- Osakidetza fecunda cada año a una decena de mujeres sin pareja o lesbianas
- Otras pocas son viudas que congelaron el semen de su marido antes de que falleciera. Alrededor del 30% de las pacientes que acuden a los servicios de reproducción asistida son inseminadas
- Noticias de Gipuzkoa, 2008-08-01 # Gessamí Corner · Donostia
Andalucía y Euskadi. Si una mujer no tiene pareja o es lesbiana y quiere ser mamá, conviene que su lugar de residencia sea alguna de estas dos comunidades autónomas, porque son las que tienen una interpretación más progresista de la ley sobre técnicas de reproducción asistida. Permiten fecundar a las mujeres solas y homosexuales en la sanidad pública siempre que cumplan los requisitos exigidos a todas las pacientes. Y el más importante es tener menos de 40 años.
Quizá por ello sólo una decena de estas mujeres acaban siendo fertilizadas en Osakidetza, ya que cuando una mujer que está sola se plantea la maternidad, en la mayoría de los casos, ha esperado muchos años a una pareja que al final no ha llegado. En el caso de las mujeres lesbianas, si a veces ya es difícil plantear públicamente su sexualidad, tener un hijo es un paso que sólo unas pocas se atreven a culminar.
Pero el deseo de ser madre supera montañas. Y, a veces, resulta tremendamente conmovedor. De entre las 1.400 mujeres que atienden al año en la unidad de reproducción asistida del hospital de Cruces, el centro de referencia de la CAV en esta materia, "tres o cuatro no sólo estaban solas, sino que además son viudas", explica su director, el doctor Roberto Matorras. "Sus parejas fallecieron jóvenes, casi todas de cáncer, pero antes de morir congelaron el semen y luego ellas acudieron al hospital para someterse a un proceso de inseminación artificial".
Aunque el número de estas madres es, afortunadamente, testimonial, ha aumentado "un poco" con la última modificación de la ley, fechada en 2006, que permitió alargar el periodo de congelación del semen del marido de seis a doce meses.
Las mujeres que se someten a un proceso de inseminación representan el 30% de las pacientes que pasan por Cruces. De ellas, el 5% acude con semen de donante anónimo y el 25% se inseminan con el esperma de su pareja, que se revitaliza en el laboratorio. Un proceso de inseminación contempla entre 4 y 6 intentos.
El 70% restante se somete a procesos in vitro (tres intentos). En ambos casos, las mujeres deben someterse a un tratamiento de estimulación ovárica con medicamentos con alto contenido en progesterona. El tope de edad y las listas de espera hacen que muchas mujeres acudan a la sanidad privada para llevar a cabo su sueño.
- Roberto Matorras, director de reproducción asistida de cruces
- "Para nosotros, no tener una pareja masculina es un problema de fertilidad"
- Alrededor del 30% de las pacientes que acuden a los servicios de reproducción asistida son inseminadas
Qué requisitos debe cumplir una mujer para someterse a un proceso de fertilización en la sanidad pública?
Tiene que tener menos de 40 años en el momento del procedimiento, no debe tener contraindicaciones para el embarazo ni riesgos de enfermedades transmisibles al feto, la técnica de reproducción asistida debe estar indicada para ella y debe tener evidencias de buena respuesta ovárica, que es la capacidad del óvulo para responder a la estimulación con la medicación que administramos.
En ningún momento ha nombrado tener una pareja masculina. ¿Es necesaria?
El documento de consenso de los centros públicos, fechado en 2002, establece que el criterio es que la mujer tenga un problema de infertilidad. Este término no se ha interpretado de la misma manera en los centros públicos del Estado. Hay gente que dice que, lógicamente, la mujer sin pareja tiene un problema de infertilidad y hay quien dice que no. Es una cuestión semántica. Nuestra interpretación es que no tener una pareja masculina supone un problema de fertilidad, por lo que las atendemos.
Llama la atención que haya tan pocas mujeres solas o con pareja femenina que acudan a la sanidad pública. ¿Desconocen esta opción?
No es que sean pocas, es que hay muchas con pareja masculina. El 0,5% parece poco, pero es que en Cruces tenemos cada año alrededor de 1.400 pacientes nuevas.
¿Ha notado un aumento de mujeres solas y lesbianas que acuden al hospital?
Sí, lo hemos notado. Ha sido un aumento notable.
¿Cuáles son las principales causas de infertilidad en la mujer y cuáles en el hombre?
En la mujer, principalmente el aumento de la edad. Por eso deben tener como máximo 40 años. Cuanto más aumenta la edad, más disminuye la posibilidad de embarazo aunque no haya un problema sobreañadido. La edad potencia los problemas de base, que son los trastornos de la ovulación, los problemas en las trompas y la endiometrosis. En el hombre, el problema básicamente es la mala calidad seminal.
Recientemente un estudio advertía de que los hombres también tienen reloj biológico. Aseguraban que a partir de los 35 años la mala calidad del esperma disparaba el número de abortos.
En un estudio que hemos elaborado nosotros vemos que la tasa de fertilidad en los hombres disminuye claramente a partir de los 40 años. Pero es importante destacar que, aunque es verdad que su edad influye, lo hace en mucha menor medida que en las mujeres.
¿A qué está asociada la mala calidad seminal?
El estudio de la calidad seminal es bastante frustrante porque en la mayoría de los casos se desconoce el motivo. Sólo en unos pocos pacientes hay un problema genético, infeccioso u hormonal. Así que en la medicina reproductiva actual hemos sido muy prácticos. Hace décadas se hacían esfuerzos por estudiar las causas, obteniendo unos resultados contradictorios y frustrantes. Hoy en día, con la técnica de reproducción in vitro ICSI somos capaces de conseguir embarazos prácticamente en todos los problemas de fertilidad del varón.
¿En qué consiste esa técnica?
En pinchar el óvulo con una aguja finísima e introducirle el espermatozoide. En la fecundación in vitro convencional pones el óvulo en el laboratorio y lo rodeas de espermatozoides, para que alguno atraviese la pared del óvulo.
¿Qué tasas de éxito tienen?
En in vitro, cada intento tiene un éxito del 42%. En inseminación, si el semen es de donante, la tasa es del 28% y, si es del marido, del 18%.
Son tasas bajas.
Sí, pero estamos hablando de intentos. Por pacientes, el 80% que han seguido un proceso in vitro han quedado embarazadas. En la inseminación, con donantes la tasa asciende al 70-80% y al 60-70% si el semen es del marido.
- "Es mi proyecto"
- Una mujer soltera y en plena fase de inseminación y otra casada con su pareja, que también es mujer, relatan cómo decidieron escuchar su instinto maternal y someterse a un proceso de inseminación con donantes anónimos
"Hace un año, al ver que me venía la cuarentena y no tenía pareja, me planteé la inseminación. Llevaba diez años pensando seriamente en la maternidad pero a los 30 mi novio de entonces no quería y, luego, de forma inconsciente, fui posponiendo la decisión en beneficio de mi carrera profesional", explica Leire. La suya es la historia más habitual entre las mujeres que acuden a una clínica privada en busca de un bebé.
Leire, nombre ficticio de una mujer vasca de 40 años, todavía no le ha explicado a su madre su intención de darle un nieto, el primero de la familia, pero sus hermanas ya sueñan con convertirse en tías. Está soltera, su situación económica es más que aceptable y tiene un entorno que le permitirá crearse una red de apoyo si la criatura llega. De momento, va por la tercera y última inseminación de la primera tanda. Sus niveles hormonales son los acordes a una mujer de su edad, pero sabe que justo por tener 40 años necesita una dosis de progesterona elevada, que a su vez disparan las posibilidades de un embarazo múltiple... "Bueno, si vienen dos será más duro para mí, pero habrá que pensar que, como yo estoy sola, ellos se harán compañía, ¿no?", explica con una sonrisa sin perder la calma.
Lo tiene todo muy meditado, pero hay una cosa que se le escapa: el estrés. "El mes pasado no me inseminé porque tenía mucho trabajo y estaba fuera de mí", reconoce. Sabe que los nervios no son un buen compañero de viaje, pero es lo que hay. "La progesterona te altera, mis hermanas y mis compañeros de trabajo me soportan, pero la verdad es que te conviertes en una montaña rusa emocional".
En una semana volverá a la clínica para la última inseminación de esta tanda. Si no se queda embarazada se dará "un plazo de unos meses" para relajarse y quizá volverlo a intentar. "Y, si no se puede, no se puede. Por experiencias cercanas, no me veo en un proceso de adopción", agrega.
En ningún momento se planteó involucrar a un amigo en lo que ella llama "mi proyecto". "Es tu decisión. Entiendo que hay gente que puede llegar a ese tipo de compromisos, pero a mí no me apetecía meterme en una serie de complicaciones emocionales y comprometer a un amigo", aunque lo que sí se planteó desde un principio es contar con la ayuda de sus hermanas y el resto de su familia: "En general, las mujeres que nos metemos en estos berenjenales nos ponemos en situación para ver qué infraestructura necesitas para criar a un hijo siendo una mujer trabajadora. A no ser que seas una superwoman , el apoyo de la familia es muy importante".
Además, sabe que va a "estar sola" en una historia que le va a requerir "mucha energía vital": "Voy a ser una madre mayor y mi hijo no tendrá una figura paterna. Todo eso te da que pensar, pero cuando nacemos las personas somos los seres más carenciales del mundo y creo que con mucho amor todo se puede suplir. No hacen falta tantas tonterías y complejos. Entiendo que no es la situación ideal entre comillas, pero ¿qué situación lo es?".
Para muchos, tener dos mamás tampoco es esa situación ideal. Pero para la pequeña Irati, de dos años, su familia es la mejor del mundo. Irati fue un bebé muy meditado y muy deseado, tanto que sus madres tuvieron que "salir del armario". Durante ocho años mantuvieron su relación en la intimidad, algo que ya no podían permitirse si finalmente daban el paso de quedarse embarazadas. Y lo dieron: hace dos años y medio se casaron embarazadas. "Fue todo muy bonito, pero si ves las fotos... ¡qué tripa tenía!", recuerda Nekane. Irati se adelantó mes y medio y nació en la Clínica del Pilar de Donostia una semana después de la boda.
Llegó a sus vidas "de la única manera posible", por inseminación. Ni Nekane ni Joana se plantearon enredar a un amigo. Tampoco pudieron acudir a la sanidad pública: "Cuando lo decidimos yo ya tenía 43 años y tampoco imaginé que siendo lesbiana tuviera esa posibilidad". Y al segundo intento, se quedó embarazada: "No supe la suerte que tuve hasta que conocí a gente que le ha costado mucho. Cuando vas a la clínica piensas que quedarte embarazada es fácil, pero qué va".
En septiembre Irati comenzará su escolarización en la ikastola. Sus madres saben que las preguntas llegarán, por eso mantienen el anonimato pero acceden a conceder esta entrevista y han creado, junto con otros padres homosexuales, la asociación Magala (asociacionmagala@hotmail.es). "Queremos darnos apoyo, escucharnos entre nosotros y ayudarnos, si podemos, en las situaciones que se den en casa" . De momento, en la ikastola las han acogido con el cariño que dan a cualquier familia.
Nekane cree que "lo más complicado ya está hecho". Durante muchos años tuvo una relación de pareja con un hombre, luego conoció a Joana, se enamoró y para tener a Irati, se lo tuvo que contar a su madre y a su entorno laboral. "Cuando mi madre supo que me iba a casar y que mi mujer iba a ser una chica y no un marido, pasó mucha vergüenza". Pero Irati ha borrado todos esos problemas de un plumazo: "Los abuelos están que se les cae la baba". Y todas las semanas les llevan a la niña "para que la disfruten".
"Cuando decidimos que queríamos tener un bebé teníamos muy claro que queríamos criarlo nosotras". En su caso, "tener pareja fue la base", porque sola "jamás" lo hubiera intentado, aunque siempre había querido tener hijos. Joana tenía un trabajo mejor pagado y estaba más estresada, por lo que su cuerpo quizá no respondería tan bien al tratamiento hormonal, así que la decisión de quién se quedaría embarazada fue fácil. Nekane daría a luz y dejaría de trabajar fuera de casa para ocuparse de la crianza de la niña y las tareas del hogar.
"Lo estoy disfrutando muchísimo, soy muy niñera", indica orgullosa. "Si antes de que llegara Irati estábamos bien como pareja, ahora estamos mucho mejor", añade Joana. Les daba igual el sexo del bebé, pero ahora que tienen a Irati entre los brazos, no pueden imaginarse a otro niño, "¡es que es tan rica y tan maja!". Si hubiera sido niño, se habría llamado Mikel.