- ¿Llegó la Inquisición?
- El Espectador, 2008-12-15 # Aura Lucía Mera
Anoche me vi por segunda vez Elizabeth, esa estupenda película que nos relata cómo la Armada Invencible con Dios como bandera y pretexto quiso arrasar con la blasfema, bastarda y calumniada Inglaterra isabelina. Cómo a punta de rezos, prepotencia y santiguadas atacaron convencidos de su victoria sagrada, para recibir la derrota más estruendosa y humillante de la historia española. No sé por qué me late que el poder del Opus, brazo laico, poderoso económicamente, ponedor de votos y dueño de verdades absolutas está detrás de estas peligrosas tendencias que leo con espanto en los diarios de la semana pasada.
Por un lado, un indigno proyecto de ley que estigmatiza “comportamientos lascivos en público de la comunidad lesbiana y gay”, “para proteger niños y jóvenes”, propuesto por un ‘curuchupa’ senador llamado Víctor Velázquez Reyes, del Movimiento Colombia Viva por la Unidad Cristiana, que llegó a la curul de rebote, porque sus antecesores al trono están decapitados por acusaciones parapolíticas. Pretende este defensor de la moral que la comunidad lesbiana-gay no “muestre sus cuerpos desnudos o con uso de prendas que puedan ser interpretadas como exhibicionistas”. Aduce el ‘curuchupa’ que “uno puede hacer lo que quiera pero no en público...”. ¿Qué insinúa? ¿Sancionaría este abogado de las causas puras a Cristo por haberse dejado lavar los pies en público con aceites lúbricos y secados con los cabellos de la Magdalena, la hetaira por excelencia?
Otro inquisidor que se nos vino encima como un alud de nieve, compacto, esponjoso e inmisericorde es el futurísimo Procurador de la Nación, Alejandro Ordóñez, más conocido por su afición a las camándulas y su mentalidad prehistórica. Tendrá la Cruz sagrada como bastón de mando. Es vox pópuli su posición tajante contra el derecho de los gays, contra el derecho de una mujer para decidir sobre su cuerpo, con su admiración por gobernantes de ultraderecha como Valencia y Turbay, a quienes nunca les tembló la mano para perseguir “los de izquierda” como si fueran la encarnación del mismo Satanás.
Siempre he tenido la impresión de que los más feroces enemigos de las comunidades gays y lesbianas tienen algún problema interno sobre su verdadera identidad sexual. Generalmente lo que con mayor inquina atacamos es lo que no queremos reconocer en el fondo de nosotros mismos. En este país de señalamientos, de ataques emocionales, de calificaciones y exabruptos, de rótulos, sería conveniente hacer un alto en el camino para mirar hacia dentro, hacer una introspección honesta para reconocer el porqué o para qué de muchas de nuestras acciones y juicios. A lo mejor le estoy pidiendo peras al olmo. De lo único que estoy segura es de que la intolerancia, la falta de respeto hacia los demás, los señalamientos, las manipulaciones y los inquisidores, lo único que lograrán será exacerbar más a una población que no da más ni física ni emocionalmente porque se hartó de estar zambullida en este torbellino de violencia, mentiras, justificaciones y doble moral.
Personalmente prefiero mis amistades homosexuales que los conocidos intolerantes y dogmáticos. Prefiero a las personas que se equivocan y la embarran a las que nunca “pecan”. Prefiero los grises a los blancos y negros. Prefiero el amor y ser feliz antes de querer tener siempre la razón. Viva la diferencia. Abajo la Inquisición.
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