- En la playa con el hijo del novio de mi madre
- Las nuevas familias afrontan los problemas de convivencia en verano. En muchas rupturas recientes es la hora de la revancha
- EL País, 2008-08-05 # Isabel Pedrote
La escena sucede en Disneyland París. En una cola esperan un hombre que acaba de inaugurar la cuarentena, una mujer algo más joven, un adolescente conectado a unos auriculares que se balancea al ritmo que decreta la música, una niña de unos 11 años y otra de tres sobre los hombros de su padre. La clásica familia nuclear española de vacaciones en un parque temático. Nada es lo que parece: el chico es hijo de un matrimonio anterior de él; la niña mediana, de uno de ella; y la pequeña, de los dos. He aquí un ejemplo de los nuevos modelos de familia que avanzan a paso de gigante y a punto están de desbancar a la tradicional.
En la jerga sociológica se llaman familias reconstituidas (parejas con al menos un hijo no común, fruto de una relación previa). Los datos oficiales son escasos y antiguos: el censo de 2001 -el último del Instituto Nacional de Estadística (INE) que registró los cambios en la composición de los hogares- contabiliza 233.000 segundas o terceras reagrupaciones, aunque otros estudios privados hablan ya de 460.000 y vaticinan que para 2020 serán mayoría.
La revolución familiar que ha experimentado España ha cambiado también las vacaciones. ¿Cómo las viven estas familias? ¿Qué hacen para encajar el rompecabezas de intereses? ¿Cómo se lo toman los niños? ¿Qué pasa cuando hay rechazo? ¿Se va cada padre por su lado con sus hijos?
A decir de los especialistas, en vacaciones hallamos dos tipos de nuevas familias: la que mantiene una relación de tiempo, con rodaje y baqueteada, donde el problema está más en la logística -la manera de casar trabajo y disponibilidad de los niños- que en la empatía de sus miembros; y la reciente, que aprovecha los periodos de asueto para experimentar por primera vez la convivencia.
Isabel M., la mujer de la secuencia tópica de Disneyland, pertenece al segundo grupo, y aún recuerda con horror aquel viaje a París. Fue hace dos años: los chicos mayores apenas conectaron y, además, el adolescente, cuya incorporación al veraneo había sido a trancas y barrancas después de una persistente (y, al final, imperativa) labor del padre, se dedicó con ahínco a dar la tabarra a la madrastra, todavía enojado por la ruptura de sus progenitores y receloso de la estrenada situación.
Porque debajo de la concatenación de oraciones subordinadas con las que se suelen definir los flamantes entramados familiares -el hermano del hijo del novio de mi padre, por ejemplo- hay una variada gama de combinaciones y un universo de sentimientos, algunos encontrados.
"Nos pareció un buen plan para que el mayor se integrara de una vez, su hermana pequeña ya había cumplido los tres años y aún no habíamos pasado una temporada todos juntos, sólo hacía visitas cortas", explica Isabel, médico de 39 años, que conoció a su segundo marido en el trabajo. "La nueva pareja intenta vivir el patrón de las vacaciones de la familia feliz y comete el error de juntarlos a todos por las buenas. Se dan de bruces contra la realidad porque terminan siendo las peores vacaciones de su vida", opina la pedagoga argentina Nora Rodríguez, autora de Hermanos cada 15 días (Integral, 2008). "Los padres creen que se van a dar una buena oportunidad y que es una ocasión fantástica para conocerse todos y crear vínculos, pero lo hijos puede que vayan en otra dirección", añade.
Para escribir el libro, Rodríguez, profesora de Formación Docente del Campus Universitario de la Mediterránea en Barcelona, ha entrevistado a un centenar de personas. De sus páginas sale la cifra de 460.000 familias reconstituidas en España y la proyección de que en 2020 es probable que, vivan o no en la misma casa, superen a las nucleares clásicas. No es descabellado. Según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el número de divorcios registrados a lo largo de 2007 en España fue de 130.840, y el de separaciones, de 10.210. El INE señala que cada año más de 100.000 menores ingresan en el apartado de hijos de divorciados, lo que significa que estos niños se convierten en integrantes de las nuevas familias, ya sea por parte de madre, de padre, o de ambos.
Carmen O., técnica de publicidad de 45 años, se encuentra en el grupo de parejas consolidadas que ha ido explorando pacientemente la convivencia hasta culminar en unas vacaciones con todas las patas de la familia reunidas. Lo que no le ha evitado horas de cálculos y un esfuerzo denodado: ella y su novio -que mantienen sus respectivos domicilios- han recurrido al ordenador para confeccionar un cuadrante y que nadie salga perjudicado. Sobre todo Mario, el hijo de Carmen, con 15 años y las hormonas enloquecidas. Está en una etapa en la que su concentración se limita a dos plays, la Play Station y el Playboy, por lo que renunció a un viaje al Caribe si tenía que aguantar a las niñas de Federico (el novio de la madre), de 11 y 8 años, edades absolutamente fuera de su constelación, pese a que la relación con sus nuevas hermanas está exenta de conflictos.
Tras mil y una vueltas al calendario, a los turnos de sus respectivos trabajos y a los dos ex (que a su vez, han tenido descendencia de sus segundas uniones), el embrollo se ha resuelto a fuerza de aflojar pasta: una semana de crucero con las niñas, otra todos juntos en el barco de Federico (con la condición de que Mario pueda llevar a un colega para no aburrirse) y, por último, la pareja sola en Nueva York. Carmen, además, ha pasado unos días con Mario y su madre, que está medio impedida, un factor más a considerar en la difícil ecuación cuando se ha cruzado el umbral de los cuarenta. "Podría haber optado por que cada uno estuviera con sus niños, y luego irnos solos, pero es una relación de tiempo y creo que es importante implicarte afectivamente con los hijos de tu pareja", razona la publicista.
Algo así ocurre poco. Lo común, y más ahora con la cada vez más colosal crisis, es que no se disponga de dinero ni tiempo para disfrutar de tan fastuoso veraneo. Nora Rodríguez cuenta que la mayoría suele tener un par de semanitas y en ellas intenta la agrupación total. "Los padres deberían dedicar dos o tres días a sus hijos biológicos, a un niño le molesta mucho que su padre lo trate igual que a los hijos de su pareja. Ellos necesitan saber que siguen siendo exclusivos".
La exclusividad está garantizada en las rupturas recientes o conflictivas. Juan Luis Rubio, presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados (22.000 asociados), explica que lo habitual es repartir las vacaciones entre los hijos y la pareja. "Es muy raro juntar a todos, se renuncia al intento, y no por falta de conexión, sino por temor a que la madre o el padre biológico de los niños se entere de que van a estar con la otra o el otro y saboteen las vacaciones. Es un riego que casi nadie asume".
Si la familia de origen terminó mal, la nueva tardará más en arrancar. A veces las ex parejas aprovechan las vacaciones para tomarse la revancha. Según Rubio, el 60% de los miembros de su organización -hay que tener en cuenta que si acuden a ella es porque tienen problemas- cuando va a buscar a sus hijos se encuentra con que o no están, o no quieren ir con ellos por lo que algunos psicólogos llaman síndrome de alineación parental, el rechazo hacia un progenitor que el otro fomenta en el hijo. "Acuden al juzgado, pero el periodo de vacaciones se agota antes de que terminen los trámites", lamenta.
El teléfono de Manuel Parrilla echa fuego en estas fechas. Abogado matrimonialista, ha llevado el caso de una madre lesbiana, no biológica, a la que la juez ha reconocido en una sentencia como progenitora, sin haber presentado siquiera los papeles de adopción. "Muchos padres utilizan a los niños como arma de presión si no han recibido, por ejemplo, la parte de los gastos extraordinarios que ellos piden. Entonces, si el convenio no refleja hora de entrega, los llevan a las doce de la noche, o justo después de que haya salido el avión rumbo al destino vacacional".
Parrilla opina que los incumplimientos de los regímenes de vacaciones se podrían resolver de forma más ágil desde los órganos judiciales con una simple llamada de teléfono. Según él, es lo que hace la juez de familia de Sevilla María Núñez: llama ella misma y solventa el escollo.
Algunos colectivos niegan la existencia del síndrome de alienación parental porque no está diagnosticado por la Organización Mundial de la Salud. Lo que no se pone en duda es que en ocasiones la aceptación por parte de los hijos de la nueva pareja es un muro difícil de derribar. Antes que la sociedad, el reconocimiento a la familia que se crea lo da la familia de origen. El psiquiatra Roberto Pereira escribe en un artículo que las familias reconstituidas nacen de la pérdida (el divorcio o separación), una pérdida que comporta un duelo, y un vía crucis emocional. Desde que se divorció hace cuatros años, Samuel N., funcionario de 50 años, ha hecho el esfuerzo de guardar una parte de su descanso laboral para viajar con su hija. Los dos solos.
La chica, que cuando empezó todo tenía 15 años, se resiste a convivir un fin de semana con la pareja de Samuel, un entuerto que no tuvo que afrontar con los dos mayores porque ya eran independientes. Ahora se acaba de casar, y ha dicho que se terminó: "Mi hija tiene que respetar mi elección y no puede organizarme la vida". La joven (ya ha cumplido 19 años) se ha perdido un recorrido por las ciudades más turísticas de Italia junto a Samuel, su esposa y la hija de ésta, de 14 años, quien, por cierto, repite la misma pauta de comportamiento que su hermanastra con la mujer de su padre como diana.
¿Qué hay de las situaciones que describen con humor teleseries como Los Serrano? En las tramas inventan poco. Existen. En una pequeña ciudad costera andaluza aún se comenta el desenlace del matrimonio de un viudo con cuatro hijos y una divorciada con tres. Cuando la mujer se cruzaba con las amigas en el centro comercial comentaba aliviada lo bien que habían conectado los menores de la recién inaugurada saga: una chica de 16 años y un chico de 18. Y tanto que habían conectado. Mucho. Al poco tiempo, los murmullos y trasiegos nocturnos descubrieron a los estupefactos padres que los niños se habían enamorado.
Las parejas de gays y lesbianas con hijos de uniones previas lo tienen doblemente complicado. La relación ha de estar muy asumida por el entorno para pensar en unas vacaciones. César Sanz, secretario de Galehi (Asociación de Familias de Gays y Lesbianas con Hijos e Hijas), dice que aún no lo han analizado con detenimiento, pero lo que sí han constatado es que cada vez habrá más, porque las personas que han tenido hijos "tardan en salir del armario". Rosa H. relata cómo un proyecto de vacaciones fue la chispa que hizo que se fuera al traste su relación con una mujer con dos hijos de padres diferentes. "El progenitor del segundo no lo consintió, amenazó con quitarle a mi pareja la custodia y con el desgaste todo se derrumbó".
La pedagoga Nora Rodríguez aconseja a las nuevas familias no forzar vínculos instantáneos, que traten de conciliar diferentes gustos y hábitos para ver qué se puede hacer y qué no. "De cómo se afronten las primeras vacaciones dependerá el modo que enseñemos la parte de socialización, la parentalidad". Si se alquila una casa o se va a un hotel, que cada uno tenga un lugar en el que se sienta cómodo, porque va a ser su refugio.
No se trata de hacer cosas espectaculares para impresionar a los hijos, el efecto puede ser contraproducente. Rodríguez recuerda el caso de una niña pequeña a la que le habían preparado todo un planazo con la novia del padre y el hermanastro. Pero la cría reaccionó en dirección opuesta porque disfrutó tanto que quiso hacer partícipe a sus seres queridos.
Al final de la jornada, en la terraza de una cafetería, se hace balance.
-¿Te lo estás pasando bien? -le pregunta el padre.
-Sí, sí, me lo estoy pasando muy bien, ¡qué pena que se lo haya perdido mamá! ¿Por qué no ha venido?
A la mamastra se le atragantó la aceituna.