- Arrupe, un faro de luz
- Deia, 2008-11-14 # Gontzal Mendibil · Cantante y creador del musical "Arrupe, mi silencio"
Un día como hoy, hace ahora 101 años, nació en Bilbao el Padre Arrupe. Podemos decir que es uno de los grandes personajes vascos universales, cuyo destino le deparó una vida tan intensa como dura. Arrupe, el hombre optimista que llevó la Compañía de Jesús en épocas difíciles, vivió la religiosidad con la proclama de la fe y la justicia en los cinco continentes.
"Nuestra proclama de la Fe y la Justicia traerá muchos mártires. Pero recordad que hemos de obedecer con alegría e inteligencia, y que el carácter del misionero ha de ser optimista, porque para un misionero que ha de luchar siempre a contracorriente, su optimismo será un gran aliado".
¿Qué nos puede aportar un hombre como Arrupe en tiempos de crisis y de desánimo? Arrupe siguió la máxima ignaciana de que la vida es alternancia y que "En tiempo de desolación se habrá de tener paciencia y confianza y en tiempo de consolación, prudencia y vigía". Habremos por tanto de aplicarnos el cuento de que en la vida no es todo coser y cantar, que la vida es el cuento de nunca acabar, de quereres y sinsabores, de luces y sombras.
En tiempo de crisis, todo requerirá de empeño, confianza y muchísimo sacrificio. "Confiad en Dios como si todo el éxito dependiera de Él y no de vosotros", decía Arrupe, "pero esforzaos al máximo como si Dios no fuera a hacer nada y sólo vosotros todo".
Hemos aprendido de Arrupe que la actitud es fundamental en la vida, que la resolución del problema o problemas vendrá si ha de venir; y si no, es que tenía que ser así. Por tanto, puede que la crisis ejerza de aprendizaje que nos hará interrogar a todos.
"Yo lo veía claro, los jesuitas teníamos que hacer esto". Arrupe fue precursor dentro de la iglesia y trascendió la propia Compañía de Jesús y la propia religiosidad. Fue un entusiasta crítico con la sociedad que se salió de los cánones establecidos. Un faro dentro y fuera de la iglesia, pero un hombre díscolo para la Curia Romana que le castigó en su tiempo. Como es sabido tuvo grandes discrepancias con Juan Pablo II.
También nuestras penas, y nuestras cruces son reales y se dice que en tiempo de crisis, donde hay siempre más dudas que respuestas, es la actitud la que determina todo, la confianza en que se puede salir, hace que se luche con ahínco contra el desasosiego y la desesperanza.
Hay un proverbio que viene muy a cuento, "el pesimista se queja del viento, el optimista espera a que cambie, y el realista ajusta las velas".
"El pesimismo es falto de luz", diría Arrupe. Es un problema de "mirada" y esfuerzo. Que tu mirada eleve tu contemplación en la acción. ¡que tu mirada sea nítida! Mirad, pero con los ojos del corazón. He ahí su proclama. Estos días, nuestras miradas han estado centradas en el foco de Obama, iluminados por su faro, se despertaban emociones como nunca antes se habían vivido. Oí decir que el atractivo de Obama, además de su carisma y su estupenda locución, es que transmite pasión y traspasa fronteras, es multicolor, es negro, es mulato y es blanco.
Y Arrupe, defensor de la interculturalidad, en su ser era blanco, negro y amarillo. Nos habló y proclamó la inculturización que lo vivió en primera persona cuando supo trasmitir su mensaje de solidaridad en las cárceles de máxima seguridad en New York, cuando se sumergió en la cultura japonesa o cuando creó los JRS (Servicio de ayuda a los millones de desplazados y refugiados). Todavía recuerdo mi visita este mismo año en Roma al JRS creado por Arrupe y que atiende diariamente a más de 500 personas desamparadas, refugiados y desplazados por las guerras, por las injusticias o por las hambrunas. Habría que recordar que en esta sociedad de la opulencia, hay gente, mucha gente que lo pasa mal, y que están con verdaderas necesidades de subsistencia. Y obviamente la crisis en ellos ejerce de puntilla definitiva.
Y en esa defensa de la justicia, desde su audacia, Pedro Arrupe fue un aliento de vida para la Iglesia y fuera de ella, como Obama lo es una fuente de esperanza para el mundo. Conscientes los dos de que las sociedades en crisis necesitan cambios en sus formas y en el fondo. Arrupe con el rechazo institucional, sufrió en propia persona su loable intención. Eso le trajo muchos castigos e incomprensiones. Obama por de pronto, es una promesa de esperanza y ojalá su "Yes, we can", su querer es poder sea no sólo una ilusión transitoria sino algo real y duradero.
Y el mundo necesita de más faros, de más personas de referencia, de más Arrupes y Obamas que nos apunten en otra dirección, que mantengan viva la esperanza, que nos puedan decir que aún podemos cambiarlo. El mundo necesita de hábiles timoneles que conduzcan entre obstáculos los tiempos de crisis. El mundo requiere ese espíritu de inteligencia emocional que difieren del resto por ser transmisores de confianza y por su actuar independiente e interdependiente de querer convertir el desánimo y la amenaza en una nueva oportunidad.
Es evidente que los propósitos de Arrupe no gustaron a todos. De hecho, el riesgo en vidas humanas persiste: más de 40 jesuitas han sido asesinados en estos 30 años en el mundo. Puede que sea el precio de la verdad evangelizadora muy lejos de la "cómoda evangelización postular" de la iglesia oficial y oficialista tan anclada en las formas del pasado, con tan poca agilidad para hacer frente a los cambios.
Arrupe murió en Roma después de una larga enfermedad en febrero de 1991. Dos años antes, sin que él apenas fuera consciente, mataron en el Salvador a varios jesuitas, entre ellos el jesuita vasco Ellakuria. Hace ahora 15 días también fueron asesinados dos jesuitas en Moscú. Un hecho aún sin esclarecer, pero que está clara la procedencia de los tiros y sus porqués. La defensa de la justicia en países donde la corrupción campea a sus anchas siempre es un acto tan valioso como peligroso.
Y en el lado opuesto del faro de luz están las sombras impertérritas en su poder, las fuerzas fácticas como el cardenal Antonio María Rouco Varela, en la institución jerárquica eclesial, presidente de la Conferencia Episcopal Española, muy lejos el pueblo a quien según las normas evangélicas dice defender. Me decía estos días un amigo, que las tres instituciones intocables y no adaptadas al devenir de los tiempos son la iglesia, el ejército y la banca. Y lo evidente es que estamos en época de cambio, de necesaria transformación, y poner diques al océano es postergar un hecho real que se ha de atajar en tiempo real. Este sistema neoliberal capitalista donde el tener es el único valor está haciendo aguas por doquier y necesitaremos por tanto más faros que nos alumbren, donde se nos diga que "triunfar en la vida no es tener todo lo que se quiere, sino ser todo lo que buenamente se puede".
Y podemos y debemos, como nos decía Arrupe, participar en la encrucijada de nuestro tiempo siempre mirando al futuro y estando abiertos a responder a las nuevas necesidades que surgen.