- Represión franquista
- 'Durante la dictadura, ser homosexual era peor que ser delincuente'
- Los gays represaliados tendrán una pensión de 800 euros y una indemnización de 12.000. Un grupo de ellos acude a pedir su expediente para poder acceder a ayudas
- El Mundo, 2008-02-13 # Amaya García · Madrid
Alberto Fernández está fichado por la policía. Ha pasado por la cárcel en al menos 35 ocasiones. "Quizá alguna más". La mayoría de las veces, directo a la 5ª galería de la prisión de Carabanchel (Madrid), la de los homosexuales. Porque ése ha sido su delito: ser homosexual.
A él, que hoy tiene 61 años, le tocó sufrir lo peor del franquismo. Esas leyes que no dejaban respirar, que marcaban la vida pública, pero también la privada. A él, su orientación sexual le condenó durante años.
Por la Ley de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad, donde el régimen franquista incluía a gays y lesbianas, sus entradas y salidas de prisión eran constantes. "Me jodieron los mejores años de mi vida. No podía trabajar, te detenían a la mínima y cuando entrabas en la cárcel los abusos y las violaciones eran terribles".
Alberto ni olvida ni perdona. "Las cosas han cambiado mucho. Ahora hay libertad". Pero también quiere que se tenga presente lo que soportó su generación. Hoy, acompañado de un grupo de compañeros que vivieron el mismo infierno, ha acudido al registro de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias de la madrileña calle de Alcalá para solicitar el expediente de su calvario.
Es el documento que le permitirá cobrar una pensión vitalicia de 800 euros y una indemnización de 12.000 euros, una pequeña compensación para estas víctimas de la ley. Izquierda Unida empezó a mover el tema y, tras pactar con el PSOE, el Gobierno ha destinado dos millones de euros a la cuestión. "Sólo he podido cotizar 14 años y me ha quedado una pensión bajísima", se queja Alberto.
José, 64 años, aunque contento con la medida, no puede evitar recordar las palabras de su madre cuando salía de casa. "¿Llevas dinero para pagar la multa? Si la policía te veía por la calle, paraban y al grito de ¡vamos maricón! te metían en el coche a empujones". Destino: la dirección general de la Puerta del Sol. Las primeras visitas se solucionaban pagando 300 ó 500 pesetas. Después de la tercera, se entraba en Carabanchel. "Yo lo siento sobre todo por mi madre. Ella sufrió muchísimo".
La presión era tal que, poco antes de morir Franco, José decidió irse a Italia. "Era la única manera de sobrevivir". Tuvo amigos que se casaron para esquivar la situación e incluso que se suicidaron. "Estuve fuera nueve años; volví porque la familia me tiraba mucho".
Por aquella época, los bares de ambiente en Madrid estaban en el barrio de Salamanca. "Chueca ni existía", afirma Ángel Curado, también represaliado del franquismo. Para encontrar algo de intimidad se acudía a los pinos del Paraninfo. "Siempre con el miedo de ser sorprendido por los 'grises'. Cómo nos daban cuando nos cogían...".
En el registro, el trámite va más rápido de lo esperado. Hay nervios y la pregunta más repetida es '¿Cuándo sabremos algo?'. "Se les enviará a casa una carta con un número de expediente, pero no les puedo decir más", responde amable una funcionaria.
"Es un primer paso para poder cobrar las indemnizaciones", explica el abogado Manuel Ródenas a las puertas del edificio. "Ahora hay que esperar. Hay personas que no recuerdan las fechas exactas de su paso por la cárcel, entraron en diferentes ocasiones e incluso hay gente que estuvo en distintas prisiones". Ha pasado mucho tiempo.
Para Manuel González, 69 años, la espera ha sido demasiado larga. Llegó hace dos meses a España desde Alemania. "Me fui en 1964". A los 15 años le detuvieron por primera vez. "En el franquismo, ser homosexual era peor que ser delincuente".
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