- Divorciada a los 12 años
- El País, 2008-08-17 # Kawkab al Thaibani / Traducción de Virginia Solans
La cultura de Yemen y sus padres la empujaron al matrimonio. Fue violada y maltratada. Pero ella se rebeló contra su destino y lo denunció. Ésta es la historia de una niña valiente. Y divorciada a los 12 años.
Era de noche. Las mujeres cantaban una canción de boda de la tradición yemení. No se trataba de una melodía alegre, sino más bien de un lamento por tener que dejar el hogar familiar. El sonido de la música se mezclaba con el zaghareed, el típico grito árabe con el que las mujeres yemeníes expresan su alegría.
Nejoud al Ahdal tenía una mezcla de sentimientos. Recién casada, esperaba a su marido para viajar desde Saná, donde se había celebrado la ceremonia, hasta el pueblo donde vivirían. Llevaba un vestido largo de color marrón y sandalias negras. Una gruesa capa de maquillaje cubría su cara. Vestía también la abaya negra, la túnica que las mujeres yemeníes se ponen para cubrir su cuerpo. La de Nejoud escondía una figura infantil que aún no se había desarrollado. ¿Qué edad tendrá? No se puede saber con exactitud: no tiene certificado de nacimiento. Ella y su familia dicen que probablemente nació hace 12 años. La niña de cara ovalada y piel oscura tuvo que abandonar de repente su infancia para ir con su marido. Le acababa de conocer.
En la casa de su padre, Nejoud recuerda cómo empezó toda la historia que le hizo madurar de pronto; cómo su padre y su madre le dijeron que iba a contraer matrimonio con Fayiz Ali Nasser, de 28 años. Le avisaron de que no tenía que casarse hasta que no estuviera completamente preparada. A ella le pareció bien. No sabía lo que significaba el matrimonio ni qué conllevaba. Recordaba el miedo constante que tuvieron ella y toda su familia años antes cuando unos parientes secuestraron a sus hermanas. Pensó que casándose podía evitar pasar por la misma situación. Pero una semana después, su familia le habló de su futuro marido y le dijo que la boda era inminente. Su primera reacción fue negarse. Enseguida recapacitó. Se dijo a sí misma que podría disfrutar de la celebración y de los regalos. Es costumbre en Yemen que una boda se prolongue durante varios días con una gran fiesta en la que la novia se engalana con vestidos típicos muy elaborados.
No fue el caso. La ceremonia de boda de Nejoud fue muy breve: asistieron solamente sus familiares más cercanos y tuvo lugar en una diminuta habitación decorada con unos pocos muebles mugrientos.
Cuando llegó el momento de la despedida subió con su marido y otros pasajeros a un coche alquilado que les llevaría a Haja, donde vivirían y donde supuestamente pasarían la luna de miel. ?Todo el tiempo me miraba de forma lasciva?, comenta indignada ahora.
Como la mayoría de las casas del pueblo, la de su marido no tenía ni agua corriente, ni electricidad. Sólo la luz tenue de una linterna. La niña no tenía hambre y no comió nada de lo que cocinó la familia de su marido. Le asustaba estar tan lejos de sus padres. Durante siete horas permaneció en silencio. No había nada que decir. Todo era nuevo para ella.
Poco sospechaba lo que sucedería más tarde, cuando se encontrara a solas con su marido. Él la llevó a una habitación pequeña y sucia en la que unas cuantas alfombras roídas ocupaban el lugar de los colchones. Nasser cerró la puerta. Nejoud sintió pánico. "Creía que el matrimonio era una ceremonia divertida, pero no imaginaba que fuera así". Hoy, el tono de su voz refleja la conmoción que sintió por lo que ocurrió luego. Nasser la forzó a tener relaciones sexuales, algo que ella desconocía por completo. Ni su madre, ni ninguna otra persona le habían preparado para esa experiencia. "Era odioso, me pegaba y le suplicaba que no lo hiciera, pero él me contestaba con arrogancia: "Eres mi mujer". Aquella noche grité y supliqué que alguien de su familia me ayudara. Nadie lo hizo", recuerda.
Durante casi dos meses, Nejoud fue violada cada día. "Me daba miedo que llegara la noche; sentía pavor", recuerda. "Pensé que si tenía que vivir con él acabaría suicidándome". Como otras muchas niñas, no tenía fuerza para defenderse de la brutalidad de su marido. Cuando rechazaba mantener relaciones sexuales, él la maltrataba mientras ella le suplicaba que no lo hiciera. "En una ocasión me mostré rebelde y le dije que no me tocara. Me dio una bofetada en la cara y comenzó a golpearme por todo el cuerpo".
Esta niña es sólo una de las muchas de Yemen que se ven obligadas a casarse a edad temprana. Según un estudio del Centro Internacional de Investigación de la Mujer (CIIM), casi la mitad de las niñas yemeníes menores de 18 años contraen matrimonio. El país ocupa el decimotercer lugar en una lista de 20 países con mayor número de matrimonios infantiles, denuncia el CIIM. La media de edad es de 16 años.
El principal obstáculo para acabar con esta clase de matrimonios es la ley. Antes de 1994, la legislación exigía que las niñas tuvieran 15 años para casarse. Pero ese año, la ley cambió para abolir la edad mínima. Una enmienda de 1999 trató de establecer que una niña, independientemente de su edad, no podía casarse antes de su primera menstruación. La enmienda fracasó al no fijar una edad mínima para contraer matrimonio. En la actualidad se ha presentado una nueva propuesta de ley para establecer la edad de 18 años como mínima para casarse. El Parlamento no la ha aprobado.
Quizá Nejoud no era consciente de que en algunas zonas conservadoras del país se considera humillante ayudar a una recién casada, ya que el marido tiene derecho a mantener relaciones sexuales la primera noche. Incluso si alguien se entrometiera, podría sufrir el ostracismo social. En algunos pueblos, incluso, las mujeres tienen que mostrar una sábana manchada de sangre como prueba de honor. Nejoud no sabía que pertenecía a una cultura en la que la mujer tiene que obedecer a su marido. Aquella noche "o mejor dicho, la sábana blanca debidamente manchada" demostró que Nejoud era virgen y que su marido había conseguido dominarla. Después de que Nasser cometiera la violación se dispararon fuegos artificiales para celebrar la virginidad de la joven novia.
La niña se sentía intimidada no sólo por su ofensivo marido. También por su suegra. En ocasiones animaba a su hijo a pegarle y violarla. Algunas veces, cuando se resistía corriendo por toda la casa de una habitación a otra, su marido iba detrás de ella mientras su madre les observaba maldiciendo y gritando que tenía que obedecer. A diferencia de todos, el marido de Nejoud era un hombre autoritario que quería controlar su vida y la de sus hermanas. Maltrataba a su hermana, a quien ella describe como una persona agradable.
Este tipo de prácticas tan arraigadas en el país árabe acarrean numerosos problemas: lesiones, delgadez, traumas psicológicos y mortalidad de la madre. También aumenta la vulnerabilidad de una niña frente al abuso doméstico. Según el mismo estudio, ellas se ven obligadas a abandonar el colegio, con las consecuencias dramáticas que eso supone para el desarrollo de un país.
Volvamos a la historia de Nejoud. Tiempo después, el matrimonio se trasladó a vivir a la casa de los padres de ella. Nejoud le pidió permiso a su marido para dormir con su madre. Él no lo consintió y le pegó una paliza como respuesta. Sus padres, mientras, escuchaban impasibles. "Mi padre me decía que no estaba bien que no quisiera estar con mi marido".
La familia de Nejoud es muy pobre. En las tres pequeñas habitaciones de su casa, cubiertas con alfombras cochambrosas, más que viejas, conviven más de quince personas. Nejoud duerme en una habitación sin ventanas con sus ocho hermanos en la que la luz entra a través de dos agujeros. No tienen agua corriente. Han de ir a buscarla en bolsas a un lugar cercano a la mezquita. El problema es que uno de sus hermanos es inválido y los demás son aún muy pequeños.
Esta chica de ojos profundos lamenta la suerte de su familia y de su mala experiencia. "Me quejaba a mi familia paterna, a mis tías maternas, a mis tíos, a mi padre y a mi madre. Hablaba con todos, pero ninguno me escuchaba. Todos me decían que era mi marido aunque fuera grosero". Intentó refugiarse en la casa de su tío, pero éste llamó a sus padres para que fueran a buscarla. "No podía ayudarla. Estaba casada", se justifica Shiw-i al Tabi-i.
Nadie. No encontraba ninguna persona que quisiera escuchar su profundo pesar, así que la niña recurrió a su hermana pequeña de nueve años, Haifa, que estaba preocupada porque había oído que el cuñado de Nejoud quería casarse con ella. Se consolaban mutuamente. "Haifa, este hombre es odioso. Quiero divorciarme", le decía. Y Haifa temía seguir el mismo camino.
Como musulmana, Nejoud rezaba a Dios noche y día para conseguir su liberación. Al final habló con su primo y con la segunda mujer de su padre, que le sugerieron que acudiera al juzgado a solicitar el divorcio. A pesar de que no confiaba en ellos, Nejoud tomó en cuenta su consejo.
Le dio vueltas a la cabeza. No conseguía desprenderse de esa idea. Durante una semana estuvo planeando cómo ir al tribunal, pero necesitaba reunir 200 reales yemeníes (aproximadamente un euro). "Pensé que el mejor momento sería cuando mi madre y mi padre vinieran a visitarme. Ese día tomé el autobús que va a la zona de Tahir. Era el único trayecto que conocía. Recuerdo que estaba muy nerviosa. Llegué al juzgado a las once de la mañana. Había mucha gente entrando y saliendo. Pero me sentía con fuerzas, así que entré y pregunté dónde podía encontrar al presidente del tribunal. Una mujer me vio y debió de pensar que necesitaba ayuda. Me acerqué a ella y le pregunté si estaba sola". Esa señora, Fathia al Aghbari, lo recuerda así: "Me quedé impresionada cuando me dijo que había venido a pedir el divorcio".
La niña no olvida ese día. "El presidente del tribunal le pidió a uno de los jueces que me acompañara cuando comenté que tenía miedo de volver con mi marido". Cuando la juez la llevó a su casa para darle protección, Nejoud se quedó impresionada. "Era completamente blanca. Era la primera vez que veía una casa así". Los tres días que permaneció allí le parecieron los más bonitos de su vida. "Me hicieron muchos regalos", evoca.
El juez Mohamed al Qadhi ordenó el arresto del padre y del marido, aunque este tipo de actuación no es legal en Yemen. Ambos fueron encarcelados el sábado 12 de abril. A pesar de todo, Nejoud sentía lástima por su padre, que no se encontraba bien de salud. "Es un pobre hombre y ya le he perdonado", afirma con una madurez inusual para su edad.
La sentencia dictada por el tribunal puso fin al matrimonio por medio de una disposición o tipo de divorcio islámico, que se utiliza generalmente en Yemen para los casos en los que la familia ha de pagar cierta cantidad de dinero como compensación. A diferencia de otros casos, el marido dispone de un periodo de cuatro meses para solicitar regresar con la mujer. En el transcurso de una sesión privada celebrada después del juicio, el marido manifestó su voluntad de volver y esperar a la niña durante cuatro años. Por este motivo, el juez dictaminó la mencionada disposición. Como el marido de Nejoud no pagó el dinero, una de las personas que asistieron al juicio se ofreció de forma voluntaria a pagar la cantidad de 158 euros impuesta por el juez.
Después del proceso llegó la satisfacción. "Me sentí enormemente feliz cuando me concedieron el divorcio. Nos miramos a los ojos y aprecié el odio en su mirada. Estaba ofendido por sentirse el centro de atención de los medios de comunicación", explica Nejoud riendo e imitando el gesto enfadado de su ex marido."La experiencia no me afectará. Todo lo que deseo es que mi familia me permita estudiar".
Ése es su sueño. La expresión de su cara cambia cuando habla del divorcio. Sus ojos transmiten sufrimiento. Nejoud ya no quiere hablar más ante la prensa, porque le recuerda todo lo que padeció. Aunque también cree que necesita su ayuda. "Si tengo que soportar el acoso de los medios para solucionar mi problema, lo haré", se muestra tajante.
A pesar de su experiencia terrible y traumática, las fotos que aparecen publicadas siempre muestran a una chica sonriente. No ha querido ir al psicólogo. "No estoy enferma", argumenta. Ahora que lo ha vivido desde dentro, se pregunta por qué hay tantas mujeres que permanecen al lado de sus maridos. "Nunca me volveré a casar", jura.
En Yemen, una mujer soltera es un paria social. Son numerosos los factores que contribuyen a que las niñas se casen pronto: pobreza, analfabetismo y una cultura que da prioridad al matrimonio sobre la educación y su desarrollo como miembros productivos de la sociedad. El padre de Nejoud reconoce que actuó mal al casar a su hija, pero confiesa que se sintió obligado por la amenaza constante del secuestro, como había sucedido con sus dos primeras hijas. Durante el juicio, el padre tuvo un comportamiento un tanto extraño que dio lugar a creer que se trataba de un enfermo mental. El doctor Husnia al Qadhi no pensó que él o que el marido fueran culpables. "Son víctimas de una cultura que permite este tipo de matrimonios, y que además los apoya". El padre es consciente de la mala elección que había hecho en su vida: "Dejé mi trabajo en los servicios sanitarios porque padecía un trastorno psicológico". Tiene casi cuarenta años y dos mujeres. "Hace siete años era rico, por eso me casé con otra mujer". Tiene tantos hijos que no recuerda cuántos. Ahmed al Ahdal declaró que obligó a Nejoud a casarse para no hacerse cargo de sus gastos.
Pero eso fue antes de que varios miembros de su familia se quedaran con sus propiedades y le obligaran a marcharse del pueblo. La madre de Nejoud, Shui'iah al Tabi'i, con las manos estropeadas de tanto trabajo en el campo, animó a su hija a casarse porque pensó que era la mejor opción.
El diputado Shawqi al Qadhi maldice la naturaleza retorcida de los hombres. "Existe un gran número de varones con un deseo inusual por las niñas", reconoce. Pero, por encima de todos estos factores, quizá esté el miedo de la sociedad a la independencia de la mujer. No pueden aceptar la idea de que una muchacha sea autosuficiente porque entonces querrá tomar sus propias decisiones y no podrá ser dominada. "Es destacable el hecho de que la mayoría de las mujeres yemeníes con cargos de responsabilidad son solteras o divorciadas". Así pues, los hombres se casan con niñas para moldearlas.
La sociedad otorga una importancia extraordinaria a la sexualidad de las mujeres. En la cultura de Yemen hay un gran temor a que éstas mantengan relaciones sexuales antes del matrimonio y echen así a perder su reputación y la de su familia. Muchos padres afirman que es mejor casar a sus hijas muy jóvenes antes que ver dañado su honor. Incluso las niñas dan al matrimonio una enorme importancia.
La misma semana que se celebró el juicio de Nejoud, la Comisión de Sanidad presentó al Parlamento la Ley de Seguridad Maternal, que incluía una propuesta (que finalmente no fue aprobada) para establecer los 18 años como edad mínima para contraer matrimonio. Para Najeeb Ghanem, miembro de la Comisión de Sanidad, "el tema del matrimonio de menores es un asunto muy complejo; incluso si hubiese una ley, no se solucionaría".
Este tipo de cosas ocurren porque las bodas infantiles forman parte del engranaje cultural yemení. La comisión a la que pertenece Ghanem presentó un informe al respecto. El Parlamento les pidió que rebajaran la edad de matrimonio porque temían que la sociedad no aceptara los 18 años como edad mínima. Ghanem manifiesta que conoce numerosas historias tristes como resultado de los matrimonios de menores. Un ejemplo: el nacimiento de niños prematuros con alto riesgo de padecer un retraso mental. Es una de las mayores consecuencias. "Lo peor es dañar la vida de un ser humano", tercia Ghanem.
Él y otros diputados intentan no enfrentarse al comité de la sharia, encargado de velar por el cuerpo de derecho islámico. Se rumorea que la sharia se escuda en la creencia de que Mahoma se casó con Aisha, una niña que tenía tan sólo seis años. Según Shawqi al Qadhi, diputado, erudito y miembro de la Comisión de Libertad y Derechos Humanos, el matrimonio del profeta nunca se confirmó: "Hay una disputa histórica sobre este detalle. Tenemos el derecho a discrepar".
Los defensores del matrimonio de menores se justifican con frecuencia: las niñas consienten. Pero, en realidad, lo que pasa es que ellas no conocen sus derechos y a menudo son obligadas.
La pequeña Nejoud, hoy es otra. Después de conseguir el divorcio vivió durante una temporada con su tío Al Tabi'i. Poco después volvió con su padre y comenzó a estudiar. “Sentía vergüenza ante mis compañeros, y sobre todo ante mis amigos. Todo el tiempo me preguntaban si de verdad me había casado”. Intentaba que los cotilleos no le afectaran.
Su felicidad y determinación no duraron mucho. El dueño de la casa les desahució y les amenazó con tirar todos sus muebles. Nejoud y su familia pasaron una noche en la calle hasta que un vecino les alojó temporalmente en una casa vacía en Dares, un barrio a las afueras de Saná. Nejoud no pudo volver al colegio el 26 de septiembre. "Me puse a llorar. Me gustan mucho las clases, y creo que la educación es buena para aprender y construir un futuro". Ahora pasa seis horas diarias estudiando. Su hermano Mohamed al Ahdal le enseña y le ayuda a aprobar los exámenes. Ella espera poder pasar su expediente al colegio que está cerca de su nueva casa.
Después de haber centrado la atención de la prensa, Nejoud se encuentra sola. Pero es fuerte. Tiene la firme decisión de estudiar una carrera y ejercer una profesión: "Me gustaría ser periodista para ayudar a la gente".