- Cosa de miembras
- En pleno debate sobre la "nueva masculinidad", España gana una copa sin furia ni hombría
- La Vanguardia, 2008-07-01 # Miquel Molina
La sección de Tendencias se ha planteado en los últimos días dos interrogantes surgidos al calor del éxito de la selección: hasta qué punto resurge el toro como símbolo de lo español (22/VI/2008) y cuánto tienen de tribales ciertas actitudes de los seguidores de fútbol (28/VI/2008).
Sabido es que el fútbol es un teatro en el que representamos nuestras pasiones menos controlables, aunque esas pasiones no siempre condicionen el resultado final y a veces, como la energía, sufran inesperadas transformaciones.
Una de estas pasiones incontrolables -y cada vez menos confesable- es la exaltación de lo viril asociada a la estrategia a seguir sobre el césped, un manera de sentir el fútbol que ha condicionado la historia de la selección española. La casta, la garra, la furia, la hombría la gallardía, los cojones han sido conceptos definitorios del fútbol de un país que no por nada delega su representación iconográfica en un toro bravo, frente al águila o el gallo que se asoman al uniforme de los rivales del entorno.
A pesar de que tanta testosterona no ha evitado que la selección se presentara en la Eurocopa con un palmarés tirando a miserable, el entrenador que más ha hecho por cambiar el rumbo de la historia inició el campeonato bajo sospecha de traición. ¿Su pecado? Renunciar al arreón patriótico en beneficio de la conducción inteligente de la pelota. Hace unos meses, en una tertulia televisiva tras un mal partido, un comentarista echaba en cara al seleccionador que estuviera renunciando a los valores tradicionales para entregar el equipo a jugones que hacen un fútbol "amanerado".
Pero algo puede haber cambiado de verdad. Ese influyente sector de comentaristas que desarrollan un cuadro severo de convulsiones cuando escuchan a una ministra pronunciar la palabra miembras -los mismos que en el ejercicio de su amado idioma español son capaces de decir que un defensa ha encimado a un delantero- han descubierto ahora cómo la selección causaba admiración en Europa tras haberse encomendado a una nueva masculinidad, por seguir con la terminología de la ministra. Y han visto como uno de esos jugones de triangulación amanerada se convertía en el mejor jugador del torneo.
Un éxito logrado sin alardes físicos innecesarios, sino a base de inteligencia, planificación y paciencia. Conceptos no necesariamente femeninos, claro, pero muy alejados del dechado de hombría que se le exigía como valor irrenunciable al jugador de la roja,desde Marcelino hasta el último suplente del infame Mundial de España. Una revolución que tuvo su punto culminante ante la atenta mirada del presidente del Gobierno, de su ministra de Educación y de los miles de miembros y miembras de la hinchada. Si de paso se extendiera la costumbre de jugar partidos mixtos a todas las edades, tan habitual en otros lugares de Europa, podríamos dar por enterrado "el fútbol de carrusel y anís de la asturiana", como deseaba ayer Joaquín Luna. ¿Otro fútbol es posible?
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