- Asunción Casasola, madre de Nagore Laffage, asesinada en Pamplona
- «A mi hija Nagore la mató porque no hizo lo que él quería»
- La madre de la joven asesinada en Pamplona pide que el peso de la Justicia caiga sobre el acusado y que nunca ejerza de psiquiatra
- El Diario Vasco, 2008-07-18 # Javier Peñalba
Asunción Casasola, madre de Nagore Laffage, la joven de veinte años de Irun que fue asesinada el pasado día 7 en Pamplona, pide que todo el peso de la Justicia caiga sobre el presunto autor del crimen. Con una gran serenidad, Casasola afirma que a su hija la mató «porque no hizo lo que él pretendía». Con su hija recién enterrada, Asunción no sabe si algún día podrá perdonar al autor del crimen. «Creo que no», dice.
- ¿Cómo se encuentra?
- Cada día que transcurre estoy más cansada psíquica y físicamente. Me encuentro agotada. Pensaba que tenía más fuerzas, pero me doy cuenta de que empiezo a flaquear. Desde que ocurrieron los hechos me he mantenido firme, pero desde el pasado martes noto que todo me empieza a pesar demasiado.
- ¿Y en casa, su marido y su hijo cómo están?
- Todavía peor. Son personas que no exteriorizan sus sentimientos. Ambos son muy reservados. Estos días, mi madre y mi hermana, como viven en el mismo bloque, comen y cenan con nosotros. A mi hijo le gustaría que estuviésemos los tres solos, como si la vida siguiese igual. Dice que si están sus tíos es porque ha sucedido algo. Mi hijo me preocupa. Javier tenía una relación especial con Nagore, tenían una gran complicidad. El día de los hechos, antes que todo sucediese, ellos ya se habían cruzado unos mensajes.
- El vacío en casa será tremendo.
- Claro, todo nos recuerda a ella. Pero al mismo tiempo ese vacío es, de alguna manera, llevadero. Nagore llevaba dos años estudiando en Pamplona y venía casa esporádicamente. No era de las que volvía todos los fines de semana.
- ¿Cuándo fue la última vez que estuvo con ella?
- Vino a Irun el 25 de junio y estuvo en casa hasta el 28. Eran vísperas de sanmarciales. Quería cortarse el pelo y tenía, además, que hacerse unas pruebas médicas. Entraba a trabajar en la Clínica Universitaria el día 30. Ya no la vi más con vida.
- Pero sí habló por teléfono.
- Así es, fue el 6 de julio. Me dijo que iba a salir porque el día de San Fermín no tenía que acudir al trabajo. Como ya sabéis estaba haciendo prácticas de segundo de Enfermería en el servicio de Oncología de la Clínica Universitaria. Era la única jornada que podía disfrutar de las fiestas de Pamplona. El resto de los días tenía que ir a trabajar. Fue una conversación típica entre una madre y su hija. Le dije que tenía que estudiar un poco más. Había suspendido dos asignaturas. Le dije que menos salir y más estudiar. De cualquiera manera, Nagore tampoco era una chica a la que le gustara mucho salir. No era de las que estaba todo el día en la calle.
- Los hechos ocurrieron el día 7. ¿Cuándo supo usted lo que había sucedido?
-Al día siguiente. Yo trabajo en una empresa de Lezo. Entro a las seis y cuarto de la mañana y salgo a las dos de la tarde. Aquel día, después de comer, cuando estaba echando una pequeña siesta, tocaron el timbre y aporrearon la puerta de casa. Observé por la mirilla y vi a una chica y un chico. No les conocía y no les abrí. Pero ellos insistieron, hasta el punto de que me asusté. Entonces, sonó el teléfono. Llamaban de la Ertzaintza. La persona que estaba al otro lado del aparato me dijo que habían encontrado una documentación de mi hija. Yo les respondí que Nagore estaba en Pamplona. Dijeron que ya lo sabían, pero que era mejor que fuera a la comisaría.
- (...)
- Cuando llegué, nada más entrar, ya me dijeron que una chica había aparecido muerta en un pueblo de Navarra, cerca de Erro. Me dijeron que estaba envuelta en unos plásticos y que había un 95% de probabilidades de que fuese Nagore. Me preguntaron si mi hija se acababa de cortar el pelo, que si se mordía las unas y que cerca del cuerpo había aparecido su documentación. Todo coincidía. Era Nagore. Ellos ya lo sabían.
-¿Cómo reaccionó usted?
-Les dije que no podía ser, que mi hija tenía que estar trabajando en la clínica. Me puse como una loca. Pero ellos ya habían realizado todas las comprobaciones. Empecé a llamar a amigos y familiares. Les decía que habían matado a mi hija, pero en realidad ni yo me lo creía. Fui a Pamplona con mi hermana. Me aconsejaron que no la viera. La identificó mi hermana. Todavía hoy no he asimilado que mi hija ya no está entre nosotros. Mi cabeza sabe que no la volveré a ver, pero mi corazón todavía no lo ha aceptado.
-¿Que sucedió el día del crimen?
- No lo sabemos realmente.
- ¿El presunto homicida y Nagore se conocían?
- Es posible que se conocieran, pero creemos que sólo de vista, como se pueden conocer muchas personas en una ciudad. Nagore había hecho prácticas en diferentes servicios de la clínica y no es descartable que ambos hubiesen coincido en alguna planta o pasillo del centro. Lo que sí sabemos es que el día de los hechos, cuando Nagore y sus amigas regresaban a casa, sobre las seis o siete de la mañana, después de estar de fiesta por la noche, se encontraron con este chico. A Nagore se lo presentaron sus amigas y se pusieron a hablar. Las amigas vieron que mi hija se fue con él. Es más, al día siguiente, cuando Nagore no fue a trabajar, las compañeras llamaron a la clínica y preguntaron por el médico para saber si éste sabía algo de mi hija. Les respondieron que el chico tampoco estaba.
- ¿Qué pudo suceder entre ellos?
- Hay un hecho objetivo. Ambos subieron a casa de él. A partir de ahí, todo son especulaciones. Es posible que el agresor hubiese encandilado a mi hija. ¿Que le pudiese gustar y que por ello se hubiese ido con él?, pues también es factible. Lo que está claro es que la ha matado porque mi hija no hizo lo que él quería. Lo tengo muy claro. Si sube y hacen lo que tienen que hacer porque les da la gana a los dos, mi hija seguiría viva. Mi hija tenía mucho carácter. Ella iba con quien quería. Si él hubiera intentado algo con Nagore que ella no hubiese querido, mi hija no lo habría dejado pasar.
- ¿La familia del autor se ha puesto en contacto con ustedes?
- No, para nada.
- Pero sí le ha llegado un mensaje de perdón lanzado por el abogado en nombre de la familia del detenido.
- Eso me han dicho, pero estos días no he tenido tiempo para leer ni escuchar nada. Justo para enterrar a mi hija.
- Le hubiese gustado que en lugar del abogado le hubiese llamado la madre del chico.
- Sí que me hubiese gustado. Aunque no me hubiera pedido perdón, aunque sólo me hubiese dicho: lo siento.
- ¿Qué le diría a su madre?
- Que no entiendo lo que ha hecho su hijo. Pero también me pongo en su lugar y pienso que tiene que ser horrible. Que un hijo tuyo mate a otra persona es tremendo para unos padres. De cualquier manera, su hijo permanecerá unos años en la cárcel, pero le tienen ahí, podrán visitarle y al cabo de un tiempo saldrá a la calle. Yo nunca voy a tener a mi hija.
- Y al presunto homicida ¿qué le diría?
- Que por qué no la dejó vivir. Sólo tenía veinte años. Tenía toda la vida por delante. Si realmente hubiese conocido a Nagore no la habría matado. Ningún ser humano tiene el derecho a segar la vida de otra persona, en ninguna circunstancia. Siempre he dicho que yo era una persona con mucha suerte. Esta vez, sin embargo, la vida me ha dado un tremendo mazazo. Lo peor que podía pasar. Estamos preparados para ver morir a nuestros mayores, pero no a nuestros hijos y menos de esta manera.
-¿Se puede perdonar un crimen así?
- No lo sé, creo que no. Sólo deseo que se haga justicia, que el autor de esta horrenda muerte sea condenado conforme a la gravedad del hecho que ha cometido, a muchos años, que purgue su pena en la cárcel y que jamás ejerza de psiquiatra.
- Independiente, madura y sensata
Nagore Laffage estudiaba segundo curso de Enfermería en la Universidad de Navarra. «Lo suyo era vocacional. A ella se le daban mucho mejor los números, pero estaba convencida de que quería ser enfermera. Ella se ocupó del cuidado de su abuela cuando estuvo ingresada. Su proyecto era hacer la especialidad después de terminar los tres cursos. Aún no se había decantado por cuál de ellas, si por Oncología, Psiquiatría o Urgencias».
Asunción Casasola recuerda a su hija como una joven independiente. «Ya desde niña se valía por sí misma. Cuando hacía gimnasia y sufría una torcedura de tobillo u otra lesión más grave, ella misma se iba al médico. Y luego, igual venía a casa con la escayola puesta. Nunca me solía llamar para que le acompañara».
Independiente por un lado y madura por otro. «A veces era más madura que yo. Era una organizadora nata. Cuando salíamos de viaje con amigos, ella se ocupaba de trazar los recorridos, los itinerarios que había de realizar. Se ocupaba de todos los detalles», explica su madre. Era también «muy sensata y tremendamente familiar. Su familia era una de las cosas más importantes para ella».
Asunción asegura que su hija «siempre tenía que estar en toda las movidas. Era tremendamente participativa. Se apuntaba a todas las actividades que podía, ya fuera a clase de acordeón o a gimnasia rítmica. Lo importante para ella no era tanto ser buena en cada disciplina, sino participar».