- Estrangula a su mujer en Santurtzi y llama a un amigo para deshacerse del cadáver
- Quería meterlo en una maleta y simular que sufrió un accidente de coche. El cuerpo de la joven, de 26 años, apareció atado de pies y manos.
- El Correo, 2008-10-06 # Ainhoa de las Heras · Santurtzi
Iván P., de 32 años, estaba ahogado por las deudas. A principios de septiembre había aparecido un cartel en la puerta del portal que rezaba: «¡Iván, paga lo que debes!». La comunidad le había llevado a juicio por el impago de más de 12.000 euros. Llevaba unos cinco años sin abonar la cuota mensual y tampoco había compartido los gastos del ascensor ni de la reciente reparación del tejado. El piso estaba embargado y había salido a subasta. Pero «pasaba de todo», comentaba ayer indignada una vecina, después de saber que había sido detenido como presunto autor del homicidio de su mujer.
Pese a no tener un trabajo conocido, llevaba un nivel de vida por encima de sus posibilidades. Conducía un 'Audi A-6' azul marino y su casa, el primero derecha, luce la mejor decoración del número 11 de la calle Ramón y Cajal de Santurtzi. El joven vivía allí, hasta ayer, con su compañera sentimental y madre de uno de sus dos hijos, una niña de tres años. La mujer tenía 26 años y era natural de Sierra Leona. Según fuentes cercanas a la investigación, ejerció la prostitución en un club durante un tiempo y fue entonces cuando ambos se conocieron.
La relación parecía tempestuosa. Las discusiones eran «continuas» entre ellos. «Se oía jaleo cada dos por tres, un día estuvimos a punto de llamar a la Policía, pero de repente se callaron», explicaba ayer una joven que lleva viviendo un año con su novio en el bloque de viviendas. A la víctima apenas se la veía por la calle. Llamaba la atención porque «usaba pelucas». Un día que salió confesó a un comerciante que él «la tenía encerrada». Cuando Iván P. se marchaba, atrancaba con llave y si alguien llamaba al timbre, jamás abría la puerta. Sólo a sus padres, que usaban una especie de contraseña. Algunas voces comentaban ayer que tenía hasta una clave secreta para acceder al domicilio.
El homicidio pudo perpetrarse alrededor de las once de la mañana. A esa hora se escuchó «un grito raro», describía una vecina. Otros residentes oyeron «como si se rompiera un cristal y después, llorar a la criatura». El cadáver fue encontrado boca abajo sobre la cama, con los pies y las manos atados con cuerdas, según indicó el Departamento de Interior.
Sangre en la cocina
Después de cometer el crimen, Iván P. llamó a un amigo que «trabajaba para su empresa», según su propia declaración ante la Ertzaintza. A este conocido le confesó por teléfono que había matado a su mujer y le pidió que le ayudara a deshacerse del cadáver. Había pensado incluso la forma de hacerlo: quería meter el cuerpo en una maleta y despeñarlo después con el coche para que pareciera un «accidente», indicaron fuentes de la investigación. El joven llegó a desplazarse hasta el domicilio pero, al entrar en la vivienda y ver los pies atados de la mujer, se asustó y decidió avisar a la Policía. La Ertzaintza tuvo la primera noticia del crimen alrededor de las tres y media de la tarde.
Cuando llegaron a la dirección indicada los primeros agentes -les costó encontrarla porque el testigo no vive en Santurtzi y no conocía bien las calles de la localidad vizcaína-, llamaron al timbre. Nadie contestaba. De repente, apareció en su coche Iván P. Los agentes le identificaron y le pidieron que les dejara entrar en su domicilio. Extrañamente, no puso reparo alguno. En pocos minutos, el presunto homicida se derrumbó delante de los ertzainas y terminó confesando que había estrangulado a su mujer. Después de delatarse, les entregó las llaves del piso.
Los agentes de la Policía Científica que rastrearon el domicilio en busca de evidencias no encontraron ningún arma pese a que en la cocina había restos de sangre. Sospechaban que las heridas podían haber sido provocadas por un cristal, pero éste tampoco apareció. La autopsia aclarará todos estos interrogantes.
Según sus conocidos, el detenido también tuvo problemas con su primera mujer, una joven sudamericana. «Una vez le puso una denuncia por malos tratos, pero después se la quitó», asegura una vecina. De esta relación nació un niño, que hoy tiene unos seis años y vive con los abuelos paternos en Santurtzi.
Ayer, el detenido dejó el 'Audi' mal aparcado al final de la calle, en medio de un paso de cebra. Poco después, una grúa se lo llevó requisado por la Ertzaintza. El arrestado fue conducido a comisaría, donde permanecerá hasta que sea puesto a disposición judicial. El caso inaugura la lista negra de muertes por violencia machista este año en el País Vasco, pero suma la número 55 en España, según el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
Maltratadas con 'riesgo extremo'
La protección de muchas mujeres maltratadas depende en buena medida de la valoración inicial del riesgo que corren. De lo bien o mal que analicen su situación de pareja o la creada tras una ruptura los agentes de la Policía, los jueces, los médicos, psicólogos y asistentes sociales que atienden sus lesiones físicas y psíquicas.
La Ley Integral contra la Violencia de Género implica a todos estos colectivos en la lucha contra el maltrato machista y en la salvaguarda de sus víctimas, y todos deben conocer los detalles de esa relación traumática: antecedentes del agresor, circunstancias familiares, situación sociolaboral, denuncias, órdenes de alejamiento, posibles quebrantamientos, reanudación de de la convivencia... En lo que a la Policía atañe, el Ministerio del Interior ha emitido una nueva instrucción que afina los criterios para una evaluación más precisa del peligro al que se enfrentan las víctimas.
La orden, firmada el 18 de julio por la Secretaría de Estado de Seguridad, incorpora a los protocolos de actuación policial vigentes una nueva gradación del nivel de riesgo, el 'riesgo extremo'. Incluye «vigilancia permanente de la víctima» y «control intensivo» de los movimientos del agresor «hasta que deje de ser una amenaza inminente». Si así se estimara, para los casos de peligro extremo se prevé «vigilancia de entrada o salida en los centros escolares de los hijos». Para el resto de los niveles de riesgo se fijan medidas que van desde el control frecuente y aleatorio del domicilio de la víctima al seguimiento esporádico de las idas y venidas del maltratador.
- Últimos asesinatos
- Asun Villalba (Vitoria, 3-06-07): Había pedido una orden de protección, pero el juez se la denegó. Su pareja la mató a puñaladas. La víctima, de 35 años, llevaba varios años sufriendo malos tratos.
- Pilar Sampereo (Bilbao, 23-03-07): Su marido le asestó varias cuchilladas y después se autolesionó en el pecho. Tenía 74 años. La noticia conmocionó al entorno de la pareja. No esperaban algo así.
- Loredana Andriescu (Basauri, 3-07-06): Murió por las 16 heridas de arma blanca que recibió. Su novio fue detenido como presunto asesino. El juicio se celebró hace dos semanas y aún no hay sentencia. El acusado dijo que fue «un accidente». Ella le acababa de dejar y él «se volvió loco».
- Aintzane Garay (Armintza, 16-10-2005): Su ex novio la citó para hablar. Después la violó, apuñaló y ocultó su cadáver. La familia buscó a la joven de 26 años durante varios días. El cuerpo apareció finalmente en Armintza. El asesino fue condenado a 32 años.
- Ana Isabel Madariaga (Barakaldo, 14-10-2005): Su marido la mató a golpes. La dejó tumbada en el sofá y se fue a trabajar. En el juicio dijo que no pensaba que había fallecido. Le condenaron a 12 años después de un acuerdo entre las partes.
- Ofelia Hernández (Durango, 16-01-05): Su pareja le asestó una cuchillada mortal en el vientre. Fue condenado a 17 años de cárcel. La tutela de los dos hijos de la víctima pasaron a manos de su mejor amiga.
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