2008/06/01

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  • Matrimonio homosexual
  • El Comercio, 2008-06-01 # Ramón Durán · Catedrático de Derecho Civil y Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo

Por ley del año 2005 se legitima en el Derecho español el matrimonio entre personas del mismo sexo, con pretendida igualdad jurídica con el vínculo heterosexual, si bien luego se desmiente. Incluso más tarde se ha cometido la osadía de introducir distintos efectos según el tipo de sexo, aunque sea único, de las personas que acuden al matrimonio. No es sino consecuencia de reconocer que culturalmente podemos admitir la ideología de género, pero no imponerla legalmente al margen de la naturaleza. Podrá decirse que alegar en este ámbito dicho concepto suena casi a prejuicio, pero me refiero a la noción más genuina de cuanto dicta la biología. Los hombres no pueden engendrar hijos entre sí. Establecer relaciones íntimas con categoría de matrimonio al margen de un hecho tan incontestable produce indefectiblemente distorsiones.


Vaya por delante la confesión de un ominoso presupuesto. Los homosexuales se han visto abocados a una represión social injusta que con frecuencia deriva en fórmulas de discriminación insufribles. Cada persona es por completo depositaria de la dignidad humana, y mientras su conducta no lo desmienta, este tributo de respeto y consideración debe ser mantenido, como es lógico, al margen de su opción afectiva. Distinta es, sin embargo, mi percepción sobre los grupos que integran sus reivindicaciones. Cualquier modelo de sindicación de intereses no me resulta incondicionalmente aceptable. Los 'lobbyes' deben ser juzgados con arreglo a los valores que propugnan. Siendo sincero, me gustaría un mayor compromiso del movimiento gay con los asuntos comunes al conjunto de la sociedad, su búsqueda de espacios solidarios más amplios y efectivos, su manifestación frente a perentorias necesidades distintas de las propias, a veces excluyentes y no sé si en todo caso representativa del colectivo. Sin ánimo de generalizar, algunas escenas que nos regalan en sus manifestaciones del día del orgullo no creo que siempre contribuyan de forma decidida al bien común, incluso con cierta frecuencia pueden ofender, o al menos incurrir en dudoso gusto, aunque se disimulen bajo eufemismos transgresores.


Volviendo al asunto de cabecera, el reconocimiento del vínculo conyugal entre homosexuales no implica la vigencia de las normas relativas a la determinación de la prole matrimonial. Como remedo, se ha buscado la fórmula de permitir que los matrimonios de cualquier clase puedan adoptar. Adopción y matrimonio conjuntos de homosexuales son dos circunstancias que separa de forma oportuna la experiencia jurídica de nuestro entorno. Hay legislaciones que, admitiendo matrimonio de homosexuales, exceptúan su adopción en común y otras que autorizan ésta, limitadamente, sin recibir lo primero. Hasta no hace mucho, la única que omitía consideraciones especiales al respecto era la española. Entonces, como los matrimonios admiten adopción conjunta, también el homosexual, lo que fue definido en el Informe del Consejo de Estado como efecto colateral y criticable. Nuestro Código civil rechaza las adopciones conjuntas por personas no casadas del mismo sexo, pero sin excluir las individuales. No lo hace por motivos moralistas acerca de su afectividad, sino porque, al margen de los anhelos de ser padre, nadie tiene derecho a adoptar, sino el menor a ser adoptado. Además, criaturas que provienen de un abandono previo o de una situación de desamparo no creo que tengan la mejor de las acogidas en un entorno de dos personas que no permita distinguir el papel de padre y el de madre. Se dirá que, si se puede adoptar por un sujeto en solitario, tal cosa sucede, pero no es así, pues no se confunden los roles de los progenitores. Sería como el huérfano. Dos personas del mismo sexo, ya sean hermanos, no pueden adoptar conjuntamente sólo en virtud de semejante premisa, sin que, como es obvio, se sospeche o presuman relaciones incestuosas.


Por si fuera poco, las parejas homosexuales estables no pueden adoptar. Nadie protesta, será porque no interesa tanto. Hay más ruido que nueces, más huevo que fuero, por eso me gustaría saber cuántas adopciones se han producido así.

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