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2008/12/22

> Berria: Eliza > LA CONFERENCIA EPISCOPAL ENTREGA A CARITAS 1,9 MILLONES DE EUROS

  • La Conferencia Episcopal entrega a Cáritas 1,9 millones de euros
  • Camineo, 2008-12-22
Dada la situación que atraviesa la economía de muchos hogares y el aumento de personas en necesidad, la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha entregado a Cáritas, por medio de su Secretario General Mons. D. Juan Antonio Martínez Camino, una aportación de 1,9 millones de euros, correspondientes al 1% del Fondo Común Interdiocesano. Los obispos españoles decidieron realizar esta donación a Cáritas durante la XCII Asamblea Plenaria de la CEE que tuvo lugar a finales de noviembre.

La entrega se llevó a cabo en la sede de Cáritas Española el 17 de diciembre, en el marco de la presentación de la Campaña de Cáritas antes la crisis económica. En el marco de esta presentación se puso de relieve el aumento del 50% del número de demandas de ayuda a Cáritas, con respecto al 2007. El secretario de Cáritas Española, Silverio Agea, puso de relieve la necesidad de un plan social urgente, dado que la actual crisis "ha puesto al descubierto las lagunas del sistema de protección social".

En su intervención Mons. Martínez Camino recordó lo que los obispos dijeron en la Plenaria acerca de que "es el momento de reflexionar sobre los orígenes morales de la crisis, examinando si el relativismo moral no ha fomentado conductas no orientadas por criterios objetivos de servicio al bien común y al interés general".

2008/12/18

> Berria: Eliza > LA IGLESIA CATOLICA VUELVE A HABLAR DE BIOETICA

  • La Iglesia vuelve a hablar de bioética
  • Camineo, 2008-12-18 # Fernando Pascual L.C.
La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó, el 12 de diciembre de 2008, la instrucción “Dignitas personae. Sobre algunas cuestiones de bioética”. Este documento se coloca en una larga tradición de textos y alocuciones de la Iglesia sobre bioética sobre criterios éticos que iluminan y orientan el modo correcto de promover una medicina y una investigación respetuosas de la dignidad de la persona humana.

Podemos recordar, por ejemplo, cómo ya Pío XII había pronunciado importantes discursos sobre temas sanitarios (tratamiento del dolor, intervenciones médicas, aborto, etcétera). Pablo VI, por su parte, publicó una encíclica, la “Humanae vitae” (1968) para denunciar los males de la anticoncepción. Algunos años después, en 1974, la Congregación para la Doctrina de la Fe emanó un documento, “De abortu procurato”, sobre el aborto. Con Juan Pablo II vieron la luz tres importantes documentos que tocan temas bioéticos: uno sobre la eutanasia (“Iura et bona”, 1980), otro sobre el respeto a la vida humana en sus fases iniciales y sobre fecundación artificial (“Donum vitae”, 1987), y la encíclica “Evangelium vitae” (1995).

“Dignitas personae” lleva la fecha oficial del 8 de diciembre de 2008. Este documento es, en parte, un complemento necesario de la instrucción “Donum vitae”, después de más de 20 años de nuevos descubrimientos y aplicaciones en el mundo de la biotecnología y de la procreación artificial. Cuenta, además, con la aprobación explícita del Papa Benedicto XVI.

Es oportuno recordar que la “Donum vitae”, publicada 9 años después del nacimiento de Louise Brown (la primera niña concebida con fecundación in vitro, nacida el 25 de julio de 1978), había presentado los criterios necesarios para dar un juicio ético sobre la inseminación artificial, la fecundación in vitro (FIVET), la maternidad subrogada (o alquiler de útero), la experimentación con embriones, el diagnóstico prenatal. El pasar de los años ha permitido el desarrollo de nuevas técnicas, y es por eso que la Iglesia se sintió llamada a ofrecer un juicio sobre las mismas.

Intentemos ahora realizar una primera síntesis del nuevo documento, “Dignitas personae”. La introducción explica el sentido del mismo y su necesidad, así como realiza una visión positiva de la ciencia, llamada a ofrecer un importante servicio “al bien integral de la vida y dignidad de cada ser humano” (n. 3). El documento queda luego dividido en tres partes y una conclusión.

La primera parte afronta los “aspectos antropológicos, teológicos y éticos de la vida y la procreación humana”. Para ello, recuerda dos principios fundamentales, en continuidad con lo ya afirmado en la “Donum vitae”:

Primero: “El embrión humano (...) tiene desde el principio la dignidad propia de la persona” (n. 5).

Segundo: “El origen de la vida humana (...) tiene su auténtico contexto en el matrimonio y la familia, donde es generada por medio de un acto que expresa el amor recíproco entre el hombre y la mujer. Una procreación verdaderamente responsable para con quien ha de nacer «es fruto del matrimonio»” (n. 6).

La segunda parte, “Nuevos problemas relativos a la procreación”, repropone y actualiza los juicios formulados en la “Donum vitae” sobre las diversas técnicas de procreación (reproducción) artificial, así como situaciones que se han ido creado como consecuencia del uso de tales técnicas.

En muchas técnicas de reproducción artificial se trabaja con embriones en un contexto que implica una grave falta de respeto hacia los mismos, hasta el punto de tratarlos como un “producto” disponible. Ello explica el elevado número de pérdidas (muertes) de embriones humanos debido a las técnicas usadas (FIVET e ICSI, sobre todo).

Ante esta situación, el documento afirma: “La Iglesia reconoce la legitimidad del deseo de un hijo, y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad. Sin embargo, ese deseo no puede ser antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla a un dominio absoluto. El deseo de un hijo no puede justificar la 'producción' del mismo, así como el deseo de no tener un hijo ya concebido no puede justificar su abandono o destrucción” (n. 16).

Se afronta aquí el delicado tema de los embriones congelados abandonados. El documento condena como contrarios a la ética el uso de los mismos en la experimentación. Presenta serias objeciones éticas “cederlos” a parejas que desean tener hijos o que piden adoptarlos.

La situación de estos embriones es tan grave y problemática, que exige tomar medidas para que cuanto antes dejen de ser producidos, según lo que ya había indicado Juan Pablo II en un discurso del 24 de mayo de 1996 que es citado en la nueva instrucción (en el n. 19). En el mismo el Papa hacía “una llamada a la conciencia de los responsables del mundo científico, y de modo particular a los médicos, para que se detenga la producción de embriones humanos, teniendo en cuenta que no se vislumbra una salida moralmente lícita para el destino humano de los miles y miles de embriones 'congelados', que son y siguen siendo siempre titulares de los derechos esenciales y que, por tanto, hay que tutelar jurídicamente como personas humanas”.

Otros argumentos considerados en esta segunda parte son los siguientes: la congelación de óvulos, la reducción embrionaria, el diagnóstico preimplantatorio. Además, se ofrece un juicio sobre técnicas abortivas precoces, especialmente la intercepción (a través del uso de la espiral y de la píldora del día después) y la contragestación (con el uso de la RU 486).

Es especialmente luminoso un párrafo que habla del uso selectivo e injusto del diagnóstico preimplantatorio y que denuncia la mentalidad discriminatoria que está detrás de esta técnica. Un embrión humano que no tiene la salud o las características deseadas por otros merece ser siempre respetado. Por eso hace falta reconocer que “la dignidad pertenece de igual modo a cada ser humano individual y no depende del proyecto familiar, la condición social, la formación cultural o el estado de desarrollo físico. Si en otros tiempos, aun aceptando el concepto y las exigencias de la dignidad humana en general, se practicó la discriminación por motivos de raza, religión o condición social, hoy se asiste a una no menos grave e injusta discriminación que lleva a no reconocer el estatuto ético y jurídico de seres humanos afectados por graves patologías e incapacidades: se olvida así que las personas enfermas y minusválidas no son una especie de categoría aparte, porque la enfermedad y la incapacitación pertenecen a la condición humana y tocan a todos en primera persona, incluso cuando no se tiene una experiencia directa de ello. Tal discriminación es inmoral y debería ser considerada jurídicamente inaceptable” (n. 22).

La tercera parte, “Nuevas propuestas terapéuticas que comportan la manipulación del embrión o del patrimonio genético humano” toca argumentos de gran actualidad que son objeto de debate en el ámbito científico y en la opinión pública.

En concreto, se ofrece un juicio ético sobre la terapia génica, en sus dos modalidades, somática o germinal. Sobre la primera, el juicio es el mismo que vale para cualquier acto terapéutico y para la experimentación: que los peligros y costos no superen a los beneficios esperados, y que haya consenso del enfermo o de su representante. Sobre la segunda (terapia génica germinal), el juicio es negativo, por los enormes riesgos que comporta, y porque requiere, en el estado actual de la ciencia, intervenir sobre embriones producidos “in vitro” (lo cual es siempre inmoral). El juicio negativo es mayor si se recurre a la terapia germinal no para curar enfermedades genéticas sino para “producir” seres humanos con características genéticas impuestas desde una mentalidad eugenésica.

Otro argumento afrontado es el de la clonación humana. El juicio es negativo para sus dos modalidades, reproductiva y terapéutica. En el primer caso, se impondría un patrimonio genético a un ser humano, lo cual atenta contra el respeto que merece su dignidad. En el segundo caso, se producirían seres humanos destinados simplemente a su uso y destrucción por parte de los investigadores, lo cual es mucho más grave. “Producir embriones con el propósito de destruirlos, aunque sea para ayudar a los enfermos, es totalmente incompatible con la dignidad humana, porque reduce la existencia de un ser humano, incluso en estado embrionario, a la categoría de instrumento que se usa y destruye” (n. 30).

Por lo que se refiere al tema de las células troncales o células madre (en inglés, “Stem cells”), el documento formula un juicio positivo si tales células son obtenidas desde un sujeto adulto y sin menoscabo de su salud o integridad, o desde el cordón umbilical, o desde fetos muertos de forma natural. “Es necesario alentar el impulso y el apoyo a la investigación sobre el uso de células troncales adultas, ya que no implica problemas éticos” (n. 32).

El juicio, en cambio, es negativo si la obtención de tales células troncales implica la destrucción de embriones, como ocurre en muchas investigaciones que están orientadas a estudiar cómo son y qué ventajas ofrecen las células troncales de tipo embrionario.

Los últimos parágrafos abordan dos temas de frontera. El primero se refiere a la creación de híbridos, es decir, entidades obtenidas a través de la “mezcla” entre óvulos de animales y núcleos celulares de seres humanos; el juicio para este tipo de experimentos es claramente negativo. El segundo se refiere a cómo actuar frente a líneas celulares obtenidas desde la destrucción de embriones por parte de terceros, un tema complejo en el que siempre debe quedar claro la obligación ética de no colaborar nunca en acciones que implican destruir o dañar embriones humanos.

La conclusión explicita todavía más dos ideas que resultan centrales en todo el documento: la necesidad de tutelar a los seres humanos más débiles (de modo especial, a los seres humanos en sus primeras fases de desarrollo, los embriones); y la urgencia de respetar la ética en el mundo de la investigación científica, para evitar aquellos usos de la ciencia que pongan el peligro bienes básicos para la existencia de la vida humana en la tierra. Vale la pena, en ese sentido, reproducir unas líneas de esta parte conclusiva:

“Los ataques diarios contra la vida humana; la existencia de grandes zonas de pobreza en las que los hombres mueren de hambre y enfermedades, excluidos de recursos de orden teórico y práctico que otros países tienen a disposición con sobreabundancia; un desarrollo tecnológico e industrial que está poniendo en riesgo de colapso el ecosistema; la utilización de la investigación científica en el campo de la física, la química y la biología con fines bélicos; las numerosas guerras que todavía hoy dividen pueblos y culturas. Éstos son, por desgracia, sólo algunos signos elocuentes de cómo el hombre puede hacer un mal uso de su capacidad y convertirse en el peor enemigo de sí mismo, perdiendo la conciencia de su alta y específica vocación a ser un colaborador en la obra creadora de Dios” (n. 36).

Con la instrucción “Dignitas personae” la Iglesia ofrece un documento sobre bioética abierto a toda persona de buena voluntad, en el que invita a la ciencia y a la medicina a dirigir sus mejores esfuerzos al servicio del ser humano. Para ello, el documento denuncia formas de abuso con las que algunos adultos buscan usar a otros sin respetar su dignidad intrínseca; por ejemplo, con la producción, congelación, selección y destrucción de embriones, la clonación, etcétera.

Desde una mirada filosófica y teológica sobre la condición humana, es posible descubrir la necesidad de establecer límites éticos que impidan a los investigadores pisotear el derecho a la vida y a la salud de los más débiles, los embriones, y que ayuden a promover una medicina orientada al bien de todos, sin discriminaciones.

2008/12/11

> Iritzia: Jorge Enrique Mújica > TORMENTA MEDIATICA CONTRA EL NUNCIO ANTE LA ONU QUE HABLO SOBRE HOMOSEXUALIDAD

  • Tormenta mediática contra el nuncio ante la ONU que habló sobre homosexualidad
  • ¿Leyeron bien las declaraciones de Monseñor Migliore?
  • Camineo, 2008-12-11 # Jorge Enrique Mújica L. C.
El 1 de diciembre la agencia francesa I-Media realizó una entrevista al representante de la Santa Sede ante la ONU, Mons. Celestino Migliore. Una de las preguntas, concretamente la tercera, iniciaba recordando que Francia tenía la intención de presentar una propuesta para pedir la “despenalización” de la homosexualidad en el mundo para luego formular la interrogante directamente: “¿Cómo reacciona ante esta propuesta?”.

Mons. Migliore respondió: “Todo aquello que va en favor del respeto y de la tutela de las personas es parte de nuestro patrimonio humano y espiritual. El Catecismo de la Iglesia Católica dice, y no desde hoy, que en el trato con las personas homosexuales se debe evitar todo marco de injusta discriminación. Pero aquí la cuestión es otra. Con una declaración de valor político, firmada por un grupo de países, se pide a los Estados y a los mecanismos internacionales de actuación y control de derechos humanos agregar nuevas categorías protegidas por la discriminación. Por ejemplo, los Estados que no reconocen la unión entre personas del mismo sexo como “matrimonio” serán puestos a la caza y hechos objetos de presión”.

Una gran cantidad de medios de comunicación en el mundo recogieron esta parte de la entrevista y desplegaron titulares totalmente ajenos al contenido de la respuesta. Así, las primeras páginas en prensa escrita o digital y las entradillas televisivas y radiofónicas en no pocos países oscilaban entre que el Vaticano se adhería a la pena de muerte para los homosexuales u, otras menos radicales aunque ciertamente dolosas, que el Vaticano quiere meter en la cárcel a los homosexuales. O lo que es lo mismo, se ha hecho pasar a la Santa Sede como autora de la penalización de la homosexualidad en base a sacar de un contexto las declaraciones del nuncio ante la ONU.

Las reacciones en el mundo político no se han hecho esperar. Los grupos activistas gays también han comenzado una caza mediática en los numerosos portales de internet que manejan y en las declaraciones que han hechos y siguen dando.

De hecho, el crescendo reaccional ha hecho que el portavoz de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi, haya emitido una declaración al respecto en la que afirmó: “Obviamente nadie quiere defender la pena de muerte para los homosexuales, como algunos quisieran dar a entender”. “Los conocidos principios del respeto de los derechos fundamentales de la persona y del rechazo de toda injusta discriminación –reconocidos claramente por el Catecismo de la Iglesia Católica– excluyen evidentemente no sólo la pena de muerte, sino todas las legislaciones penales violentas o discrimininatorias en relación con los homosexuales”, declaró.

¿Y qué dice concretamente el Catecismo al respecto? “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba”. Y más adelante recuerda: “Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (Cf. CIC 2358).

Nuevamente estamos frente a un caso de tergiversación de la información, un hecho muy socorrido en los temas religiosos, sobre todo si tienen que ver con la realidad católica. La respuesta, que en su contenido no tiene ninguna alusión que huela a ataque contra un grupo concreto, se ha interpretado como tal. Una lectura pausada y atenta lo confirma.

A mediados de este mes de diciembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas examinará una declaración propuesta por la Unión Europea y otros países que desean la “despenalización” de la homosexualidad en todo el mundo. Un diplomático francés –Francia tiene la presidencia en turno de la Unión Europea–, Rama Yade, se está ocupando de llevar adelante la iniciativa, según declaraciones de la misión francesa ante la ONU a la agencia de noticias ANSA.

No obstante que menos de 50 países miembros de la ONU han anunciado su apoyo a este proyecto, mientras que más de 150, entre ellos la Santa Sede, no lo han hecho, es justamente al Vaticano en el que se quiere buscar el chivo expiatorio por el que parece no prosperará la iniciativa.

¿Y es que no resulta positiva una despenalización de la homosexualidad como medio para la no discriminación? Como dejó ver Mons. Migliore y declaró el mismo padre Lombardi, “no sólo se busca despenalizar la homosexualidad, sino introducir una declaración de valor político que puede derivarse en sistema de control, según los cuales, toda norma –no solo lega, sino también relativa a la vida de los grupos sociales o religiosos– que no ponga exactamente en el mismo nivel toda orientación sexual podría ser considerada como contraria al respeto de los derechos del hombre”, lo que “puede convertirse en instrumento de presión o discriminación ante quien, sólo por poner un ejemplo muy claro, considera que el matrimonio entre un hombre y una mujer es la forma fundamental y originaria de la vida social”.

Es decir, se quiere hacer una relectura de la Declaración de Derechos Humanos a la luz de la orientación sexual lo que conllevaría recortar la libertad de expresión y religiosa para quienes piensen distinto sobre la homosexualidad.

Esta vez, como tantas otras, la justa preocupación del Vaticano se ha convertido en motivo de polémica instrumental y de ataques inútiles. Una falta de lectura atenta de la fuente original ha desencadenado algo que, seguramente, se sumará a las muchas leyendas negras que tiene la Iglesia. No estaría de más preguntar si alguno ha leído las declaraciones y si conoce lo que un documento oficial de la Iglesia, piensa sobre las personas homosexuales. Quizá así la nueva inquisición no pondrá a la Iglesia católica en el índice de instituciones vejadas

2008/05/20

> Berria: Homofobia > EL VATICANO CONFIRMA QUE NO DEBE ACEPTARSE A LOS HOMOSEXUALES EN LOS SEMINARIOS

  • El Vaticano confirma que no debe aceptarse a los homosexuales en los seminarios
  • Camineo, 2008-05-20 # José Luis Turiel · Ciudad del Vaticano

El Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, con aprobación del Papa Benedicto XVI, ha enviado una carta a los obispos del mundo, reafirmando que las normas establecidas por la Congregación para la Educación Católica en la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al Seminario y a las órdenes Sagradas del 4 de noviembre de 2005, son de aplicación universal y no admiten excepciones.


En el breve “Rescriptum ex audientia” –respuesta escrita que sigue a varias consultas– el Cardenal Bertone señala que las normas establecidas respecto a la selección de candidatos al sacerdocio por la Instrucción, vale “para todas las casas de formación para el sacerdocio, incluidas aquellas que dependen de los Dicasterios para la Iglesias Orientales, para la Evangelización de los Pueblos y para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica".


El documento, que según explica el Cardenal Bertone, se publica en respuesta "a numerosos pedidos de clarificación dirigidos a la Santa Sede sobre este tema", implica que el impedimento para aceptar a candidatos homosexuales a los seminarios se aplica no sólo a los seminarios diocesanos, sino a los de las órdenes y congregaciones religiosas; así como aquellos que se encuentran en territorio de misión.


En la Instrucción de 2005, la Congregación para la Educación Católica, "de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cree necesario afirmar con claridad que la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay".


"Dichas personas se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas".