2008/08/07

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  • Leopoldo Alas
  • El Plural, 2008-08-07 # Coral Bravo · Doctora en filología, master en psicología, miembro de Europa Laica

La semana pasada murió con cuarenta y séis años Leopoldo Alas, pensador, escritor, defensor de las libertades y activista por los derechos de los homosexuales. No le conocía personalmente, pero su existencia era grata, sutilmente dulce y, de algún modo, "familiar" para mí, por lo que representaba de continuador y "redentor" de la trayectoria intelectual e, incluso, vital de su predecesor homónimo.


Porque pasé tres años adentrándome, para mi tesis doctoral, en los espacios literarios, ideológicos y personales de su antepasado, el otro Leopoldo Alas, de pseudónimo Clarín, el insigne escritor del realismo de fines del XIX, el autor de cuya pluma salió una de las grandes novelas de la literatura universal: "La Regenta".


Tanto la vida como la obra de don Leopoldo (Clarín) estuvieron impregnadas, como la vida de todos sus coetáneos, por la enorme contradicción y la inexpugnable presión de la implacable moral católica. Su ideario (liberal, abierto y tolerante) estuvo siempre en constante pugna con los únicos esquemas ideológicos y morales permitidos en la época.


Su obra denunciaba, precisamente, esa hipocresía moral en lo social, ese provincianismo angosto y caciquil que corrompía todos los ámbitos de la sociedad española decimonónica, y denunciaba, especialmente, el sometimiento de las libertades individuales bajo el peso del oscuro y represor ideario del rancio catolicismo imperante.


Clarín fue un hombre y un narrador atormentado por la imposibilidad de conciliar su libertad intelectual en lo profundo con los modelos severos y tiránicos de su contexto ideológico y social. Tal conciliación era un imposible en los tiempos que a don Leopoldo le tocó vivir.


Los personajes de sus dos únicas novelas extensas (Ana Ozores en "La Regenta" y Bonifacio Reyes en "Su único hijo") son unos seres constreñidos a la estrechez y la mezquindad de las hipócritas normas morales que anulaban sus deseos de trascendencia vital. Son víctimas, como lo era su creador, de una sociedad intolerante y represora en la que cualquier atisbo de luz en el túnel de las imposiciones religiosas y "morales" era una utopía.


Si hubiera podido verlo, Clarín se hubiera sentido orgulloso de su descendiente, del otro Leopoldo Alas, quien sí ha podido vivir de acuerdo a sus esquemas propios y quien no sólo ha escrito sobre libertades, sino también ha luchado abiertamente por ellas.


Sirva este pequeño escrito para dedicar mi pequeño homenaje a los dos Leopoldo Alas, a tantos autores librepensantes que, a lo largo de la historia, han utilizado su pluma para denunciar desde la ficción lo que no podían denunciar de otro modo, y a todos aquellos hombres y mujeres que, por comprometerse desde sus respectivos ámbitos con las libertades y con los derechos realmente sacros de los seres humanos, han sido y, aún hoy, siguen siendo víctimas de los tiranos y sus tiranías.

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