- El cuartel rompió la pareja
- Sebas, con tricornio, y Pedro, civil, fueron la primera pareja gay conocida de la Guardia Civil. Hasta tuvieron permiso para compartir cama en la Casa Cuartel. Allí les insultaron, hallaron comprensión... Ahora se han separado.
- El Mundo, 2008-08-03 # María Fuentealamo
Sebastián hace guardia en el Cuartel de Vilafranca del Bonany. Finales de 2002. Ojeando una revista, en vela, el centinela se encuentra una desagradable noticia: una publicación interna del Cuerpo le dedicaba, sí, a él, un reportaje. La revista Casa Cuartel, editada por Actualidad Militar S.L., le difamaba por su condición de homosexual: «Ante la lamentable noticia de que no sólo se haya declarado gay sino que pretende que su amante comparta la cama con él en la Casa Cuartel, toda la jauría antimilitarista y de enemigos de la Guardia Civil, ante el asombro de la inmensa mayoría de los españoles que no han perdido la vergüenza, se han lanzado a tumba abierta a compartir la actitud del citado maricón».
El artículo se titulaba ¿Qué está pasando aquí? y atacaba a Sebastián por haber solicitado que le dejaran traer a Pedro, su novio, a su lado. Al cuartel. Fue un episodio más del calvario contra el que luchó la pareja homosexual formada por Sebastián, guardia civil, y Pedro, el primer paisano que cruzó el umbral de un cuartel para residir oficialmente con un efectivo del mismo sexo. Superaron aquello y mucho más. Se casaron, incluso, en 2003. Pero no le ganaron la guerra al desgaste, al desamor. Hace unos días, Pedro regresaba al mundo exterior, después de cinco años compartiendo pabellones con los guardias, sus mujeres y sus niños.
«He pasado momentos muy felices en el cuartel», ha dicho a sus amigos. Pasado. Pedro Tena entró por la puerta grande al cuartel de Vilafranca del Bonany, en la isla de Mallorca en enero de 2003. El y su novio habían logrado que la Guardia Civil cambiase su reglamento para permitirlo.
Sebas, natural de Játiva (Valencia), pidió al Cuerpo, en noviembre de 2002 y por vía interna, permiso para llevarse a su novio al cuartel. Iban a romperse algunos moldes tras casi 200 años de historia el Cuerpo se creó en 1844-. Tres años después, Sebastián fue también el primer miembro del Cuerpo en dar el sí quiero a una persona del mismo sexo. En septiembre de 2005, poco después de que el Congreso aprobara el matrimonio homosexual, Sebastián y Pedro se casaron en el Ayuntamiento del que ya era su pueblo, Vilafranca del Bonany, 2.600 habitantes. En la más estricta intimidad, como era su deseo. Porque Sebastián y Pedro nunca quisieron ser considerados más que personas normales:«No somos héroes, sólo dos personas que intentan vivir en paz en una sociedad que aún arrastra muchos prejuicios».
Ya antes de conseguir el permiso para que Pedro se mudara con él al cuartel, Sebastián solicitó una baja médica por depresión. Fuentes próximas al agente indicaron que la «situación que atravesaba le estaba afectando anímicamente».
Uno de los apoyos más firmes llegaba desde dentro de la casa. El secretario de comunicación de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), Joan Miquel Perpinyá, natural de Baleares, se erigió como adalid de la demanda. AUGC firmó junto a la Federación de Gays y Lesbianas un manifiesto conjunto en el que reclamaban igualdad de derechos para las parejas homosexuales en la Guardia Civil.
Perpinyá se tomó muy en serio la lucha, quizá porque él estaba también experimentando en sus carnes lo que es ser guardia civil y homosexual, aunque en noviembre de 2002, cuando el día 4 el Cuerpo anunciaba que sí, que cambiaría el reglamento para que los gays pudiesen convivir en pareja dentro de los hogares de la Benemérita, todavía no se sabía más allá de su círculo más cercano. Perpinyá lo proclamó públicamente al mes siguiente.
En diciembre de 2002 se decidió y apareció en la portada de la revista Zero. Una frase resumía lo que quería decirle al mundo: «Soy guardia civil y gay». Tenía 28 años. Como Sebas, también reside en un cuartel de Mallorca. Desde abril se encuentra de baja por motivos psicológicos.
Convivieron cinco años
Aunque el permiso llegó en noviembre de 2002, la mudanza de Pedro no se produjo hasta el enero siguiente. Con un pabellón asignado en el cuartel de Vilafranca del Bonany, a 10 kilómetros de Palma, ambos dieron forma a su nuevo hogar y se prepararon para llevar una vida normal. Sin más complicaciones: «El colectivo gay ha de seguir dando pasos adelante hacia la normalización en la igualdad de derechos y el respeto de la sociedad, dejando a un lado el morbo que dichos pasos llevan consigo», dijeron.
Sebastián y Pedro aseguraron poco después que no habían tenido ningún problema a la hora de ocupar su nueva casa: «El recibimiento en el cuartel ha sido normal y los problemas que pudiéramos tener pertenecen a nuestra vida privada. Es más, la opinión de todos los guardias civiles del resto de la isla con los que hemos tenido contacto ha sido de absoluto respeto, llegando a la felicitación y al apoyo». Un año después, en una entrevista en exclusiva con El Mundo la pareja se sinceraba y reconocía que habían pasado «momentos malos en el cuartel». Y también fuera: «A veces escuchábamos comentarios en algún bar como 'ahí están los maricones».
Y pasaron los años. Cinco de convivencia conjunta en el cuartel. Tres de matrimonio. El matrimonio se resquebrajó el día que Pedro hizo las maletas. Dejaba el pabellón de la Guardia Civil que tanto le había costado conseguir. Pedro deshizo hace unos días el camino que recorrió en 2003. Dejó la puerta del cuartel entornada, por los que entraron después que él y por los que entrarán.
Al día siguiente, al cerrar otra puerta, la de su nueva casa, en vez de cruzarse con uniformes y tricornios, Pedro le da los buenos días a un señor vestido de paisano.
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