- "El muro ya no juega ningún papel"
- Julia Franck, ganadora del premio al mejor libro en alemán en 2007, acaba de publicar en España ‘Zona de tránsito'
- Público, 2008-01-16 # Paula Corroto · Madrid
Berlín se ha convertido en los últimos años en una ciudad cosmopolita y ultramoderna. Incluso, se juguetea con la época de la Alemania comunista, ya que los productos de aquellos años aparecen en tiendas y museos. Los alemanes lo llaman ostalgie, cruce de palabras entre este y nostalgia. Pero no siempre hubo una situación tan complaciente. Julia Franck, que ha conseguido el Buchpreis con Die Mittagsfrau (una novela sobre la II Guerra Mundial), pertenece a esa última generación que creció con el muro. Nació en la parte oriental de Berlín, pero a los ocho años se mudó con su familia a la zona occidental. Pasó por un campo de refugiados (sí, entonces existían y sometían a todo tipo de interrogatorios a los alemanes que querían pasar a la parte capitalista) y aquello se le quedó tan grabado que decidió contarlo en Zona de tránsito (Tusquets). Una novela seca, enrabietada y desaliñada, pero que no es ningún ajuste de cuentas. Es sólo una muestra de la capacidad de observación de una excelente escritora.
Usted también vivió en una zona de tránsito. ¿Quería usted escribir esta historia desde hacía tiempo?
Sí, la idea me rondaba desde más o menos los 19 años. Me di cuenta de que el desconocimiento y las reservas entre los alemanes del Este y el Oeste eran mucho más sutiles de lo que se podían incluso asimilar antes de la caída del muro. El muro diferenció mucho más el desarrollo cultural de los alemanes que el político.
Cuando uno escribe una historia que, de alguna manera, le pertenece, ¿lo hace desde el resentimiento o desde la nostalgia?
En mi caso, desde ninguno de esos sentimientos. Mi novela no describe a la RDA como un lugar ideal, sino que muestra las diferencias entre ambas experiencias, la de sentirte extraño en la que supuestamente es tu propia cultura, y además ser observado y visto por los otros como un extraño. Por otro lado, también aparecen escenas en la que las reivindicaciones de los alemanes, igual si son del este o del oeste, son las mismas. Esto es, la reivindicación de la libertad y el bienestar.
Los personajes del libro son personas extrañas porque están en medio de la nada. ¿Por qué parecemos raros si no somos coherentes, si no nos definimos?
En el libro, hay un personaje que le dice a otro: "¿No somos todos unos traidores?". Desde luego, en una estructura dictatorial como fue la RDA, es muy difícil definirse como bueno o malo, de izquierdas o derechas, socialista o fascista. Hoy, años después de la caída del muro, ha vuelto la discusión con el libro de Florian, el hijo de Robert Havemann, sobre si tanto a Havemann como a Biermann hay que considerarles héroes (ambos fueron disidentes del régimen socialista) o enemigos de un país. Esto no es fácil de decidir. Yo pienso que aquí no hay sólo una única verdad.
Su libro y la película ‘La vida de los otros' muestran que todos somos una mezcla. En la novela, la comunista Nelly Senf llega a tener relaciones sexuales con el agente de la CIA John Bird.
Sí, es que a menudo simplemente somos víctimas o verdugos, y prácticamente nadie pretende reivindicar para sí uno de esos roles. Comprender es una cosa, pero ¿se pueden aceptar las decisiones de una persona a la hora de huir, en una declaración o de colaborar con los viejos o nuevos servicios secretos solamente porque las
entendemos?
¿Cómo recuerda usted la época del muro? ¿Qué ha significado para su generación?
El muro forma parte por completo de mi vida, ya que yo nací en el Este, pero, gracias a un viaje de mi madre, la segunda parte de mi infancia, desde finales de los 70, la pasé en el Oeste. Nunca he estado claramente a un lado u otro del muro. Soy un híbrido. Por un lado, el muro es concretamente una obra de construcción; por otro, es un gran peso para la generación que vivió la mayor parte de su vida con él. Para los que ahora son jóvenes o adolescentes, el muro ya no representa ningún papel, pero sí lo hizo para las generaciones anteriores. De mi generación, puedo decir poco. Pero me llama la atención que aquellos que crecieron en el Este miraban continuamente hacia el Oeste y sabían muchísimo sobre el desarrollo político y cultural del Oeste. Por el contrario, los alemanes del Oeste apenas sabían ni querían saber nada sobre la RDA.
En sus libros, las mujeres suelen ser fuertes y frías. ¿Por qué? ¿Es la única forma que tenemos para sobrevivir?
Seguramente, de niña no experimenté mucho calor. Pero las mujeres de mis novelas no me parecen frías, aunque eso puede ser relativo. No creo que Nelly lo sea, tampoco Helene (Die Mittagsfrau). De todas formas, antes no había una relación muy cariñosa entre padres e hijos. Helena puede parecer para los lectores de hoy fría y fuerte, pero no era nada atípica. Los primeros movimientos de emancipación de la mujer no llegaron de la mano del feminismo, sino que fueron necesidades surgidas de la guerra. Por ejemplo, la mujer tuvo que trabajar sin ningún permiso del hombre. Los cambios en la sociedad han provocado que veamos raro que una mujer pidiera permiso a su marido para trabajar y no nos acordemos del esfuerzo que tuvieron que hacer para liberarse de sus cadenas.
La izquierda del Oeste y la RDA
Tras ‘Die Mittagsfrau’, su próximo proyecto es una antología con las experiencias del muro. Para ello. Franck ha contactado con intelectuales de izquierdas del oeste, los cuales, según cuenta, han desestimado su propuesta. “Desde Enzensberger, pasando por Handke y Mosebach, hasta Genazino, lamentan no estar porque les faltan experiencias del muro. Pero no me lo puedo creer. Por eso, me interesa saber cómo pasó desapercibida esta obra para los intelectuales de izquierda”, afirma. Un caso muy relacionado con los comunistas franceses y Stalin.
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