- El Papa frena la causa de Pío XII para proteger su relación con Israel
- Sectores judíos acusan a Pacelli de hacer la vista gorda ante el Holocausto
- El País, 2008-10-21 # M. Andrade · Roma / J.M. Muñoz · Jerusalén
La causa de beatificación del papa Pío XII (1939-1958), asunto espinoso y con ramificaciones diplomáticas y políticas de calado, aguarda la firma de Benedicto XVI. Pero ha tropezado con un escollo que cabía esperar: la amarga censura de amplios ámbitos del judaísmo, que acusan a Pío XII de hacer la vista gorda ante el Holocausto. Ratzinger, que destacó en septiembre la labor silenciosa y secreta de Pío XII en favor de los judíos, ha optado ahora por impulsar una investigación más profunda. A través de su portavoz, Federico Lombardi, ha confirmado que "no ha firmado todavía el decreto de las virtudes heroicas" de Eugenio Pacelli, y que el asunto "está siendo objeto de estudio y de reflexión". Lombarda ha pedido calma a católicos y judíos.
El Vaticano sabe bien que la figura de Pío XII es objeto de ácidas críticas en Israel, críticas que no sólo recaen sobre este Papa. Ayer apareció en una web de simpatizantes de Kadima -partido del primer ministro, Ehud Olmert- una fotografía de Ratzinger con una cruz gamada superpuesta. Horas después, fue retirada. Lombardi recordó que el Vaticano ya protestó cuando el Museo del Holocausto de Jerusalén (Yad Vashem) colocó el siguiente texto bajo la fotografía de Pío XII: "Cuando la relación de hechos sobre la masacre de los hebreos llegó al Vaticano, no reaccionó con protestas escritas o verbales. Cuando los judíos fueron deportados de Roma a Auschwitz, Pío XII no intervino... Cuando los hornos eran alimentados día y noche, el Santo Padre que vive en Roma no abandonó su palacio".
Esa animadversión, que expresó hace dos semanas en Roma el rabino jefe de Haifa, Shear Cohen, invitado especial del pontífice al sínodo, es el mayor obstáculo en el proceso de beatificación. El Vaticano pide tranquilidad antes de tomar una decisión. Lombardi apuntó a que "en esta situación no es oportuno intentar presionar ni en un sentido ni en otro". Pero, al mismo tiempo, el pasado fin de semana el relator de la causa para la beatificación, Peter Gumpel, y el postulador, Paolo Molinari, han reavivado la polémica por las "falsedades" lanzadas contra el papa Pacelli. Gumpel afirma que "son una evidente falsificación histórica" y que Benedicto XVI "tiene en suspenso la causa" porque desea mantener relaciones amistosas con los judíos.
Tanto Gumpel como Molinari reclaman un gesto a Israel. Ambos piden que la inscripción sobre Pío XII sea retirada de Yad Vashem, y Molinari se queja: "Prometen que van a cambiarla, pero no han hecho nada". El postulador confirma que Benedicto XVI espera una señal de "arrepentimiento" que acabe con la leyenda negra de Pacelli para seguir con la causa. Ratzinger duda. Teme que la beatificación suscite airadas reacciones en Israel y EE UU.
Israel y el Vaticano establecieron relaciones diplomáticas a comienzos de los noventa. Pero colean asuntos que profundizan en el recelo mutuo. Las instituciones católicas en Jerusalén lamentan que no se resuelva la expropiación de tierras y otras propiedades, que no disfruten de exenciones fiscales y que los clérigos no dispongan de libertad de movimientos para visitar Cisjordania.
El presidente Simón Peres pretende que Benedicto XVI gire visita oficial a Israel. El expediente de beatificación supone un obstáculo añadido para la organización de una visita que exige la negociación del protocolo. La mayoría de los jefes de Estado y Gobierno que visitan Israel paran en el Museo del Holocausto. Es impensable que Benedicto XVI acuda si la polémica placa continúa expuesta.
"Tenemos razones para pensar que Pío XII no hizo lo suficiente para salvar vidas judías. No quiero juzgar. Si existen evidencias deberán ser examinadas cuidadosamente", afirmó el domingo Peres. "La visita nada tiene que ver con las disputas. Esta tierra es santa para todos nosotros". Pese a sus palabras, la visita de Benedicto XVI se vincula a la polémica. El Museo del Holocausto -siempre ha presionado para que el Vaticano abra sus archivos- se expresó con cautela. "Cualquier visita del Papa a Israel sería un asunto político del que Yad Vashem no es parte". "Estamos convencidos de que la apertura de los archivos ayudaría a clarificar este episodio histórico".
- Las razones del silencio
- El País, 2008-10-21 # Hilari Raguer · Historiador y monje de Montserrat
Los apologistas de Pío XII lo absuelven de toda responsabilidad por su silencio ante el Holocausto alegando que fue un mal menor, por las represalias terribles que la denuncia habría provocado. Pero, ¿cabe imaginar un mal mayor que el exterminio que ya se estaba dando? Consecuencias peores podían darse, en todo caso, no para los judíos, sino para el Papa, tal vez con la ocupación militar del Vaticano. Pío XI había sido muy valiente al denunciar las leyes raciales fascistas de 1938. Pablo VI, para defender a Pío XII, saltándose los plazos habituales, mandó publicar la documentación vaticana de aquellos años (Actes et documents du Saint-Siège relatifs à la seconde guerra mondiale, Libereria Editrice Vaticana, 1965-1981), pero de los mismos documentos y de las notas del editor se desprende que importantes documentos fueron ocultados. Decía el P. Anselm Albareda, director de la Biblioteca de Montserrat y luego de la Vaticana, que cuando se recortan documentos siempre quedan filagarses (hilachas). La obra a mi entender más ponderada sobre esta cuestión es la del historiador Renato Moro, sobrino de Aldo Moro, La Iglesia y el exterminio de los judíos. Catolicismo, antisemitismo, nazismo (Desclée de Brouwer, Bilbao, 2004).
Creo que en el ánimo de Pío XII pesaron dos importantes razones. La primera es su conocida simpatía por Alemania, aunque ciertamente no por el nazismo. Las informaciones sobre el exterminio eran tan espantosas que al principio parecían increíbles. Cuando Pío XII recibió testimonios múltiples e irrefutables la guerra estaba ya inclinada francamente del lado de los aliados, y es probable que el Papa se resistiera a sumarse a la propaganda que éstos estaban haciendo contra el nazismo, como si temiera ser calificado de oportunista al sumarse al bando vencedor.
La cada vez más inevitable derrota alemana motivaba aún otra razón del silencio del Papa. La política de Pío XII (la italiana y la internacional) estuvo siempre presidida por una obsesión anticomunista. Su gran proyecto, aunque no lo podía promover abiertamente, era evitar la derrota de Alemania para que pactara la paz con Gran Bretaña y se lanzaran ambas contra la Unión Soviética. No era fácil, pero una condena del nazismo lo hubiera hecho metafísicamente imposible.
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