- Urge hablar sobre discriminación a gays en el trabajo
- Cumplir 30 años de orgullo no se puede considerar un logro cuando la visibilidad de la diversidad sexual sólo se da en las calles y en las empresas el closet continúa como obligación para la supervivencia humana y el desarrollo laboral
- 2008-06-17 # Redacción Anodis
La eficacia laboral y la orientación sexual no tienen nada que ver. Si alguien hace bien su trabajo no se debe a los gustos sexuales, a la identidad genérica que se asuma ni a la atracción hacia el mismo sexo o al contrario.
Si alguien hace bien su trabajo lo hace por cualidades y actitudes diferentes que tienen que ver más con las capacidades y la disposición de las personas. En esto más de uno coinciden, incluso hasta los mismos opositores a la diversidad sexual lo dicen.
Sin embargo, el desarrollo laboral de cada individuo sí depende de la orientación sexual. La realidad es que trabajos, empresas o los mismos gobiernos tienen en sus filas casos de muchos homosexuales que no han podido crecer profesionalmente por su orientación sexual, otros más de gays que pese a estar fuera del closet prefieren “por su bien” callarla.
Y lamentablemente, también hay los tan repetidos casos de despidos o peor aún de no contratación de personas de la diversidad sexual por motivos de discriminación disfrazados en cientos de pretextos banales.
Claro que no es una obligación dar a conocer la orientación sexual en su ambiente laboral. Nadie va al trabajo con la intención de hablar con los compañeros sobre sus experiencias sexuales o con la idea de comentar intimidades. Es vida privada, asuntos ajenos a los temas laborales.
Pero siempre ocurre. La gente con la que más se convive, a veces, es con la del trabajo y en más de una ocasión las preguntas sobre “¿quién te gusta?”, “¿tienes pareja?”, “¿ya te casas?”, “¿a dónde fuiste el fin?”o “¿quién te habla tanto?” aparecen en las charlas sin opción a concluir la conversación de forma institucional (“yo no hablo de esas cosas”).
La convivencia diaria rompe la línea entre lo personal y lo laboral a menos de tener una política de exclusión en la que “para evitar riesgos” se marque una distancia puntual con los compañeros. Medida inútil por las otras múltiples complicaciones que genera.
Si de forma abierta se asume la orientación sexual, las complicaciones no son menos pues pese a que unos cuantos expresan su aceptación, la verdad es que en muy pocos casos no se le da importancia. A veces se disfraza la homofobia y aunque no hay agresiones directas el aislamiento y la falta de impulsos laborales se hacen ciertos.
Los miembros del colectivo LGBT, ya sea discretos o no, tienen un punto menos a su favor en la mayoría de sus trabajos.
Más allá del orgullo gay, de las leyes a favor del colectivo LGBT o de la frecuencia en que los medios narran historias sobre la diversidad sexual, tener una orientación diferente a la heterosexual es un obstáculo grande para trabajar y desarrollarse en el campo laboral.
Jefes y compañeros de trabajo, aunque no deba imprtarles, toman muy en cuenta la orientación sexual de los demás. Porque para ellos “no es lo mismo trabajar con un hombre que con un puto”, o cientos de más argumentos ignorantes.
El panorama no es nada benéfico y las autoridades mexicanas ni las leyes garantizan a la diversidad sexual una protección a sus puestos laborales pues aunque los ejemplos no son pocos, los casos donde no se hizo justicia son muchos.
El último, en HSBC, un banco que sin consentimiento de sus trabajadores decidió hacer pruebas de VIH sida, medida que viola los derechos humanos. Uno de sus empleados, un homosexual, resultó positivo por lo que bajo razones aledañas fue despedido y difícilmente regresará a su trabajo.
O el de la maestra transexual que fue despedida por razones ajenas a sus responsabilidades laborales viendo con ello terminada su carrera como docente en esa institución privada.
Como estas hay muchas compañías abiertamente homofóbicas y más son los casos de personas de la diversidad sexual que por su orientación están en situación de riesgo o en el mejor sólo limitados a aspirar a crecer.
Por eso la necesidad de hablar del tema y encontrar soluciones. Es cierto que en México ya existe el Consejo Nacional para Prevenir y Erradicar la Discriminación que atiende estos casos entre particulares (empresa – empleado) y también es verdad que las denuncias sobre la discriminación laboral son pocas.
Pero ni las Comisiones de Derechos Humanos ni el mismo Conapred garantizan que la protesta de los homosexuales por ser discriminados en su trabajo concluya con un resultado a favor de estos pues sus facultades son mínimas al sólo dar recomendaciones.
De nada sirve la denuncia de lugares de trabajo abiertamente homófóbicos si estos no cambian y se escudan en la bandera de ser privados y decidir quién sí merece ascender y quién no. Éstos están en contra de la diversidad sexual y manejan un discurso conservador alejado de los progresos sociales en materia de integración.
Hoy le urge al colectivo de la diversidad sexual tratar temas como la discriminación laboral, ámbito indispensable para la sobrevivencia y que sin él el orgullo de ser homosexual no sirve de nada, para encontrar mejores soluciones.
Peligroso se ha vuelto el conformismo de muchas personas LGBT que se resignan a ocultar su orientación y/o aceptar condiciones homófobas para desarrollarse laboralmente pero lo es más aún que quienes intentan cambiar esto, aquellos que denuncian, no consiguen más que el desprestigio en su respectiva área de trabajo y, si bien les va, la atención mediática.
Cumplir 30 años de orgullo en la ciudad de México no se puede considerar un logro cuando la visibilidad de la diversidad sexual sólo se da en las calles y en las empresas el closet continúa como obligación para la supervivencia humana y el desarrollo laboral.