- El universo de la copla como objeto de vanguardia
- Un espectáculo sobre Miguel de Molina inicia las celebraciones de su centenario
- El País, 2008-03-05 # Rosana Torres · Madrid
"Yo sólo fui un señor que nació pobre en Málaga, trabajó toda su vida y le gustaron los hombres. Y ahí se acaban todos los símbolos". En boca del protagonista de “Miguel de Molina. La copla quebrada” estas palabras suenan a inmejorable resumen del personaje cuya vida y milagros fascinaron al dramaturgo Borja Ortiz de Gondra y
Con este estreno se inician los actos de celebración del centenario del nacimiento de Molina, fallecido en 1993 en Buenos Aires, tras un largo exilio y una intensa vida marcada por éxitos, persecuciones, fortunas, fracasos, silencios, palizas de fascistas, ruinas, amores prohibidos y, sobre todo por el afán, nunca suficiente reconocido, de sacar a la copla del gueto del tipismo para acercarla a las vanguardias estéticas de los años treinta. En ese tiempo de irrepetible contaminación entre lo popular y la alta cultura, Miguel de Molina estrenaba “El amor brujo” de Falla, el Nobel Jacinto Benavente escribía los finales de sus espectáculos y se codeaba con León Felipe, Lorca, Pastora Imperio o La Argentina.
"De no haber estallado la guerra podía haber llevado el flamenco a otros sitios; pero se le convirtió en un símbolo homosexual, gitano, republicano, y eso devoró al creador", comenta Ortiz de Gondra quien no ignora que el cantante tuvo una segunda y brillante oportunidad en América hasta que se retiró y escribió unas dolorosas memorias bajo el título de “Botín de guerra”.
La fundación que lleva el nombre del cantante dará a conocer las actividades del centenario el 10 de abril, día en que Miguel de Molina cumpliría 100 años. Habrá una exposición itinerante, un disco recopilatorio y un catálogo que incluye un profundo estudio sobre el artista.
Directora y autor, totalmente ajenos a la copla y al cantante, dicen que cuando recibieron el encargo se les pidió una visión contemporánea de él, no una reconstrucción histórica ni un homenaje arqueológico. Para ello el autor, tras bucear en un ingente material, mezla los últimos meses de vida del cantante y los años treinta y cuarenta. El joven Miguel de Molina está interpretado por el actor y también cantante Ángel Ruiz y el anciano por un impecable Miguel Palenzuela.
"Al final ha salido algo que no es reverencial, pero sí respetuoso, sin olvidar el sarcasmo y humor". Del espectáculo se sale con varias certezas: la carrera de Miguel de Molina se truncó por actuar para los perdedores de la guerra y por amar a hombres. Y murió sin saber el porqué de la paliza que provocó su exilio y detrás de la cual, se dijo, estaba Serrano Suñer, el cuñadísimo de Franco.
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