- Habla la familia de la última fallecida en Nanclares: "A mi cuñada la han dejado morir como a un perro, tirada en su celda"
- Aunque la versión oficial es que murió de sobredosis, no han aparecido pruebas que confirmen esa teoría
- Noticias de Alava, 2008-01-23 # Concha Lago · Vitoria
La realidad que se esconde detrás de los muros de la prisión es tan negra como el abismo. Y la desinformación es un pozo muy oscuro. Pero una familia necesita explicaciones. Noqueada, incapaz de asumir la pérdida, se ha visto obligada a salir a la palestra ante la indiferencia de Instituciones Penitenciarias. El sábado, 12 de enero, esta familia vizcaína vivió una jornada que no olvidará jamás. El padre recibió la llamada a las diez de la mañana. "Estoy mal, tengo fiebre y no me hacen caso", decía al otro lado del hilo telefónico su hija, ingresada en la cárcel de Nanclares desde hacía sólo una semana. Siete horas más tarde recibía otra llamada fatídica. "Ha muerto de sobredosis". Dos días después, la Dirección de Nanclares rectificaba: "No hay muestras de droga, ni jeringuillas. Desconocemos el motivo de su muerte". Y hasta hoy.
Esta joven con identidad -que intentan evitar que trascienda-, murió en su celda de Nanclares hace once días. Llevaba sólo una semana en prisión. "A mi cuñada la han dejado morir tirada en su celda como a un perro". Quien así habla es la mujer de su hermano, cautelosa, pero harta de ver cómo pasan los días y cómo nadie les comunica las conclusiones de la autopsia, cansados de comprobar que nadie les devuelve las pertenencias de su ser más querido. Por eso, esta joven sale del anonimato, consciente de que no se puede crear un muro de impunidad alrededor de las muertes en la cárcel. Joven, de tan sólo 31 años, drogodependiente, "a veces lo dejaba y a veces no", terminó sus días sola y demasiado pronto.
La familia está destrozada pero no puede ni debe callar. "Es mentira que mi cuñada saliera de Cruces para ser ingresada en Nanclares. Ella estaba enferma. Tomaba muchas pastillas de antirretrovirales, antidepresivos, tranquilizantes, metadona... Tenía mucha fiebre y dolor en los bronquios. Pero estaba ingresada en un programa de deshabituación, -que sustituye a la condena- y los del centro, la dejaron tirada en la estación de Termibus con sólo seis euros para que pudiera regresar a Nanclares" .
La última muerte sucedida en el penal gasteiztarra ocurre en un entorno profundamente hostil, con instalaciones que se caen, presos hacinados, problemas higiénicos y una situación que hasta el propio Ararteko ha calificado como de "auténtica vergüenza". Todo ello en un ambiente, como el carcelario, donde la tensión es terrible. "En la cárcel se vive un estrés permanente. Viven pendientes de que nadie les agreda, que nadie les ataque", cuenta un trabajador social.
La asociación de apoyo a los presos, Salhaketa, también ha denunciado "desinformación y negligencia" por parte de la Dirección con esta última fallecida en Nanclares. La lista del dolor suma 25 fallecidos en tres años en esta prisión. El sábado, doce de enero, le tocó a nuestra infortunada protagonista. Pero apenas veinte días antes, otra reclusa había muerto presuntamente ahorcada. Salhaketa asegura que "es la tercera vez que nos dicen que no hacen públicos los hechos por deseo expreso de la familia". En esta ocasión la familia quiere alzar la voz y aclarar lo sucedido.
"Parece que son números, que no valen nada, que son desechos de la sociedad, pero son personas que tienen detrás una familia que les quiere", afirma una cuñada que se erige en portavoz de un clan demasiado angustiado como para poder dar la cara. "Ella era hija, hermana, de una familia de lo más normal, con sus hipotecas, con unos padres bien situados. En definitiva una familia como tantas otras. Mi suegra está destrozada".
Y todo por una tontería. "Estaba en prisión por intentar robar un bolso a una señora y no presentarse a los requerimientos del juzgado. Además, salía en 15 o 20 días", recuerda con profundo pesar. "Estaba ingresada en Proyecto Hombre. Pero como no se presentaba al juzgado, hubo una orden de busca y captura.
"Ella dejaba y no dejaba la droga -recuerda apesadumbrada-. Pero mi cuñada tenía una válvula mal en el corazón, fiebre desde hace más de un mes. Estuvo ingresada en un centro de desintoxicación...". "Lo que queremos decir es que no se puede encerrar y dejar allí olvidadas a la gente porque, sobre todo, son personas", añade.
Al parecer, ese aciago día 12, el médico le proporcionó una pastilla para los bronquios. Pero a la tarde, no consiguieron despertarla de la siesta. Intentaron reanimarla en la UVI pero falleció. Y a la terrible tragedia se une la falta absoluta de noticias. Por eso la familia no se resigna. "Ni siquiera conocemos qué ha dicho la autopsia. Aquel lunes nos dijeron que nos volverían a llamar para informarnos. Imagina la angustia a medida que pasaban las horas. Todavía estamos esperando. La familia tiene derecho a saber qué ha sucedido. Primero te dicen que ha sido una sobredosis y empiezas a especular, tiendes a buscar culpables, crees que ha podido quitarse la vida, pero si tenía tanta fiebre, eso parece una infección". Tampoco les han llegado sus pertenencias. "Aunque vinieran andando desde Gasteiz tardarían menos", se atreve, por un solo momento, a ironizar.
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