- Pedro Zaragoza, el alcalde que transformó totalmente Benidorm
- Convirtió en emporio turístico un pueblo de pescadores y agricultores
- El País, 2008-04-02 # Miquel Alberola
El ex alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza, falleció ayer a los 85 años como consecuencia de una insuficiencia coronaria, circunstancia a la que sin duda, de sobrevivirse, habría sacado punta para subrayar su antipatía por la monarquía. Su llegada al Ayuntamiento de Benidorm en 1951 fue un revulsivo para aquel pueblo de pescadores y agricultores.
Él mismo era un ejemplo de las penalidades económicas a las que estaba sometido el vecindario y había tenido que emigrar. Había sido maletero, viajante, incluso ayudante de picador en unas minas de fosfato en Extremadura. Zaragoza intuyó que lo mejor que se podía hacer en Benidorm, administrando el agua, era apostar por el turismo. Y cambió la mentalidad del pueblo en el primer pleno que celebró, cuando, contraviniendo la tradición, se alejó de lamentos y aprobó el asfaltado de tres calles. Ése fue el punto de partida del nuevo Benidorm: pensar que la planificación urbanística era la mejor vía de competir por el turismo.
Para ello, en 1956 impulsó un plan general que convertía todo el término municipal en edificable, salvando la ilegalidad adhiriendo planes parciales. El principal acierto fue dejar entrar a los urbanistas antes que a los constructores, lo que dio paso a edificios de 16 alturas orientados al sur, sin hipotecar la vista al mar a la primera línea, con grandes espacios para piscinas, campos de tenis y jardines. Su desafío era abrir la ciudad a las clases medias, que eran el futuro del consumo. Los acontecimientos demostraron que la suya fue una visión pionera del turismo de masas.
Zaragoza animó ese modelo con ingeniosas campañas publicitarias. Asimismo, inventó el Festival de Benidorm, de la Red de Emisoras del Movimiento, del que surgieron nombres como Julio Iglesias y Raphael. Pero el turismo, aparte de efectos económicos, también era una acelerante social con impactos de improbable digestión moral. En 1952 Zaragoza tomó la determinación de autorizar el uso del biquini en la playa, ya que las turistas del norte de Europa se lo ponían sin consultar. Sabía que si se oponía al biquini fracasaría en su apuesta.
Dos ministros le pidieron al arzobispo de Valencia que le abriera un expediente de excomunión, y éste le abrió cuatro. Totalmente acosado por la maquinaria de su propio régimen, Zaragoza resolvió pedir audiencia y llevar el caso ante Franco, al que visitó en su vespa. El alcalde de Benidorm le explicó que quien vendía los biquinis era Loewe y le dijo: "Mi general, si queremos desviar el curso del Ebro no podemos poner un muro en Tortosa, sino que hay que ir al origen". A Franco le gustó. Sin embargo, avaló a rojos, se relacionó con opositores al régimen y su municipio, en plena dictadura, fue el primero en rotular calles en valenciano.
Consideraba que pasarse al PP hubiese sido de tramposos, y de hecho su relación con este partido fue tormentosa, hasta el punto que en los últimos años el Ayuntamiento, bajo la influencia de Eduardo Zaplana, asfixió diversos proyectos urbanísticos suyos. "Mi problema es que sé demasiado", justificaba. El Benidorm que creó Zaragoza tiene detractores y defensores. Algunos la ven como una insaciable mandíbula de hormigón, otros como la ciudad más habitable construida tras la guerra mundial, como el sociólogo Henri Lefebvre. Hoy supone el 40% del turismo dinámico de la Comunidad Valenciana y el 7% del español y ha superado todas las crisis.
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