2008/11/26

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  • Una lucha por la dignidad
  • Noticias de Gipuzkoa, 2008-11-26 # Editorial

Era hora de que también los hombres dieran un paso adelante, un paso público, contra la violencia machista porque lo que está en juego es la dignidad de más de la mitad de la sociedad. La suma de individuos movilizados debe ser como la extensión de la mancha de aceite que impregne las conciencias. Ayer, con motivo del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres se repitieron los pronunciamientos, las denuncias y las expresiones de buenas intenciones. No se puede permitir que ninguna víctima más se sume a la macabra lista de cinco mujeres asesinadas por la violencia machista en Euskal Herria en lo que va de 2008. Bienvenidas sean las conmemoraciones institucionales y las declaraciones oficiales. Bienvenidas sean las horas de emisión y las páginas dedicadas en el Día de ayer a mantener alta la guardia contra la violencia de género. Todos los símbolos que apoyen esta lucha por la dignidad son válidos. Hoy ya no es ayer, y sería conveniente que en lugar de pasar página nuestras conciencias se detuviesen en la foto fija de las mujeres que viven esa angustia de la amenaza, del desprecio, del empujón, de la bofetada, de la ira explosiva que acaba en paliza o en asesinato. Pasó el Día, pero continúa sin tregua la lucha por la dignidad de esas 400.000 mujeres que ese Día y el día después están siendo objeto de maltrato en cualquier lugar del Estado aunque sólo un 30% de ellas tienen el coraje de denunciarlo. Es hora de que todos, hombres y mujeres, se pongan en la piel del millón y medio que en algún momento de su vida han sido víctimas de la violencia machista. Ayer se denunciaron institucionalmente todas las agresiones que pueden enmarcarse en la violencia de género: malos tratos y asesinatos en el hogar, violaciones, acoso sexual, inducción a la prostitución... Hoy, en el desamparo y en la indefensión, las mujeres víctimas de esa violencia se enfrentan a sus verdugos y no se les puede dejar solas. Las cifras de la violencia de género son tan abrumadoras que deben asumirse como responsabilidad colectiva. Primero, por supuesto, de los más próximos; después, de las administraciones; por último, de toda la sociedad, a la que se debe sensibilizar y convencer de que se trata de un tema que va más allá de la solidaridad porque está en el ámbito de la dignidad.

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