- Alternativas para salir de las calles
- Una asociación de inmigrantes marroquíes pone en marcha en Bilbao un lugar de ocio y encuentro para jóvenes extranjeros no acompañados
- El País, 2008-01-07 # June Fernández · Bilbao
Unos 400 menores inmigrantes que han llegado solos a Euskadi son atendidos actualmente en los centros de acogida vascos, más de la mitad en Vizcaya. Estos centros cubren apenas sus necesidades básicas, lo que les obliga a matar las largas horas de su tiempo libre deambulando por las calles. Cuando cumplen 18 años, se han de enfrentar solos a la necesidad de conseguir trabajo y documentación para escapar de la exclusión social. La asociación de inmigrantes marroquíes Azraf inauguró en diciembre pasado un punto de encuentro en Bilbao en el que organiza actividades de ocio saludable para ellos como alternativa a las conductas de riesgo.
Cuarenta jóvenes de
Ksar es un local diáfano y funcional. Recién estrenado, aún resulta impersonal, a falta de que el ajetreo de las actividades le den calidez y color. Sin apenas adornos, en la entrada cuenta con una mesa y sillas a modo de sala de estar y un escritorio para el educador al que le sigue un espacio con cuatro ordenadores. Al fondo, se ensancha con estanterías con periódicos y libros, un gran televisor y una zona de cocina en que los jóvenes se preparan el té, pican dulces árabes y realizan talleres.
Los ménores y jóvenes no acompañados forman el colectivo más vulnerable de la comunidad inmigrante. El último informe del Ararteko destaca que las instituciones aún no les atienden correctamente: advierte falta de coordinación, recursos materiales y humanos deficientes, ausencia de respuestas educativas y prestaciones sanitarias.
Los hombres marroquíes suponen en Vizcaya el 90% de ese colectivo por la cercanía, pobreza y tradición migratoria que caracterizan al país norteafricano. En Álava y Guipúzcoa, los jóvenes de todo el Magreb son el 80% de los menores no acompañados. Cruzan la frontera en patera o en los bajos de camiones y luego se trasladan a las provincias en que esperan conseguir trabajo y papeles. Cuando los servicios sociales o la policía les identifican, les hacen una prueba de edad que determinará su futuro. Si el joven es mayor de edad, tendrá que buscarse la vida solo; si es menor, se le deriva a un centro de acogida.
Los centros de menores no abordan un proyecto educativo integral, critica el Ararteko. Peio Aierbe, miembro de Sos Racismo, apunta que la escasez de educadores y las condiciones precarias en que trabajan para recortar gastos impiden que los menores reciban una atención directa y personalizada. Por ello, tienen muchas horas de ocio que no saben cómo cubrir, lo que les expone a caer en conductas de riesgo, como consumir drogas. Ante esa realidad, Azraf les ofrece propuestas culturales y deportivas en un entorno amable.
Debido a las dificultades con el idioma y el temor a ser rechazados, los jóvenes se suelen relacionar sólo con sus compatriotas. Por ello, Ziani apunta que organizarán salidas y partidos de fútbol con los que promover que conozcan a chicos autóctonos. La convivencia contribuirá a disipar el prejuicio de que los inmigrantes resultan conflictivos y no quieren integrarse.
Debido a ese estereotipo, los centros de acogida suscitan un rechazo social cada vez mayor, señala con preocupación el Ararteko. Aierbe defiende que "si las instituciones atienden bien a los jóvenes, éstos no se meten en líos". Propone también propiciar que utilicen los recursos de ocio municipales para no quedar apartados de la comunidad.
- Mohamed: Lleva tres meses en Euskadi
- "Tengo que ayudar a mi familia"
Mohamed tiene 18 años. Llegó a Euskadi hace apenas tres meses desde Marruecos y aún no habla castellano. Fue él quien decidió emigrar -"mis padres no tuvieron nada que ver"-, pensando que en su país "no hay futuro. Para vivir mejor hay que salir". Cruzó el Estrecho en patera: "Pasé mucho miedo, sobre todo por las olas", recuerda con una sonrisa amarga. Su amigo Yossef, pendiente de la conversación, pasó la frontera oculto en los bajos de un camión. Al miedo en la patera le ha seguido el miedo a que la policía le detenga por su situación irregular, indica Mohamed.
Deja claro que no tiene tiempo para soñar con ir a una universidad o realizarse profesionalmente. "Tengo mucho que hacer: primero conseguir papeles y luego trabajar para ayudar a mi familia", resalta. Para ello, busca algún curso que le facilite hallar un empleo.
El centro de acogida en que reside no le gusta demasiado, pero "es mejor que la calle", dice. En la calle es donde mataba las horas del día antes de que se inaugurase el punto de encuentro. Mantiene el hábito de ir a rezar a la mezquita: "Me preocupa perder mis tradiciones", reconoce. Asegura entre risas que no le importaría casarse con una vasca, pero por ahora no conoce a personas autóctonas ya que se relaciona con los compañeros del centro de menores -todos son chicos marroquíes o argelinos- y el idioma dificulta entablar relaciones. ¿Lo mejor de la cultura occidental? En estos meses es Internet lo que más le ha fascinado. "Es maravilloso", concluye con un amplia sonrisa.
- Mouaouiya: Cinco meses en el País Vasco
- "Muchos nos ven como ladrones"
Mouaouiya también tiene 18 años y es marroquí, pero pudo escapar de la patera y los bajos de los camiones gracias a un visado de vacaciones que obtuvo a través de una asociación estudiantil. Con él pudo entrar legalmente en Francia, desde donde llegó a Bilbao hace cinco meses. Pese a llevar tan poco en el País Vasco, ya es capaz de mantener pequeñas conversaciones en castellano. El curso de electricidad que está realizando le ha permitido familiarizarse con el idioma y conocer a vascos "muy majos, pero otros muchos piensan que todos somos ladrones", se lamenta. Pasa el tiempo de ocio con los amigos del centro de acogida. Sigue yendo a rezar a la mezquita y afirma haber superado el miedo a la policía.
Del punto de encuentro lo que más le gusta es Internet y leer los periódicos. "Bailar, poco", indica entre risas, por lo que no le atraen las discotecas ni la vida nocturna. Antes de descubrir el local de Azraf pasaba los días "viendo partidos en el campo de fútbol de Deusto, almorzando en el comedor de Cáritas..."
Aunque deja claro que resulta mejor que estar en la calle, no se siente a gusto en el centro de menores, en parte debido a la rigidez de los horarios: "Nos tenemos que levantar a las 7.30 y volver a las 10 de la noche". Se le hace duro el clima frío de Bilbao, pero lo que sobrelleva peor es tener que encontrarse lejos de su familia: "Hablo con mis padres en el locutorio, pero les echo mucho de menos". A corto plazo, no le importaría encontrar trabajo como electricista, pero su sueño es estudiar Física en la universidad.
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