- La doble desigualdad
- El Faro, 2008-07-12 # Daniel López Ruiz
Así, hace una semana que por Madrid paseaba la manifestación del Orgullo Gay estatal bajo el lema 'Por la visibilidad de las lesbianas', en un intento por sacar a la luz la situación de las mujeres que ven dificultado su acceso normal y sin problemas a una vida sin rechazos o trabas por el doble hecho de compartir el rol de homosexuales y féminas. Si los gays poco a poco van asumiendo una cuota cada vez mayor de aceptación entre la población, las lesbianas van como las mujeres un paso por detrás de sus homólogos masculinos. La doble discriminación.
Hace ya muchos años que se hace hincapié desde las diferentes administraciones y colectivos en la educación y realización de políticas destinadas a discriminar positivamente a la mujer y de igualdad para destruir aquellos obstáculos que de manera injusta continúan perdurando en nuestros días, en nuestras calles. La opinión pública sabe que el azar de un sexo durante la gestación condiciona aún de forma aberrante el sueldo de una parte de la mitad poblacional, dificulta la conciliación de la vida familiar y las hace más vulnerables frente a determinadas violencias. Frente a esto, la ignorancia ante la condición sexual de algunas de ellas es algo tabú y no reconocido, menos asumible y más controvertido que la de los hombres homosexuales. Ellas, que arrastran la carga del imaginario social de haber nacido para procrear y que ya es mala desde el origen de los tiempos siendo causante de la pérdida del paraíso, cuando intenta vivir su sexualidad de forma plena como cualquiera desearía tiene que enfrentarse a los tópicos aún no destruidos que pesan sobre dos mujeres que se besan. Si hace unos años el machismo fue desapareciendo de forma paulatina del discurso de los bares, de las cervezas y los cafés, no lo ha hecho así ante esta situación. La naturalidad del acto es tan evidente que choca con el sentido común cualquier discusión acerca de la libertad de dos personas de quererse. Libertad como decisión de poder mostrarlo en público o no, de poder abrazarse sin ser observadas como algo lascivo y pecaminoso, de vivir la vida sin el que dirán.
No hará mucho cuando una amiga me contaba su caso por una ciudad del noreste español que de todo puede ser considerada menos de progresista. Allí, aunque con menos asiduidad que por otros lugares de la España profunda, ha sufrido insultos cuando realizaba con su pareja lo que para dos heterosexuales sería un hecho tan cotidiano que nadie se atrevería a entrometerse en él. Esa cultura que algunos y algunas pavonean constantemente de 'macho o hembra ibérica' no es más que la excusa para permitirse licencias como las que aquí cito sin que tengan ningún derecho natural mas que sobre su cuerpo y su existencia.
Hablar de lo que acontece, sacarlo a la luz, no es en sí solo significativo ni práctico para el fin que se pretende. Es solo señalar dónde está la herida, mostrarla al público e investigar las posibles maneras de curarla para luego aplicar el tratamiento correcto. Esto implica a toda la población. No basta con reconocer los iguales derechos, con eliminar las ciudadanías de segundo orden. Ya hemos avanzado en el plano teórico, es el momento de dar el salto hacia lo cualitativo y a través de una correcta educación explicar lo que es una condición para evitar discriminaciones de ningún tipo y acabar con innecesarios tabués e insostenibles premisas que provocan actos homófobos, ya sean del tipo evidente o latente.
Todo ello, para que un día el 'Orgullo Gay' se convierta, citando a Zerolo, en el día del orgullo homosexual, bisexual, transexual y heterosexual, el propio orgullo por la libertad sexual y la capacidad de disfrutar plenamente como queramos esa parte tan importante de nuestra vida sin trabas sociales ni miradas críticas sin fundamento.