- Tradiciones letales
- Violencia de género. Las leyes de Pakistán protegen a los maltratadores y condenan a las víctimas por el mero hecho de ser mujeres. Si una esposa ofende en público a su marido, éste puede asesinarla para restaurar su honor
- Público, 2008-12-21 # Antonio Pampliega
Shahnaz Bukhari, presidenta y fundadora de la ONG Asociación de Mujeres Progresistas con sede en Islamabad, convence a Zubaida para que nos muestre la importancia de esta asociación fundada 20 años atrás y que ha ayudado a más de 20.000 mujeres. La mujer acaba accediendo, el chador va deslizándose hacia atrás hasta que deja al descubierto un rostro desfigurado completamente por el ácido. "Esto es la cultura, las tradiciones de Pakistán. Ésta no es mi religión, no es el Islam. Mahoma dijo que si una niña nacía en el seno de una familia, esa familia era muy afortunada, porque las mujeres eran una bendición de Alá. No es mi religión, es mi cultura", relata Bukhari mientras lee un pequeño versículo del Corán donde se hace referencia a las mujeres.
Desgraciadamente, el caso de Zubaida no es el primero y no será el único del que se tenga conocimiento en Pakistán, donde las leyes del país protegen a los maltratadores y condenan a las víctimas por el mero hecho de ser mujeres. "Mi país no condena a los culpables. Cuando un hombre tira ácido o aceite hirviendo sobre el rostro de su mujer, va a la comisaría y alega que ha sido un accidente mientras preparaba la comida; la policía hace un pequeño informe donde queda reflejado que la mujer ha sido víctima de un desafortunado accidente doméstico, se firma y asunto arreglado", dice con pesar esta luchadora incansable por los derechos de la mujer en un país quese los niega.
En Pakistán, hasta hace poco tiempo, la Constitución del país reflejaba que si un hombre encontraba a su esposa y a su amante manteniendo relaciones sexuales estaba en legítimo derecho de acabar con la vida de ambos sin temor a ser castigado. "Por fortuna esto ya no es así", afirma Bukhari. Este país centroasiático ha heredado algunas tradiciones hindúes de la vecina India. La que ha calado más hondo es la de anular a la mujer como persona y someterla al mandato de los hombres. "La cultura hindú no da derechos a las mujeres. Tienen muy pocos y los que tienen apenas son relevantes", añade.
Violaciones que nadie denuncia
Cada año aumenta de forma alarmante el número de mujeres que mueren a manos de sus maridos u otro familiar o que son víctima de violaciones para saldar algún tipo de deuda. La Comisión de Derechos Humanos de Pakistán aseguró que en los primeros nueve meses de 2008 se han denunciado 320 violaciones individuales y otras 350 colectivas, pero sólo han sido detenidos 39 sospechosos. Las víctimas sólo denuncian en uno de cada tres casos, ya que deben presentar, al menos, tres testigos masculinos que verifiquen su versión. De lo contrario, la denuncia será archivada y la mujer corre el riesgo de ser asesinada como represalia. Pero estos datos se podrían quedar pequeños: en Pakistán muchas mujeres no están ni siquiera registradas como ciudadanas, por lo tanto no existen y a ojos del Gobierno sus asesinatos no se han producido. Muchas mujeres recurren al suicidio, ya que en Pakistán una violación trae la deshonra a la familia y prefieren quitarse la vida a mancillar el buen nombre de sus familiares.
Bukhari reconoce que la sociedad paquistaní tiene que ser educada para que descienda el número de mujeres maltratadas y la mejor forma es castigar a los culpables. "Creo que el problema es que no tenemos un buen sistema judicial. Este sistema nos enseña a que una persona que comete un robo o un asesinato debe ir a la cárcel, pero en el caso de la violencia doméstica, los culpables no son condenados. Éste es el problema, estamos enseñando a la sociedad que sus crímenes contra las mujeres no serán castigados", afirma.
Bukhari creó esta asociación para trabajar por los derechos de las mujeres en Pakistán y enseñarles cuáles son sus derechos legales y qué tipo de protección les puede prestar las leyes de Pakistán. Son ya 20 años de intensa lucha para cambiar tradiciones ancestrales. Dos décadas en las que esta mujer, madre de dos hijos y divorciada, no ha dado su brazo a torcer a pasar de la oposición gubernamental. "Para mi Gobierno, las mujeres que luchamos por los derechos de otras mujeres somos como terroristas. Yo soy una mala mujer porque me meto en donde no me llaman y no me quedo en mi casa cuidando de mis hijos", responde orgullosa mientras descuelga de la pared una medalla y varios diplomas concedidos por Francia, Alemania, EEUU y Pakistán. "Debe ser que se confundieron", responde mientras ríe afablemente.
La muerte de Benazir Bhutto supuso un duro golpe para las mujeres de Pakistán porque tenían puestas sus esperanzas en ella para que les brindara mayor protección. Su marido y actual presidente del país, Asif Alí Zardari no ha continuado con el legado de su esposa. "Creo que Benazir podría haber hecho cosas muy buenas por las mujeres, pero está muerta y no nos va a ayudar nunca más. Zardari, al principio, intentó seguir los pasos de su esposa y dar más derechos a las mujeres, pero el tiempo le ha cambiado. Hace poco ha nombrado ministros a dos hombres que han apoyado públicamente el maltrato y la violencia contra las mujeres. Esto me hizo sentir profundamente mal", finaliza.
Crímenes de honor
El divorcio es una de las causas más frecuentes de justificación para acabar con la vida de una mujer. En Pakistán, las mujeres no tiene derecho a pedir el divorcio y abandonar a su marido, de hacerlo se enfrentan a un largo proceso judicial que puede durar años y del que es posible que la mujer jamás vea el desenlace. Es probable que el marido acabe con su vida antes, alegando que le ha ofendido y avergonzado delante de toda la comunidad. Por eso, recurrirá a los crímenes de honor para justificar su asesinato. Estos crímenes son una práctica muy extendida en Pakistán, donde el hombre mancillado recurrirá al asesinato, la violación o mutilación de su esposa para recuperar el honor.
Uno de los casos más famosos fue el de Mukhtar Mai, brutalmente violada por cinco hombres de la tribu de los Mastoi para compensar que un pariente suyo había sido visto en una situación comprometida con una mujer de la tribu Mastoi sin estar casado. Mai se atrevió a llevarlos a todos a juicio (fueron absueltos por falta de pruebas), pero aquí comenzó una cruzada para que el mundo se enterase del trato que recibían las mujeres en Pakistán. El Gobierno de Pervez Musarraf le retiró el pasaporte para impedir que contara al mundo lo sucedido.
En pleno siglo XXI, las tradiciones y la sociedad juegan un papel fundamental en Pakistán. Una mujer que se queda viuda y con varios hijos no tiene derecho a rehacer su vida, ya que se la señalará con el dedo y se le dará de lado. En cambio, el hombre no sólo puede rehacer su vida en caso de que su esposa fallezca, sino que está en pleno derecho de hacerlo y la sociedad le incitará a ello.
El fundamentalismo religioso también ha influido y tiene parte de culpa. Una parte de la población paquistaní sigue con devota obediencia los designios de los mulás y los talibanes. En las zonas tribales de Pakistán sigue siendo normal que los padres casen a sus hijas de 11 ó 12 años, con hombres sexagenarios o incluso mayores. Se las somete desde temprana edad y se les inculca el respeto por los hombres para que se conviertan en esposas perfectas y dignas de su marido. Las niñas y mujeres también se utilizan como moneda de cambio. Un hombre puede dar a su nieta a otro varón para saldar una deuda que ha contraído.
Pese a este panorama tan desolador, hay muchas mujeres en Pakistán que gozan de absoluta libertad y que salen a la calle maquilladas e incluso sin el hiyab cubriéndoles la cabeza.
Zakara, una paquistaní de mediana edad, muestra una fotografía de su hija Sarwar. Viste completamente de negro y sólo deja ver sus ojos almendrados, por los que se deslizan algunas lágrimas cuando cuenta la historia de Sarwar en su casa de Lahore. "De pequeña tenía el sueño de poder estudiar medicina y ayudar a la gente. Era lo que más le gustaba, ayudar a los demás. Fue ella quién me enseñó a escribir mi nombre. Pero se tuvo que casar con un primo suyo para zanjar una disputa familiar por un asunto de dinero. Renunció a todo para poder ayudarnos", recuerda Zakara.
"Traté de disuadirla, pero no lo conseguí. Al principio todo iba bien, tuvo un hijo, pero poco a poco empezaron a surgir disputas entre mi hija y su marido. Eran totalmente incompatibles porque mi hija jamás se ha sometido a nadie y eso la acabó condenando. Un día, su marido la acusó de karo kari (adulterio, en urdu) y un disparo acabó con su vida", finaliza mientras rompe a llorar con más fuerza.
En las áreas tribales y la región de Baluchistán se ha arraigado esta práctica de castigo severo. Según la antigua tradición del karo kari si una pareja está manteniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio y se les pilla ambos serán ejecutados. Sin juicio y sin posibilidad de defenderse.
Un tribunal, compuesto por los más ancianos de la tribu, se reunirá para deliberar el castigo que debe aplicarse. En el mejor de los casos, serán expulsados de la aldea. En el peor, dos metros de tierra sepultarán sus cadáveres.
Esta práctica brutal se sigue utilizando aunque no está contemplada por el sistema judicial paquistaní. En el remoto caso de que la condena llegue a oídos de la justicia ordinaria los culpables serán arrestados y encarcelados. Por eso, suele ser un menor de edad el encargado de ejecutar a la pareja, ya que recibirá un castigo menor (entre seis meses y tres años de cárcel).
"El karo kari ha degenerado hasta límites insospechados. Un hombre que contrae una deuda con otro lo puede asesinar e ir a su casa, acusar a su madre, hermana o hija de haberlas visto en actitud indecorosa con él y asesinarlas por ese motivo. Es una práctica brutal y antimusulmana", confiesa Bukhari.
La lucha de mujeres como Shahnaz Bukhari o Mukhtar Mai debe servir de ejemplo a otras para que luchen por unos derechos que se les niegan desde el momento en el que nacen.