- ‘Mi nombre es Legión’
- La Vanguardia [México], 2008-02-03
Sodoma era la más hermosa ciudad en el valle del Jordán, aunque sus moradores eran perversos y entregados a las más bajas pasiones. La degradación llegó al extremo de que cuando Jehová envió a sus ángeles para destruir la ciudad, los sodomitas pretendieron sacar a los serafines de la casa de Lot para violarlos. Dos mil años después, el apóstol Pablo escribió respecto a la maldad de los gentiles de su época: “Y se entregaron a una mente depravada para hacer lo que no conviene, porque los hombres, dejando el natural uso de las mujeres, se encendieron los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas y contra naturaleza”.
Hoy, miles de años después, la perversión persiste a pesar de los avances de la modernidad, aunque por siglos, el silencio había ahogado las voces de los inocentes violentados.
Pero la verdad prevalece y como bien lo dijo Bernard Shaw, a veces la verdad aparece con blasfemias. Porque eso parecía cuando en 1997, periodistas de Connecticut publicaron los abusos contra menores del sacerdote fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel.
En México, el espinoso tema fue retomado por Ciro Gómez Leyva en CNI Canal 40 y después por Carmen Aristegui en el programa “Círculo Rojo”.
Y tal como estaba previsto, la furia estalló entre los más poderosos de México, benefactores de dicha congregación. Las amenazas y el boicot no se hicieron esperar, aunque eso no evitó la estrepitosa caída del cura Maciel de los altares, a donde los citados millonarios ya lo tenían destinado.
Porque hay que reconocer que en este caso el papa Benedicto XVI fue tajante y el legionario mayor, Marcial Maciel, fue separado del sacerdocio.
Maciel murió el jueves pasado sin aceptar sus culpas. Sabemos que el golpe fue brutal para los miembros de la congregación que no merece cargar con la mancha de su fundador. Aquí el punto es resaltar un problema que sigue permitiendo la violación de menores por aquellos que supuestamente son sus guías espirituales y educadores.
Y es que hoy, el cuerpo de la Iglesia (y de la sociedad) parece estar invadido por una legión de demonios como el que se apoderó del Gadareno; demonios que no han podido ser atados ni por los grilletes del derecho canónico, ni por las cadenas del derecho civil de las instancias judiciales de nuestro país.
El cura Nicolás Aguilar, violador de más de 100 infantes sigue prófugo. Asimismo la red de pederastas, ligada a Jean Succar Kuri, sigue en la impunidad. En ambos casos se perciben valores entendidos y la protección del alto clero y del Gobierno.
Es conocido que el sector más conservador del clero (muy cercano al PAN) protege a los pederastas como Nicolás Aguilar y que mantiene una clínica, la Casa Alberione, para curas pedófilos en Tlaquepaque, Jalisco, aun cuando el obispo Raúl Vera ha dicho que esa perversión no se cura.
El poder económico también está bajo sospecha, ya que empresarios como Kamel Nacif, Nicolás Madahuar y el mismo Succar Kuri, son miembros de las cúpulas patronales afines a la derecha en el poder.
Y ni qué decir de los ministros de la Suprema Corte, seis de ellos vergüenza del Poder Judicial, los cuales fallaron en contra de Lydia Cacho y, al parecer, a favor de la red de pederastas y de esa lacra poblana, mejor conocida en los bajos fondos como el “Góber precioso”.
Todo ello sin olvidar la acción de parte de policías de Migración, enviados por Gobernación, para acosar a los abogados gringos que vinieron a interrogar al cardenal Norberto Rivera con respecto a la violación de menores en California, en el caso del cura Nicolás Aguilar.
Hoy el mal persiste y asimismo los demonios. No olvide que cuando el Cristo le preguntó al atormentado Gadareno: “Quién eres?”. El endemoniado contestó dando voces e hiriéndose contra las piedras: “Mi nombre es Legión; porque somos muchos” (Mar. 5:9).
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