- Cuando los niños no saben por qué
- Noticias de Gipuzkoa, 2008-02-25 # J. Imaz · Donostia
En Gipuzkoa también ocurre. Son los casos de abusos sexuales a menores. Ocho afectados, ahora mayores de edad, se han puesto en contacto y han creado la asociación Gasje con la que pretenden superarlo y ayudar a otras personas en su misma situación
Asier. 30 años. "Tenía cuatro la primera vez que me pasó. La gente que abusó de mí me lo planteó como un juego. Pero yo me ponía a llorar, les pedía que me dejaran en paz. Ellos se reían y yo me enfadaba cada vez más; cuanto más lloraba, más se burlaban. No podía hacer nada, me sentía muy mal y no lo entendía. A lo largo de los años eso se convierte en una bola de mierda que cada vez se hace más grande... Ahora pienso que la vida no me lo ha puesto fácil, pero que estoy saliendo adelante. Porque no nos podemos avergonzar, cuando somos las víctimas".
Amaia. 22 años. "Los recuerdos que tengo me llevan a cuando tenía entre ocho y once años, cuando ya me estaba haciendo mujer (silencio). Fue mi padre... Tenía muchos bajones, muchas veces me ponía a llorar sobre la cama. Y me preguntaba por qué me sentía así... Me estropearon la adolescencia, pero ahora estoy reconstruyendo mi vida. No quiero estar hablando todo el rato de esto; no quiero martirizarme. Tengo que afrontar mis nervios y los traumas que tengo. Es eso".
Los testimonios directos de las dos personas que están detrás de estas palabras -Amaia y Asier son los pseudónimos que han elegido para este reportaje- son suficientes para acercarse a una realidad que, a pesar del tabú que lo rodea, existe aquí, en Gipuzkoa: los abusos sexuales a menores. Sus historias, aunque diferentes, tienen mucho en común. Ambos fueron agredidos sexualmente cuando eran pequeños. Su infancia les fue arrebatada. Y los dos tratan de arreglar el descosido que sufrieron durante su niñez.
Uno de cada cinco
Una agrupación llamada GASJE (Gipuzkoako Abusu Sexualak Jasandakoen Elkartea-Asociación de Personas que han sufrido Abusos Sexuales) agrupa desde hace poco más de un año a guipuzcoanos que han pasado por ello. Aunque todavía no sean muchos asociados, saben que ahí fuera hay más. El 17% de los niños y el 23% de las niñas, una de cada cinco personas, dicen los estudios.
"Cuando tenía 14 años ni entraba en casa. Siempre estaba en la calle. Más tarde entre en una época en la que no salía de casa; quería estar sola". Amaia se preguntaba en aquellos momentos, al igual que cuando se desahogaba llorando sobre la cama, por qué sentía aquella zozobra interior. Hasta que, en una reunión de amigas, comenzó a desatar el nudo que tenía dentro. "Me di cuenta de que no sólo yo tenía problemas, sentí ese apoyo y lo conté", relata.
Esta joven residente en la comarca de Goierri rememora que sufrió al menos seis veces los tocamientos y vejaciones de su aita, el último cuando tenía once años. Amaia, aunque se daba cuenta de que "aquello no era trabajo de padre", se guardó aquellos episodios para sí misma. No quería decirlo en casa, por el qué dirán. "Supuestamente vivía rodeada de gente que me cuidaba, pero en realidad no me sentía segura", añade.
Aunque no le faltaba "cabeza para los estudios", los abandonó cuando era adolescente. Tenía sus amigas y también salía de juerga con ellas, pero las preguntas y el nudo seguían ahí. "Me pongo muy nerviosa", confiesa. Además de los "bloqueos" que todavía siente cuando comienza a intimar sexualmente con alguien. "Es una sensación extraña y mala. Ya sé que no me tiene por qué venir a la cabeza mi padre cuando estoy con mi novio. Me pasa cada vez menos, pero ocurre", se sincera.
Sin embargo, mientras observa el piso donde vive con su pareja, Amaia es consciente de que tiene que seguir adelante. "No tengo un trauma tan fuerte como para no hacer mi vida", reitera. Con la ayuda de una psicóloga y las terapias que organiza Gasje, está aprendiendo a superar sus nervios y sus inseguridades. "Poco a poco voy aprendiendo y afrontando la vida de otra forma. Para mí ha sido muy fuerte irme de casa y vivir aquí, por mi cuenta. Colgar la ropa, organizar esto... Lo necesitaba", explica, con una sonrisa.
"Supervivientes"
"Somos supervivientes", constata Asier. Ésa es la principal conclusión que ha sacado este joven donostiarra durante prácticamente la totalidad de sus 30 años. Porque, tras sufrir abusos sexuales entre los cuatro y los nueve años en manos de "gente cercana", no sabía hasta hace bien poco lo que era "ser feliz". "Te acostumbras a estar mal. Ahora al menos sé más o menos lo que es la felicidad", aclara.
Su testimonio rompe de lleno la idea de que las víctimas de estos episodios son siempre niñas. Y a él le ha dejado una huella imborrable en sus recuerdos: "Me acuerdo perfectamente. Luego corría a casa e, incluso, les decía a mis aitas que me quería morir. Te sientes guarro, asqueroso, sucio...". La crudeza de su relato explica lo que ocurre muchas veces en estos casos; las familias, si llegan a intuir que pasa algo, muchas veces tienden a tapar y a restar importancia a lo ocurrido. "Siendo un chico, más todavía", añade Asier.
Recuerdos
Pero la historia "nunca termina ahí", explica. Tras una juventud marcada por la timidez, la escasa sociabilidad, la baja autoestima y los problemas que se creaba a sí mismo para "dirigir el dolor en otra dirección", la "bola de mierda" se había hecho tan grande que Asier empezó "a volverse loco", explica.
Fue un amigo psicólogo el que le ayudó a encontrar el camino a la normalidad. "Empecé a recordar cosas, me empezaron a venir imágenes a la mente. Estrés y ganas de llorar". A pesar de estas afecciones, logró terminar la carrera de Derecho y ahora está trabajando. No ha sido fácil, pero está saliendo adelante.
Acudir a las terapias de Gasje y escuchar vivencias similares ha ayudado mucho tanto a Asier como a Amaia. A desatar sus nudos interiores y a responder a sus preguntas. A identificar sus temores y a afrontarlos. "Fui muy nerviosa a la primera reunión. Una mujer de unos 50 años se sentó a mi lado y empezó a hablar con toda naturalidad de su caso. Sencillamente, me quedé impresionada. Y luego escuché el testimonio del resto y fue una pasada... No sabes cuánto lloré", recalca Amaia.
Asier coincide con ella en ese punto. "Muchas veces la negación se convierte en una forma de tirar adelante y borrar la realidad que hemos sufrido. Al hablar con otras personas que han pasado por lo mismo nos sentimos normales", opina.
Y en eso viene empeñándose la agrupación Gasje durante su corta existencia. En la actualidad son ocho asociados, "un grupo de personas que han sufrido abusos sexuales durante la infancia y han conseguido salir adelante". Quieren denunciar que ese problema sigue existiendo en la sociedad actual y remover conciencias para que quien las ha sufrido se dé cuenta de ello. Para que ellos también salgan adelante.
- La complejidad de denunciar
- Los expertos señalan que resulta"difícil" acudir a los tribunales al margen de la edad que tenga la persona
"Quiero perdonar", afirma Asier. Tras sufrir abusos sexuales cuando tenía entre cuatro y nueve años, este joven de 30 años expresa este deseo después de una larga reflexión. Porque no es tan fácil ir a los tribunales. "Algunos necesitan denunciarlo para afrontar su situación. Cada caso es diferente", explica Asier.
Es difícil dar ese paso cuando han pasado muchos años desde que uno ha sido víctima de las agresiones. Y es también muy difícil cuando quien sufre los abusos es un menor.
"El abuso sexual es un delito y como tal merece un tratamiento de corte judicial", indica Bárbara Torres, profesora de la facultad de Psicología de la UPV y especialista en maltratos infantiles. "Por otra parte, a la vez que un delito, es un caso de maltrato. Esto puede crear consecuencias serias, difíciles y traumáticas en el niño. Compatibilizar la respuesta adecuada desde el punto de vista de la salud mental con la respuesta judicial adecuada, no siempre es fácil", matiza.
En opinión de Torres, "hay que atender" a los efectos negativos que un proceso judicial puede crear en el menor. "La prioridad debe situarse en el bienestar del niño", sentencia. Aunque, según aconseja, deben llevarse a cabo "las acciones legales necesarias", siempre tienen que estar supeditadas al bienestar del niño. En este sentido, apunta que los tribunales cada vez protegen más la intimidad y la protección del menor. Sobre los mayores, denunciarlo dependerá de "la capacidad de afrontar un proceso de este tipo".
- Bárbara Torres, profesora de psicología especializada en el área de maltratos infantiles
- "La mayoría de los abusos sexuales a niños se da en el entorno familiar"
- Esta profesora de la facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco (UPV) no habla de perfiles comunes de las víctimas de abusos sexuales. Tampoco lo hace en el caso de los agresores. Sin embargo, indica que la mayoría de los casos se dan en el entorno familiar
- Noticias de Gipuzkoa, 2008-02-25 # J. Imaz · Donostia
"Es bueno tener a alguien que te escuche, siempre que lo haga adecuadamente", recomienda Bárbara Torres a las personas que han tenido que pasar ese mal trago.
¿Existe algún síndrome específico que afecte a las personas que han sufrido este tipo agresiones durante la infancia?
No necesariamente. La respuesta de los niños y los adultos que han sido abusados durante su infancia es muy variada. Hay personas que se ven afectadas de forma traumática y sufren trastornos de diferentes tipos a lo largo de la niñez. En cambio, en otros casos las secuelas son menores e, incluso, nulas. Porque hay muchos factores que inciden en la respuesta emocional que da cada persona a un episodio de abusos sexuales.
¿Cuáles son esos factores?
Algo muy importante es quién ha sido el agresor. No es lo mismo que tu padre abuse de ti a que lo haga un vecino o alguien desconocido. Cuanto mayor es la cercanía afectiva o relacional con la persona que ejerce el abuso, el impacto suele ser mayor.
¿La edad de la persona es un factor?
Es otro elemento muy importante. Normalmente los abusadores son personas cercanas al niño y no lo hacen de forma violenta. No hay agresión física y no se ejerce de forma violenta. Cuando el niño descubre en ese momento o más tarde que ha sufrido un abuso, y cuando comienzan las consecuencias en el entorno familiar, es cuando pueden aparecer las secuelas.
Así que no es fácil darse cuenta cuando un niño está sufriendo abusos.
Es muy difícil captarlo, por el secreto que lo rodea. El abuso sexual no existiría sin el secreto, ya que los abusadores se cuidan mucho de garantizarlo. "Esto es algo especial entre nosotros", "mamá se enfadará si se lo cuentas", son frases que utilizan... Además, el agresor suele ser alguien con una relación cercana a la familia y con conocimiento del niño. De hecho, en la mayoría de las veces, los abusos son intrafamiliares.
¿La baja autoestima y la falta de seguridad en uno mismo no son afecciones habituales en las víctimas?
Quizá uno de los aspectos más comunes es los referente a la autoestima. Quien sufre abusos sexuales, de alguna manera sufre un abuso de confianza. Aparte del elemento sexual, significa que alguien de tu confianza te utiliza para satisfacer un impulso sexual adulto que no corresponde satisfacer con un niño. De alguna manera, el sujeto se ve como un objeto que sirve para satisfacer al otro, en vez de querido y respetado.
¿Qué afecciones pueden crear los abusos desde el punto de vista afectivo y sexual?
No sólo pueden conllevar problemas de carácter sexual, sino también pueden afectar a las relaciones interpersonales y afectivas. En el tema sexual, pueden aparecer dificultades en las relaciones.
¿Cómo debe afrontar esta realidad alguien que la ha sufrido y que se sienta afectada por ello?
No necesariamente todas las personas que sufren abusos sexuales necesitan tratamiento psicológico. La primera cosa importante para valorar ese aspecto es cómo le afecta a uno un suceso de este tipo, para valorar si esa persona necesita un apoyo psicológico o psicoterapeútico.
¿"Desahógate" o "Cuéntalo" pueden ser buenos consejos?
Es importante que una persona sea consciente de lo que le ha sucedido. A veces se sufren procesos de amnesia que también se dan en otros acontecimientos dramáticos. Otra cosa distinta es que alguien no lo quiera recordar. Pero ese suceso, tristemente, ha sucedido. Es importante que uno pueda trabajar sobre esa aceptación, no para olvidarlo -porque no podrá hacerlo nunca-, pero sí para poder integrarlo en su vida.
¿Qué beneficios puede traer ese desahogo?
Primero, deshacerse del sentimiento de culpa, que es muy común en estas personas. Ellos tienen que saber que no son culpables ni responsables de lo que les ha ocurrido. Y también para superar el trauma y, para ello, hablar es positivo.