- Fernando Olmeda: ”Se perseguía la homosexualidad como conducta reprobable, que se toleraba cuando era detectada en el ejército o la iglesia”
- Entrevista de Sofía Basalo al escritor y periodista autor de “El látigo y la pluma”
- La República Cultural, 2008-06-23 # Sofía Basalo
Fernando Olmeda es un periodista con una extensa trayectoria a sus espaldas. Comenzó su carrera profesional en la Cadena Ser en 1982. Trabajó en Telemadrid desde 1989, donde fue redactor jefe de la sección de Madrid de los Servicios Informativos; pasó por Antena 3 Radio, donde fue subdirector de El primero de la mañana para, posteriormente, dirigir el programa Sucedió en Madrid en el canal autonómico. De 2001 a 2005 dirigió y presentó las noticias de fin de semana de Informativos Telecinco. Es autor de los libros Españoles de oro, Gerda Taro, fotógrafa de guerra, Contraseñas íntimas por el que se le ha concedido el Premio de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid 2006 y El látigo y la pluma. Actualmente se encuentra escribiendo un nuevo libro que verá la luz la próxima primavera en el que aborda algunos hechos desconocidos hasta el momento que tuvieron lugar durante la dictadura franquista.
¿Es quizá el colectivo homosexual el más olvidado a la hora de ejercer la Memoria Histórica?
Cuantitativamente es menor que el colectivo mayor, el de las personas que sufrieron prisión y persecución por cuestiones políticas; digamos que la Ley de la Memoria Histórica, sobre todo, se ocupa de los represaliados por el franquismo y estos, mayoritariamente, lo son por motivos políticos. Todos los que sufrieron los juicios sumarísimos y las condenas de pena de muerte conmutadas a treinta años, por ejemplo, por cuestiones políticas. Cuantitativamente, probablemente sea menor que el grueso de esas personas que se benefician de la ley de Memoria Histórica pero no por ello, lógicamente, es menos importante. Realmente se han pospuesto las justas reivindicaciones de este colectivo treinta años, desde la muerte de Franco han pasado treinta años, y es ahora cuando pasado el tiempo se reconoce un poco su dignidad y su memoria. Cuantitativamente quizá no sean tan importantes, pero cualitativamente sí, claro.
¿Por ello quizá se puede considerar la Ley de la Memoria Histórica aprobada en la anterior legislatura una ley insuficiente? ¿Quizá un buen comienzo que se debe completar?
Creo que es una ley prudente… es difícil contentar a todo el mundo ¿no? Es una ley prudente por un lado, aunque sí es verdad que tuvo un respaldo mayoritario en el Congreso; todos los grupos, incluido Izquierda Unida, salvo el PP y Esquerra Republicana, la secundaron. Por un lado es prudente, pero por otro es suficiente, en el sentido de que se ha logrado un consenso mayoritario en cuanto a su contenido; eso no quiere decir que, lógicamente, se hayan quedado fuera algunas propuestas y reivindicaciones de algunos grupos, propuestas y reivindicaciones que fueron sometidas a consideración, aunque finalmente no fueron aceptadas. De tal manera, estimo que no es el final de un camino, sino el comienzo, posiblemente. Esta ley era muy necesaria desde hace muchos años y probablemente (con el paso del tiempo y a partir de este más que necesario texto), arranquen nuevas conquistas, pero tiene que ser poco a poco; en todo caso creo que la Ley de la Memoria Histórica era muy necesaria y muy oportuna en este momento de nuestra historia.
Has comentado que esta ley era muy necesaria desde hace mucho tiempo, ¿quizá desde que dio comienzo la Transición?
Sí claro, evidentemente. Por ejemplo, en cuanto al colectivo homosexual se refiere, la Ley de Peligrosidad Social se mantuvo vigente hasta el año 1979, e incluso la homosexualidad permaneció en el Código Penal como delito durante muchos años más, hasta que finalmente fue eliminado. Como dice Vázquez Montalbán, España vivió un proceso de amnesia controlada, de tal manera que el tan traído y llevado “pacto de la Transición” o “espíritu de la Transición” probablemente antepuso ciertas cuestiones o consideró prioritarias determinadas cuestiones en detrimento de otras; por eso, efectivamente las reivindicaciones del colectivo gay, por ejemplo, han quedado pospuestas tanto tiempo ¿no?
En el libro “El látigo y la pluma” citas un episodio sobrecogedor y, acentúas, poco conocido de la posguerra. Algo que ocurrió en algunos puertos españoles, concretamente citas Vigo. Los homosexuales buscaban aires de libertad cruzando el océano, en otras tierras… y lo hacían en barcos que eran verdaderas trampas…
Es un episodio pequeño y quizá no suficientemente estudiado, probablemente porque muchos de los protagonistas ya no están… pero sí es una línea de investigación que dejé ahí para que alguien tomara el relevo. En todo caso minoritario pero sí hubo mucha gente que tuvo que salir por mar y por tierra, sobre todo por la frontera francesa… buscando el camino del exilio, aunque tampoco a los homosexuales les esperaba al otro lado precisamente un paraíso ¿no? Con los campos de concentración del sur de Francia y después con las turbulencias de una Europa inmersa en la Segunda Guerra Mundial… Difícil también era quedarse… y, sobre todo, en los primeros años porque aunque al principio se buscaba sobre todo la venganza política, inmediatamente después el nacionalcatolicismo empezó a perseguir a quienes no se ajustaban al machismo orgánico imperante, con lo que irse era difícil… imagínate, el desarraigo, empezar de cero… pero quedarse era también muy complicado en aquel momento porque un simple gesto, un ademán, una indumentaria, cualquier sospecha era suficiente para que a uno lo detuvieran, le aplicasen la ley de vagos y terminara encarcelado…
No sé si el rechazo y la humillación que sufrió el homosexual en el franquismo lo fue por partida doble: por un lado el rechazo y la humillación social, externa, por así decir y, por otro lado, la negación interior, la no aceptación de algo contra lo que aquellos que nacieron en la década de los ’40 habían sido educados…
Por un lado estaba la persecución legal, por otro lado estaba la discriminación social que hacía que mucha gente, sólo por la vía del miedo y la ocultación y el silencio lograra sobrevivir. Y, efectivamente, para los nacidos a partir de 1940, el nacionalcatolicismo era la clave del sistema en ese momento, y como he dicho antes, el machismo orgánico, la virilidad como norma fundamental y básica del Estado, la mujer como ser humano dedicado esencialmente a la sexualidad reproductiva sin otro tipo de posibilidades… En fin, todo el concepto de aquella España castrense y castrada, obviamente, hizo mella en los niños de la posguerra.
Por ejemplo, Pedro Almodóvar refleja perfectamente en La mala educación el ambiente que había en los internados, en los conventos, en las iglesias. Y yo también en mi libro hago una panorámica en todos los estratos de la sociedad, no sólo en los conventos, sino también en los cuarteles y en la vida cotidiana, en la que se expresaba muy bien esa atmósfera de represión, de mala educación que se sufrió y, de la que aún, seguimos pagando las consecuencias.
Porque, a fin de cuentas, todo eso ocultaba varias cosas como la doble moral: se perseguía una conducta presuntamente reprobable que, posteriormente, se toleraba cuando era detectada, por ejemplo, en el seno del ejército o en el seno de la iglesia. Y de alguna forma, España también ha heredado esa mala educación que recibimos y que Almodóvar tan bien escribió.
¿Qué nos queda hoy en día de esa doble moral? ¿Cuánto tardaremos en liberarnos de ella?
… Bueno, lo que queda es homofobia. Se ha conseguido la igualdad legal, pero no la igualdad social y la verdad es que es muy triste presenciar episodios de persecución por motivos sexuales, episodios de homofobia en los institutos…
Yo tengo una sincera preocupación por la educación que, en determinados sectores sociales, se está dando a los chavales jóvenes; buena parte de la sociedad está educando a esos jóvenes en valores antidemocráticos, en valores que no casan con los presupuestos básicos de la igualdad, de la justicia, de la solidaridad, del respeto…
Y tengo una enorme preocupación, porque para mí es casi más importante que el evidente racismo que existe en determinados sectores de la sociedad: nos alarmamos mucho por el racismo, pero no tenemos en cuenta que esa homofobia está interiorizada en buena parte de la sociedad, que se ha aprendido. Como decíamos antes, nos hemos educado en los colegios hace cuarenta o cincuenta años de una manera determinada y eso se lo estamos transmitiendo a los chavales jóvenes que tienen ahora dieciocho o veinte años, o menos incluso. De tal manera, que creo que la homofobia es bastante más preocupante, porque está latente y bastante más peligrosa que el racismo puntual que se puede expresar en determinados momentos.
¿Pero no crees que las personas de veinte o treinta años que hayan recibido una determinada educación, de unos padres que fueron niños en el franquismo, tienen ahora todos los medios para pararse a pensar, a razonar y a distinguir entre lo que deben eliminar de esa educación y lo que deben incorporar a la misma?
Desde luego, hoy más que nunca. Los que tenemos más de cuarenta años podemos tener una cierta disculpa, en el sentido de que cuando éramos jóvenes tampoco vivíamos en un mundo globalizado que tienes al alcance de un “clic” de ordenador realmente ¿no?
En aquella época no existía y teníamos más dificultades para encontrar referentes sociales, para encontrar modelos, para encontrar un camino con estos valores de los que hablo, valores universales, igualdad, respeto, tolerancia, convivencia en paz. Ahora creo que es menos excusable, yo animo a muchos jóvenes a que lean, se informen, lean El látigo y la pluma y otros muchos trabajos, y a que se replanteen cuáles son nuestros modelos sociales, cuál es la escala de valores que guía nuestros comportamientos y que nos ayuda a conocernos mejor y, sobre todo, a entender que determinadas actitudes (fruto de la educación que nos han enseñado nuestros padres), ahora mismo son anacrónicas. Podían tener vigencia hace tiempo, pero ahora mismo son anacrónicas.
La sociedad va por otros caminos distintos del racismo y la homofobia, la igualdad y la convivencia en paz y la tolerancia son rodillos imparables que, tarde o temprano, presidirán nuestra sociedad, con lo que hay que sumarse a ese carro y no seguir anclados en planteamientos antiguos.
En 2004, cuando se presentaba El Látigo y La Pluma, Eduardo Mendicutti dijo que éste era un libro necesario, porque todos necesitamos recuperar la memoria; pero hay personas que defienden “el pasar página, el olvido, que no hay que remover el pasado…” ¿Qué opinas al respecto, qué les dirías a esas personas?
Como periodista, principalmente, no puedo por menos que defender una tesis muy clara y es que estamos obligados a conocer la verdad, la veracidad de los hechos por encima de todo. Y, puesto que muchos hechos no se conocen, no hay ninguna razón para que no sean conocidos, así de básico.
Pondré un ejemplo, estoy trabajando en un nuevo libro que verá la luz la primavera próxima sobre un tema que estimo bastante atractivo, un libro de Memoria Histórica, a fin de cuentas, y en esta fase de investigación he encontrado una cantidad enorme de datos nuevos, no conocidos que alumbran un período histórico y no hay ninguna razón para que no sean conocidos. Independientemente de entrar en valoraciones maniqueas de buenos y malos, eso me preocupa muy poco: esas son las consecuencias o interpretaciones posteriores. Pero a partir del momento en que se sacan a la luz datos nuevos sobre hechos históricos, no hay ninguna razón para que no sean conocidos, lo que venga después, me da igual.
La función de los historiadores, de los periodistas, de los escritores es descubrir la verdad y hay tantas cosas, además en la línea de la que estamos hablando, hay tantas cosas desconocidas, hay tantos datos desconocidos, hay tantas cuestiones que nunca fueron contadas, que fueron voluntariamente escondidas o involuntariamente olvidadas… Pero que han quedado ocultas, por ejemplo en el franquismo, en la transición, en los primeros pasos democráticos, hay muchas cosas que están sin contar.
Por lo tanto nuestra función, y si nos gusta con más razón, es desvelar todo aquello no contado y eso tiene un valor indiscutible y, en esa línea, hay mucha gente trabajando y no hay ninguna razón para dejar de hacerlo. Lo que venga después son valoraciones subjetivas, probablemente procedentes de quienes pensaban que estaba todo contado ya, no tanto reabrir o no heridas, sino algo tan básico como que determinada gente piensa que ya está todo contado y no hay nada más que contar y que la historia está escrita pero yo discrepo de ese planteamiento que dice que no hay nada más que contar porque todo está ya contado o que la historia es la que es.
No hay nada más que acudir a los archivos para descubrir cosas no contadas que, sobre todo, tienen valor en sí mismo, no son sólo anécdotas, tienen el valor de alumbrar un período histórico y que probablemente interese a todos, a la sociedad en general.
A veces me preguntó por qué, por ejemplo, se ha podido revisar de forma exhaustiva la Segunda Guerra Mundial, de la que se han escrito libros, ya sean novelas, ensayos, se han filmado películas. Y en cambio de la guerra civil española y del franquismo, hasta hace muy poco, no se han empezado a publicar libros, y aún así, se cuestiona muy mucho cualquier actividad de enjuiciamiento ¿Por qué nos cuesta tanto examinarnos y juzgarnos?
Éste es un fenómeno bastante característico de este país llamado España, porque en muchos países del mundo que han sufrido dictaduras o procesos semejantes al español, tarde o temprano los acontecimientos, la tenacidad de personas individuales, víctimas o jueces y la fuerza de la historia, la fuerza de la razón ha conducido a ese proceso de recuperación de la memoria y a ese proceso de justicia por unos caminos determinados. No hay más que hablar de Chile, Argentina, Alemania e Israel. Por ponerte un ejemplo, si el propio Papa, Benedicto XVI ha pedido perdón, si Ángela Merkel ha pedido perdón hace poco en Israel por el régimen nazi, si hay procesos abiertos contra los genocidas de las dictaduras de Chile y Argentina en este momento y, si lugares tan siniestros como la escuela de mecánica de la armada de Argentina, se han transformado en un museo, no hay demasiada justificación para que en España no ocurra lo mismo. Tendríamos que ir probablemente a procesos similares a los que ha habido en otros países que han sufrido dictaduras.
Comprendo que hay que hacerlo con prudencia, con la prudencia que ha empezado esta entrevista con respecto a la ley de Memoria Histórica, pero soy optimista en el sentido de que, poco a poco, muchas de las cuestiones pendientes en la ley de memoria verán la luz, porque si nos homologamos con el resto del mundo hemos de hacerlo también en esta cuestión. Y ahí hay un camino por recorrer, indiscutible en este país. Pero bueno, nos cuesta mucho por esa educación recibida, porque hay mucha gente que aún vive y porque no se ha aclarado la ilegitimidad de los juicios, ni se han procesado ni sacado a la luz los nombres de los represores de la dictadura franquista. Es una diferencia bastante grande respecto a otros países como Argentina o Chile. Ahí sí hay una diferencia legal enorme.
Una última pregunta, respecto al periodismo y una frase que he leído en tu blog (fernandoolmeda.blogspot.com): “Ir donde está el silencio. Ésa es la responsabilidad de un periodista. Dar voz a quien ha sido olvidado, abandonado, golpeado por el poderoso” ¿esta labor, como la que comentabas hace un momento (“descubrir la verdad”), está vigente hoy en día, en un momento en que el periodismo está tan mediatizado? ¿dónde está la verdad?
En el interior de cada periodista, evidentemente. Trabajar con verdad, no sólo buscarla, trabajar con honestidad.
En este país, los medios están alineados desde hace algún tiempo, hay una atmósfera bastante crispada sobre todo desde el 11-M. Digo los medios, las empresas. En el caso de la televisión, por ejemplo, las audiencias condicionan los informativos cada día más, pero luego, sí es verdad que hay actitudes individuales que calan en el espectador, en el lector o en el oyente. Hay mucha gente que está trabajando en esa línea, que comento en el blog, en esa frase.
Te voy a decir un nombre, Gervasio Sánchez, un ejemplo de periodista de raza, insobornable, porque trabaja para medios nacionales y también regionales (lo mismo trabaja en la Cadena Ser que en El Heraldo de Aragón) y tiene un compromiso muy firme con los desposeídos, con los desheredados, ha estado muchas veces en Irak. Es un modelo a seguir, un periodista con todas las letras que sigue buscando la verdad y que va ahí donde está el silencio. En fin, probablemente la profesión periodística como todos los sectores profesionales se ajusta a la realidad que nos rodea y las empresas se acomodan a la situación que hay, pero existen muchísimas iniciativas individuales (también colectivas) de muchos periodistas que siguen buscando la verdad por encima de todo. De eso tenemos que enorgullecernos, son modelos a seguir.
Quizá esas iniciativas son las que hacen que el periodismo, como dice Gabriel García Márquez, sea el mejor oficio del mundo.
Lo es, claro que sí, sin ninguna duda.
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