- La homosexualidad como fetiche
- El Llanto de la Acequia, 2008-01-03 # Antonio Salvador
(Colectivo Liberacción)
No tengo ningún amigo gay ni ninguna amiga lesbiana. O por lo menos eso creo, aunque nunca se sabe. De hecho, no hay porqué saber. Cada uno tiene derecho a preservar su intimidad, a resguardar su interior del acecho de las habladurías.
He empezado este texto así, porque no soporto a los tunantes que enmascaran su homofobia, refiriendo sus supuestas amistades en el ámbito homosexual. Tampoco trago a la progresía reinante, que utiliza esta misma puta frase para ganarse los votos y los afectos de la comunidad gay.
La homosexualidad es una opción sexual más, tan respetable y tan natural como el resto. Por mucho que se empeñen los católicos integristas y sus acólitos de Falsimedia, no es una enfermedad ni una maldición bíblica. Es un estado del ser, un hilo cualquiera de la compleja madeja en la cual se desenvuelve la humanidad.
En estos últimos tiempos la homosexualidad se ha banalizado, ha sido reconvertida en un objeto de consumo, en un juguete nuevo del santísimo mercado. Notorios homosexuales copan las pantallas de televisión, despellejando al famoserío o pontificando sobre cosas de las que no tienen ni zorra idea. Exagerando al máximo, utilizando su condición sexual para divertir al personal, insultan a su propio colectivo, adornando con su solicitada presencia el circo mediático que sufrimos (y que merecemos).
Perseguidos, torturados y encarcelados por los fundamentalismos religiosos de cualquier signo, olvidados por el bendito marxismo, que en muchas ocasiones contribuyó también a su desdicha, hombres y mujeres consumidos en la hoguera, sólo por ser diferentes. Uno de los puntos negros de mi admirada Revolución Cubana fue su actitud pasada hacia los homosexuales, felizmente superada y corregida.
El Imperio se hace abanderado de la causa arcoiris, con el odioso objetivo de justificar la próxima invasión de Irán. Ese maldito Imperio, formado por 50 estados, algunos de los cuales tipifica la sodomía como delito. Tras el atentado del 11 de septiembre de 2001, los imperialistas usaron argumentos feministas para respaldar el ataque contra Afganistán. En enero de 2008, el burka sigue siendo la prenda estrella en la triste pasarela afgana.
No es guay ser homosexual, ni debe serlo. No es antinatural ni pecaminoso, es algo normal. No hay que maldecir a los homosexuales, ni elevarlos a los altares. Todos los ciudadanos debemos disfrutar de idénticas libertades, libertades que nunca podrán realizarse en este sistema criminal. La ampliación de derechos civiles hacia estos grupos es positiva, siempre que entendamos que se enmarca en un proyecto electorero y vacío de principios sociales (ese magma ante conocido como PSOE).
Yo no tolero a los homosexuales, porque la tolerancia implica situarse en una posición de superioridad sobre los tolerados. Y resulta que no me considero superior a nadie, porque creo en la igualdad, la denostada y vituperada igualdad.
El capitalismo nos fabrica, nos utiliza y nos tira, cuando ya no le servimos. La socialdemocracia, que gestiona en estas horas el devenir español, nos acaricia el lomo y nos acerca la zanahoria mientras esgrime el palo. Esta versión light de la realidad, ha entronizado a cierto tipo de homosexual como modelo a seguir: Un gay (o una lesbiana), sin ningún tipo de inquietud social, no digamos pretensiones subversivas, con una buena posición económica, siempre a la última moda.
Señores, estamos hablando de temas muy serios, aspectos relacionados con la identidad sexual de un ser humano, por favor, no frivolicemos. Ya sé que venderíais a vuestra misma madre, y por ello, no os importa jugar con los sentimientos de un maricón o de una bollera. De todo hacéis negocio, hasta de la vergüenza de la que carecéis. Es inútil pediros un favor: que concibáis la homosexualidad tan humana como la reproducción.
Maldigo a los mercaderes, que trafican con sus semejantes, maldigo a las mafias rosas, que rentabilizan su condición sexual, maldigo a los politicastros que nos engañan, y maldigo a los empresarios que los eligen. Intentemos el socialismo, pues. O inventamos, o erramos.
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