- Luto en Baños de Ebro
- Noticias de Alava, 2008-08-16 # Editorial
La muerte en Baños de Ebro de una mujer a manos de su esposo -respetando el dictado de la presunción de inocencia, aunque obviando su formulación- trajo ayer de nuevo a la primera línea de las conciencias de los ciudadanos alaveses el drama que supone el incesante goteo de muertes víctimas de esa enfermedad de la sociedad llamada violencia machista. Los vecinos no daban crédito a lo sucedido y pactaron con la familia una Ley del Silencio que les dignifica en su respeto al dolor de unas personas con las que conviven. Se trataba de un matrimonio, ambos de 72 años, muy conocido en el pueblo. Las pocas voces que se pronunciaron afirmaron que no tenían ningún problema de convivencia y achacaron el suceso a una enajenación mental. La investigación policial y judicial será la encargada de esclarecer lo acontecido, pero una reflexión de fondo, que vaya más allá de lo concreto, no puede obviar que una mujer a muerto a consecuencia de las cuchilladas provocadas por su esposo. Un ciudadano juicioso no puede evitar preguntarse ante hechos de este tipo qué motivos a podido tener un hombre para traspasar la línea de la cordura y acabar con la vida de un ser humano. La reflexión conlleva por lo general a cuestionar la salud mental del homicida, porque es más fácil vincular el problema a las circunstancias personales de la persona que empuña el cuchillo que considerarlo un mal generalizado. En estos casos, la universalización del problema no supone admitir que cada hombre esconde en su interior un asesino, si no que es responsabilidad de todos educar a las nuevas generaciones en unos valores que potencien el escrupuloso respeto a la vida y la asunción definitiva de la igualdad de la mujer. Y en esa dinámica el papel de las instituciones se circunscribe a la enseñanza de unas guías de conducta, es deber de los padres aplicar esas pautas en su vida logrando que sus hijos asuman la igualdad como una actitud normalizada. El endurecimiento de las condenas por las agresiones en la familia no permitirá por sí sólo apagar el rescoldo de este drama. El problema requiere un debate en profundidad y más serio que perderse en disquisiciones lingüísticas en torno al género de los nombres y pronombres. De poco sirve un Ministerio o una concejalía de Igualdad si la sociedad en su conjunto no interioriza que es necesario romper viejos moldes y da pasos para lograrlo.
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