chicas». El retraso en el conocimiento del caso también ha alimentado ese poco edificante interés, dice.
¿Cómo hacer frente desde los centros educativos a los problemas de adaptación que sufren algunos jóvenes? «En mi opinión, la agresividad, la violencia y la inadaptación tienen que ver con el malestar interior de un individuo y eso normalmente remite a familias desestructuradas y problemas extraacadémicos que impiden que el chaval se concentre en lo que los centros quieren ofrecerle».
La pregunta de fondo es, a su juicio, «cómo estamos criando a los hijos cuando nos preocupamos tanto de nuestra realización personal y profesional y les desatendemos sin cumplir nuestros deberes como padres». En el caso de Ermua hay componentes de marginación, maldad y encono, dice. «Es triste que nadie, entre las familias o conocidos, denuncie unos hechos con una gravedad suficiente como para ser constitutivos de delito. Y también que nadie llamara para pedir ayuda en el momento de la agresión».
A jucio de Carrión, para ayudar a alumnos con grandes problemas sólo cabe la atención personalizada. «Los tiempos nos obligan a los profesores a detectar situaciones que impiden que un chaval se concentre en las tareas académicas», dice. «Aunque a veces no estemos preparados para ello». Opina que existen apoyos para ello. «El caso de Ermua ha surgido entre alumnos de un centro de iniciación profesional, una apuesta excepcional para quienes no pueden con la enseñanza reglada». Considera que el sistema es muy consciente de la diversidad creciente de situaciones, «pero también es cierto que el sistema educativo no puede cargar con todo, incluida la irresponsabilidad de los padres».
Acoso al sistema escolar
En opinión de Félix Etxeberria, «estamos asistiendo a un nuevo modo de acoso escolar, el acoso al sistema escolar». «Es lo que ha hecho algún 'experto' arremetiendo contra el sistema educativo vasco y defiendiendo que este caso, al igual que el de Jokin, es debido a la falta de atención que existe por parte de la consejería de Educación hacia los 'gravísimos' problemas de convivencia que se viven en las escuelas del País Vasco por el clima de violencia que vivimos en nuestro país».
El catedrático de Pedagogía defiende que «el País Vasco es la comunidad autónoma que más programas de convivencia en la escuela ha desarrollado, con más de 300 centros llevando a cabo experiencias que pretenden prevenir los problemas y poner en marcha fórmulas de convivencia en las aulas». Y resalta que el País Vasco figura a la cabeza de los «mejores indicadores de calidad educativa, menor fracaso escolar, menos repetidores, más recursos, más alumnado escolarizado y menor número de alumnos por aula, etcéterentre otros».
Etxeberria destaca que existe un gran número de recursos para evitar la violencia escolar. «Fue a partir del caso Jokin cuando más se desarrollaron, aunque antes de que ocurriera el desgraciado suceso de Hondarribia ya existían los planes de convivencia en las escuelas».
Etxeberria se suma a las críticas hacia el departamento de Educación por haber dado a conocer datos personales de las menores implicadas en los hechos y pide, una vez realizada la investigación, «consecuencias y castigo a los agresores».
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