- 'Bebetinto XVI'
- Noticias de Gipuzkoa, 2008-12-29 # Miguel Angel Garayoa
Hace tiempo, en la carrera de cutos de Arazuri (Navarra) participó (no recuerdo con cuánto éxito) uno chiquitín que iba vestidico de blanco y que respondía al nombre de Bebetinto 16 (XVI en números romanos). He pensado muchas veces en la gesta deportiva (participar es ya un éxito) del gorrino y viene esto a cuento porque el actual ocupante del Vaticano, Benedicto XVI, se ha lanzado contra gorrinadas y cochinadas y ha comenzado a escupir contra las desviaciones sexuales mezclando ecología con la caja de Pandora y ésta con el coño de la Bernarda. Da pena ver al pequeño nazi (fue voluntario de las juventudes hitlerianas) con sus inquietantes ojitos, vestido a la última moda cursi (y cara) vaticana, creando patrones de snobismo (¡qué zapatitos, Dios mío!, ¡qué txapela o como se llame!), metiéndose con la libertad sexual de los ciudadanos, atacando derechos legítimos, a estas alturas. Sabe, el bávaro, que sus palabras justifican atrocidades contra el (o la) sexualmente minoritario: juicios medievales, brutalidades gratuitas. ¿Dónde la caridad? Donde debe estar el pastor no puede estar el inquisidor. Ha costado mucha sangre y años de lucha al mundo de gays y lesbianas y a todos los amantes de las libertades asomar dignamente su cabeza en la sociedad para que ahora venga un petimetre descerebrado a decapitarles. Me extraña el silencio general sobre este tema. No estás, Benedicto, en nuestro camino hacia Dios. Tengo muchos amigos y amigas que sufren debido a los problemas que plantea la sociedad a su situación, a tics de mierda que todavía tenemos, al chiste zafio. Por eso, no admitiremos que un fascista pretenda llevarnos a las catacumbas intelectuales, al infierno eterno. Sirvan estas líneas para enviar un fraternal abrazo a tanto perseguido, a tanta mujer ridiculizada (¡Cuánto camino queda por recorrer para dignificar a estas mujeres!). Y a Benedicto le recomendaría que mirara primero en su patio trasero, abusos sexuales sistemáticos, pederastia y vidas rotas y, luego, como penitencia, que fuera al Congo, como misionero, vestido de Prada (en el Congo sí que de verdad haces falta).
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