- Matrimonio, celibato y obispos
- El País, 2008-01-11 # Isabel Morant · Profesora de Historia, Universitat de València
Pero los hombres de
A partir de aquí, los obispos harían desaparecer estas y otras disidencias: las obras de Erasmo estuvieron prohibidas en España durante mucho tiempo y alguno de los más conocidos teólogos de
Con este pasado cabría esperar que los obispos católicos fueran hoy más prudentes y menos afirmativos en sus doctrinas que en el pasado. Cabría esperar que, en lugar de hacer las cosas difíciles a los creyentes, procuraran, en la tradición del humanismo cristiano, predicar una doctrina que no chocase con los deseos y las necesidades de las gentes. Así, si el matrimonio es un estado natural y deseable, como al parecer se reconoce ahora, podrían razonablemente permitir el que los sacerdotes se casaran y vivieran con las mujeres, como muchos desean. Y podrían, aún más, alejar la sospecha que pesa sobre sexo femenino, porque, aunque ahora no lo digan, qué otra cosa significa el que se nieguen en redondo a dejar en manos de las hijas de Eva -la pecadora- el culto y el gobierno de
Se ha dicho que
La iglesia española, sin embargo, no ignora que hoy ya no puede pretender lo que dice pretender: que los ciudadanos todos -sean o no creyentes- nos obliguemos a vivir según sus normas morales, las cuales, como hemos visto, son bastante oportunistas y, menos aún, puede pretender que el Estado laico haga dejación de la autoridad que le confieren los propios ciudadanos para dictar las normas cívicas que rigen la sociedad. No obstante, ellos lo están intentando y llevan a cabo una política radical y provocadora. La cosa no va de broma. A cuenta de la familia y otras cuestiones morales, los obispos y muchos que se tienen por liberales (Zaplana entre ellos) están armando una buena y, tengan o no tengan éxito en sus propuestas doctrinales, ya han logrado abrir una guerra que ellos piensan que les favorece: con ello aumenta el número de gentes que creen que hay un problema moral grave y que la iglesia es la que tiene la solución que imponer a los gobiernos, los de izquierda, claro. Si su política guerrera tiene otras consecuencias y costos, porque perturba la paz o daña la convivencia de los españoles, y si esto puede ser más grave en un país como el nuestro, en donde las libertades cívicas son frágiles y la democracia aún es reciente, éste será nuestro problema. ¡Menudos obispos tenemos, menudos radicales están hechos!
En cuanto al gobierno. Mejor será que pongan remedio. Estos obispos no son de fiar. Está bien que el gobierno se enfade. Pero lo siguiente sería que procuren acabar con esta historia, que puede envenenar aún más la política. Con prudencia y determinación habrá que enseñar a los obispos a negociar. Como ocurre en otras partes del mundo democrático.