2008/03/07

> Berria: Berdintasuna > LA IGUALDAD INTIMA

  • La igualdad íntima
  • Lograr que la adolescencia se dé cuenta de cómo ha asumido los roles de sexo es tarea de todo un curso, dicen los especialistas
  • "Los chicos no hacen fácilmente autocrítica de la identidad masculina", afirma Víctor Jurquera
  • La Vanguardia, 2008-03-07 # Maricel Chavarría · Barcelona

A pesar de los avances legislativos y la incorporación de la mujer al mundo laboral, las cosas no han cambiado tanto como podría parecer en términos de igualdad, ni es tan cierta la opinión generalizada de que chicos y chicas ya no se comportan según los patrones tradicionales. Los especialistas advierten que el maltrato que sale en las noticias - el que registra cada muerte por violencia sexista- es sólo la punta del iceberg de una cultura que educa de forma desigual a niños y niñas, imponiendo identidades de género. La violencia de género consiste en mucho más.


"La violencia de la pareja es sólo una de las agresiones de género, como lo son la discriminación salarial o la homofobia", advierte Víctor Jurquera, profesor de Psicología Social de la UB y uno de los formadores del primer "Talla amb els mals rotllos" que el Govern dirige a jóvenes y adolescentes. "Se trata de una violencia identitaria hacia las mujeres y también hacia los hombres que no encajan en el modelo de masculinidad establecido. Sólo hay que ver los casos de bullying motivados por homofobia. Es una violencia que se ejerce sobre uno mismo al construir la propia identidad. La sociedad patriarcal impide a los hombres la demostración de una afectividad libre, pues pertenece a la identidad femenina, que está devaluada. El chaval aprende así a inhibir su emocionalidad, lo que le dificulta interpretar los afectos".


Son las mujeres, el grupo socializado para ello, las encargadas de gestionar las emociones masculinas, creándose así una relación de dependencia. No en vano, las identidades de género están construidas para oponerse y complementarse.


"La gente no reflexiona sobre la potencia de los estereotipos de género en la configuración de su propia identidad", asegura Jurquera. Por eso a este psicólogo le resulta impensable que en las seis horas que duran los talleres escolares de prevención de la violencia se pueda lograr que la adolescencia analice qué implica ser chico o ser chica y tome conciencia de que no es una cuestión natural sino una exigencia de la sociedad.


"Las chicas son más flexibles en sus identidades y son capaces de hacer autocrítica de los aspectos que más las limitan, pero los chicos no logran hacer el proceso a la inversa - explica Jurquera-: ni elaboran autocrítica ni son capaces de adoptar papeles entendidos como femeninos. Claro, se les pide que cuestionen una identidad que les comporta privilegios". La tarea en este sentido debe ser cotidiana, ocupar todo el curso y de forma transversal, pues el estudio de una lengua o de la historia ofrece mil oportunidades para trabajar estos temas.


La Plataforma Unitària contra les Violències de Gènere también quiere ir más allá de los talleres concretos contra la violencia de género que se imparten en institutos y ha diseñado un proyecto dirigido al profesorado, a los padres y al alumnado barcelonés desde los seis años de edad. Begoña Serra, responsable de este "Trenquem el silenci" en las escuelas, considera que estas creencias requieren un trabajo en profundidad durante todo el curso. "Se trata de trabajar con adultos y menores durante todo un trimestre, ofreciéndoles una maleta pedagógica, hacer un seguimiento durante el segundo y evaluar a final de curso", explica la responsable del proyecto que busca financiación para iniciarse de momento en escuelas e institutos de cinco distritos.


"Hay que implicar a la familia, porque no sirve oír una cosa en la escuela si luego se quedan con lo que ven en casa. Y habría que tratar de convocar a guarderías y convencer de la importancia de que los maestros tomen conciencia de esta educación en la igualdad. Lo ves a menudo en las propias maestras: siguen viendo normal no dejar llorar a un niño cuando cae, y sí a una niña. Lo hacen de manera inconsciente y con buena fe pero, cuando se les plantea, se dan cuenta de que están cayendo en la misma trampa", concluye Serra.

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