- Medios, clóset de la homofobia
- Etcétera, 2008-06-18 # Antonio Medina · Profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y coordinador de la agencia www.notiese.org
Los medios de comunicación, como espacios de interacción de imaginarios sociales, han sido los grandes generadores del saber colectivo sobre la homosexualidad en las últimas décadas, sea de manera negativa o positiva, real o ficticia.
A través de la representación jocosa, cómica o trágica de la homosexualidad, se ha formado una idea negativa de esa orientación sexual, reforzando con ello, la mayoría de las veces, la homofobia social y la discriminación hacia quienes son o perecen ser homosexuales.
Sólo basta hacer un poco de memoria para confirmar que la representación social de la homosexualidad en los medios masivos de comunicación, principalmente en la televisión, ha sido denigrante y estigmatizante.
Durante casi todo el siglo XX, el tema fue abordado en los medios desde el discurso médico, psiquiátrico, legal o religioso. Se confinó a los personajes no heterosexuales a la clínica, la cárcel o al infierno. Y, en el mejor de los casos, al travestismo y la burla social.
Durante las primeras décadas de la televisión, el personaje homosexual no pasó de ser el diseñador, el estilista o el mozo que acompañó a divas telenoveleras como Fanny Cano, Angélica María, Maricruz Olivier, Verónica Castro y Lucía Méndez, entre muchas otras. Siempre fue visto como un personaje gris, sin historia propia y con un dejo de desconfianza por parte de los hombres y una ternura casi maternal para las mujeres.
En el mundo de los programas de variedades o de revista, los mariconcitos han sido por más de 50 años el patiño constante. Estos programas, que a principios de los años 70 gozaban de altos niveles de audiencia, siempre tuvieron al especialista amanerado que patentaba la idea estereotipada de que los homosexuales eran buenos en belleza, cocina y consejos para las amas de casa.
No era posible ver a un homosexual hablando desde otro territorio que no fuera el estrictamente ligado al mundo de la moda, el estilismo, la danza contemporánea o la belleza femenina.
En el cine –que posteriormente fue llevado obsesivamente a la televisión– la situación no varió mucho, principalmente en aquel que se produjo en la década de los años 70 y 80 en donde los personajes homosexuales eran el motivo de burla.
En la película El lugar sin límites (1977), de Arturo Ripstein, se refleja a detalle la homofobia social, misma que se materializa en burla, compasión, odio, y al final, en el crimen que mitiga la angustia del macho frente al homosexual seductor.
La presencia de personajes homosexuales en las cintas de aquellos años representaba el rechazo social hacia seres alucinantes e incomprendidos en su razón de ser. La forma en que terminaba su participación en las historias respondía a la realidad reflejada en la prensa de nota roja de la época, donde el acribillamiento, la vejación, el encarcelamiento o el exceso de violencia se justificaba, pues rechazar la masculinidad y optar por la pasividad femenina era motivo de golpes, violencia y muerte.
Así pues, los titulares de la prensa amarillista entretejieron un relato cotidiano de la violencia ejercida hacia hombres homosexuales desde inicios de siglo XX, que comenzó con los grabados de José Guadalupe Posada que narraron gráficamente la histórica fiesta de los 41, en donde un grupo de homosexuales de clase media y alta fueron sorprendidos por la policía porfiriana en un festín el 20 de noviembre de 1901.
Luego de la detención, las autoridades de la época se regocijaron al humillar a los “mujercitos” públicamente. Fueron castigados y encarcelados por contravenir las normas morales impuestas por el gobierno porfirista: vestirse de mujeres y bailar con cadetes fue un insulto para el gobierno. El escándalo en periódicos, la exhibición pública y eldestierro fue el castigo de los “lagartones”.
A partir de aquel suceso, y con el desarrollo de la fotografía, las grandes portadas y contraportadas en los periódicos del siglo pasado fueron una suerte de bitácora de la violencia ejercida hacia “hombres de costumbres raras”, “jotos”, “maricones asesinados” o “sidosos”, que en los apelativos llevaban el estigma, el rechazo social, y, como plantea Monsiváis, “la muerte social”, que justifica –de alguna manera– la violencia ejercida contra los sujetos de escarnio.
Toda esa herencia discursiva en torno a la homosexualidad se gestó en los sexenios del apogeo degobiernos posrevolucionarios, que además de exaltar el nacionalismo y la idea de poder desde la heterosexualidad –precisamente en las décadas de la explosión demográfica y de la masificación delas industrias mediáticas– fomentaron un deber ser de la sexualidad más apegado a los preceptos religiosos que a los planteados por los liberales que fincaron la República en el siglo XIX.
1973, gran salida del clóset en la TV
En 1973, Jacobo Zabludovski invitó a su programa 24 Horas a la dramaturga Nancy Cárdenas, pionera del movimiento homosexual y fundadora de la primera organización homosexual del país: el Frente de Liberación Homosexual (FLH). En esa entrevista, en la que estuvo también la activista Claudia Hinojosa y la actriz Silvia Pinal, Cárdenas planteó por primera vez ante las cámaras de la televisión mexicana las problemáticas que vivían las personas homosexuales en aquel momento.
El público setentero escuchó atónitamente hablar del tema homosexual desde una perspectiva de derechos, pues el eje que guió la entrevista fue la protesta por el despido de un joven homosexual de la tienda Sears. Antes de que la década de los 70 finalizara la incipiente comunidad gay volvió a estar en los medios de comunicación de manera reivindicatoria, pues un contingente de homosexuales y lesbianas se unió a la protesta por los diez años de la matanza de estudiantes en 1968.
La acogida y muestras de apoyo de los miles deactivistas de todos los sectores de izquierda de aquellaépoca aplaudieron la adhesión de un colectivo estigmatizado y discriminado, que nunca antes había salido a la calle de manera masiva a manifestar sus diferencias y a exigir derechos.
Los medios de la época registraron el hecho con notas poco favorables. Destacaron aspectos negativos de la conducta homosexual y connotaron su participación en el acto masivo del 2 de octubre a la lucha de la izquierda para “debilitar a la familia natural y al Estado”.
A partir de 1969 y hasta la fecha la comunidad gay sale a las calles de la ciudad de México el último sábado de junio, tal como sucede en las principales capitales del mundo.
Sida y homofobia
El impacto de la pandemia del Sida en los medios de comunicación a inicio de los 80 estuvo relacionado a los homosexuales. Los motes que utilizaron los periódicos y conductores de televisión y radio para describir a las personas afectadas por la epidemia reforzaron el estigma antigay: “peste rosa”, “cáncer gay”, “sidosos”, etcétera.
Este fenómeno, ha explicado ONUSIDA, fue un factor negativo para mitigar la expansión de la epidemia en todo el mundo, pues al asignar conductas sexuales a una infección diseminada en la sociedad, distrajo la atención en la prevención en todos los sectores que conforman el tejido social.
No obstante, la epidemia del Sida hizo visible a la lucha homosexual y su exigencia por verse tomados en cuenta en los beneficios que traen las políticas públicas; reactivó una lucha social y movilizó internacionalmente a sectores progresistas en favor de sus derechos.
Ya en la década de los 90, el movimiento interna-cional pro derechos gay tenía una gran presencia mediática. Las marchas del Orgullo Homosexual en todo el mundo se convirtieron en un acontecimiento social de grandes magnitudes, en donde las demandas por violaciones a derechos, exclusión laboral, discriminación escolar y asesinatos era una protesta permanente.
En este proceso, los medios de comunicación comenzaron un aprendizaje sobre el ser homosexual. Conforme fue avanzando la lucha por los derechos humanos en todo el mundo, los de las personas homosexuales se fueron mimetizando en los discursos políticos. A ese respecto, los medios han sido receptivos y han reportado, ya no solamente los escándalos de nota roja, sino las exigencias de una población que cada día es más visible y exige derechos.
En México, la televisión ha sido particularmente discriminadora hacia los homosexuales, no obstante, desde finales del siglo XX comenzó una apertura en telenovelas y programas unitarios, en donde se plantea a personajes homosexuales o lésbicos desde perspectivas más abiertas y menos prejuiciados.
Tal es el caso de la telenovela La vida en el espejo o Mirada de mujer, de la productora Argos en TV Azteca; o Clase 406 en Televisa. En radio el tema ha sido abordado en prácticamente todos los programas hablados y de análisis, aunque también han existido programas que ponen en el espectro radial la agenda LGBT, como Media Noche en Babilonia, que condujo el actor Tito Vasconcelos en Radio Educación en la década de los 90 y actualmente Triple G, Generación de Gente Gay, que se transmite enla XEW desde el año 2002.
Pero esta apertura responde a una lucha social que deviene de la incidencia política de la comunidad homosexual, particularmente después de que se propuso la Ley de Sociedad de Convivencia en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en 2001. A partir de aquel momento, el tema de derechos homosexuales ha estado en prácticamente todos los espacios mediáticos. Esta propuesta de ley sensibilizó durante seis años a la sociedad a través de una estrategia concreta: hacer ruido en los medios y permear los argumentos en favor de la ley a la opinión pública.
Esta experiencia del colectivo lésbico, gay, bisexual y transgénero representa hoy en día un gran avance en la lucha por el acceso a la igualdad y a la reivindicación social.
Este proceso de apertura en los medios de comunicación mexicanos ha estado acompañado de otras experiencias internacionales, principalmente de Europa y Estados Unidos que han producido decenas de series televisivas en donde el papel de las personas homosexuales guarda una distancia abismal con los prejuicios y la homofobia de programas y series de las décadas pasadas.
Sin bien siguen existiendo espacios de comunicación que abordan el tema gay desde una perspectiva conservadora, culpígena y prejuiciada, cada día son más los medios que se jactan de ser incluyentes y democráticos, abiertos a todo tipo de temas y expresiones para llegar a todos los sectores sociales, cuidan mucho sus lenguajes y actitudes, pues –como comentó a quien esto escribe Carlos Loret de Mola– “ahora en los medios los homofóbicos son los que se deben meter al clóset”.
Aún falta mucho por avanzar, principalmente en espacios televisivos donde la comicidad mal entendida, el comentario desinformado de conductores y la burla u ofensa son la forma de comunicar.
Los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos tienen una gran responsabilidad social cuando emiten información sobre los diferentes temas y personajes sociales. El contexto de la construcción de un país democrático no se puede entender con mediosque no respeten a las personas representadas en sus espacios. Por ello, discriminar a un sector social, cualquiera que este sea, no es ético, falta a toda norma de convivencia y lesiona a quienes son motivo de escarnio.
Discriminar desde los espacios mediáticos a personas por sus características, incita al odio social. ésa no es la función que deben cumplir los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos. La moneda está en el aire. Es momento de reflexionar.
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