2008/05/17

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  • Mis cromosomas se equivocan
  • Puntos suspensivos, 2008-05-17 # June Fernández

Hoy, Día Internacional contra la Lesbofobia, la Transfobia y la Homofobia, más que nunca, vuelvo a afirmar, como Beatriz Preciado, la multiplicidad de los sexos. Este cuerpo que os habla está harto de que lo limiten y lo categoricen (y por ahora no lo patologizan porque aparentemente entra en la norma). Entrenomadas exclaman hoy eso de "vive y deja vivir". Yo estoy de acuerdo, pero añado más: "atrévete a convivir, a mezclarte, a respetar, a sentir sin miedo".

La homosexualidad, que para mí no es más que un etiqueta inventada por quienes rechazaban ciertas prácticas sexuales y decidieron ponerlas nombre para identificarlas y estigmatizarlas, es una muestra de deseo o amor. La homofobia (y demás) es odio. ¿Cuál de los dos es patológico? ¿Cuál es antinatural? ¿A quién hay que curar? Yo lo tengo claro.


A partir de esa reflexión, el movimiento de liberación gay-les-trans de Euskal Herria (
EHGAM) ha realizado un proyecto llamado "Las caras de la homofobia (lesbofobia y transfobia)", compuesto por un catálogo, una exposición y un blog. En ellos recopilan, analizan y contextualizan manifestaciones retrógradas como las manzanas y las peras de Ana Botella o el "me limito a no tomar por culo" de Cela. No tiene desperdicio.

Su artífice, Julen Zabala, dijo en la inauguración -en la que disfruté un montón junto con las gentes de EHGAM y Medeak- que prefiere hablar de identidad social que de identidad sexual porque es la sociedad, y no la persona, la que categoriza. No puedo estar más de acuerdo. Las criaturas viven con naturalidad todos sus deseos hasta que su entorno la obliga a definirse o les impone etiquetas represoras como "marimacho" o "mariquita". Somos muchas las que hemos pasado años intentando buscar una definición clara con la que satisfacer a nuestra gente. Yo ya me he aburrido y, sobre todo, rebelado.


¿Es necesario celebrar un día así? Ojalá no lo fuera. Pero ayer mismo encontré en la prensa
un ejemplo más de que lo es. La propia exposición se compone de 101 pruebas que nos obligan a reaccionar. Creo que los movimientos sociales no han prestado la suficiente atención a la homofobia (la muestra recoge también la intolerancia de la izquierda), y que incluso los propios colectivos de homosexuales tampoco se han dedicado lo suficiente a combatir la lesbofobia y la transfobia. En especial, quiero recalcar dos cuestiones:

- Es urgente que las feministas y el conjunto de la sociedad reconozcamos que la homo-lesbo-transfobia es un problema de género (los ataques al alarde mixto de Irún y Hondarribia son un claro ejemplo). Más aún, las agresiones al colectivo LGTB son violencia machista.

- Es urgente, también, dejar de fragmentar la lucha contra la intolerancia. El machismo, la homo-lesbo-transfobia, el racismo y la xenofobia son caras del mismo odio totalitario.


Por todo ésto, creo que en lo privado tenemos que dejarnos de etiquetas y dar rienda suelta a la capacidad ilimitada de sentir y gozar de nuestros cuerpos. Pero en lo político, me apunto a quienes apuestan por apropiarse de las etiquetas estigmatizadas.
Medeak lograron en las Jornadas Feministas que muchas hayamos empezado a definirnos como lesbianas políticas, independientemente de con quién nos acostemos. Nos enamoraron con su definición de "somos bolleras, putas, transexuales, negras y todo lo que la sociedad rechaza". Y justo ayer KU nos hacía una propuesta similar, a la que me apunto.


Una de las citas que más me ha gustado en la exposición es la de Manuel Fraga: "Los homosexuales nacen así porque sus cromosomas se equivocan". Resulta que a quienes nos comportamos de manera diferente a la que dicta la moral cristiana no sólo nos dicen que estamos equivocadas, sino que nacemos equivocadas, nuestros cromosomas se equivocan. Como parece que todo intento de convencerles de lo bueno que es para todo el mundo, también para ellos, respetar la diversidad, prefiero darle la razón. Mis cromosomas se equivocan. No son puros, rectos, grises ni uniformes. Son mestizos, complejos, cambiantes, impredecibles, llenos de curvas y colores, ávidos de sentir, conocer, disfrutar y vivir. Y no veáis cómo me alegro.

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