- La tenaz resistencia de la rana blasfema
- La polémica escultura de una rana crucificada en un museo italiano ha llegado ya a instancias papales. El Vaticano ha remitido una carta de apoyo a Franz Pahl, presidente del gobierno regional de Bolzano-Bressanone, ante lo que consideran "una blasfemia".
- Público, 2008-08-28 # Miguel A. Ortega · Madrid
El pasado mes de mayo provocó una notable polémica, la reacción de la buena sociedad católica, apostólica y romana de la ciudad de Bolzano, y la consiguiente condena del obispo de dicha ciudad italiana, que la consideró un "desprecio" hacia "los símbolos de la fe cristianos". Se la tachó de "ofensiva" (el presidente de la Junta Provincial), se la condenó por "blasfema" (el muy católico a la par que fascistoide partido Alianza Nacional); pero nada, ahí siguió. Ahora es el mismísimo cardenal Ratzinger, o Papa de Roma, el que ha tomado cartas, literalmente, en el asunto: en el escándalo de la rana crucificada. La rebelión del anfibio blasfemo.
Pues de eso se trata, de una rana. De la escultura de una rana, por más señas. Una pieza de madera del artista alemán ya extinto Martin Kippenberger, fallecido en 1997, que llegó a parar al Museo de Arte Moderno de Bolzano, al norte de Italia. En ella se representa al mentado animal crucificado, a la manera de Jesucristo, con gesto atribulado y un paño y todo cubriendo sus partes pudendas, y portando a su vez una jarra de cerveza en un anca y en la otra un huevo.
La figura, de 1,30 metros y llamada originalmente Zuerst die Fuesse (Las patas primero, en traducción libre), pretendía expresar, según fuentes del museo, un momento personal de profunda crisis del autor; para su compatriota Josef Ratzinger, sin embargo, la crisis es otra bien distinta. Cuando, en el mes de mayo, la obra pasó a presidir el atrio de entrada del Museo de Arte Moderno de Bolzano (Museion, como se le conoce popularmente: una moderna estructura inaugurada por entonces y que costó nada menos que 30 millones de euros), el prelado de la región de Bolzano-Bressanone, Wilher Egger, expuso que "obras así no ayudan a la paz entre las culturas y las religiones", secundado por voces menos diplomáticas que exigían su retirada inmediata y hasta la dimisión del asesor provincial de cultura por la "provocación".
Sin embargo, los encargados del museo decidieron mantener la pieza, contra viento y marea (se trata de una comunidad con un 99% de creyentes católicos), hasta que el Vaticano envió una carta de apoyo a Franz Pahl, presidente del gobierno regional y ferviente opositor a la rana mártir. Tan en serio se lo tomó Pahl, que decidió autofragelarse con una huelga de hambre hasta que la escultura no fuera retirada de la sala; tuvo que ser ingresado en un hospital este verano.
Los responsables del Museion, entonces, decidieron trasladar la obra a un área más discreta, en el tercer piso, pero ante el cariz que han tomado los acontecimientos andan considerando ya el definitivo destierro de la rana de la discordia: Pahl amenaza incluso con dimitir de su cargo, pues no se trata "de una obra de arte, sino de una blasfemia que ha enfadado a mucha gente".
Según la carta remitida por el Vaticano, la figura del anfibio "hiere los sentimientos religiosos de muchas personas, que ven en la cruz un símbolo del amor de Dios". Claudio Strinati, superintendente para los museos estatales de Roma, ha manifestado por su parte que "el arte debe ser siempre libre, y el artista no debería tener restricción alguna en su libertad de expresión".
Para muchos, los días de la escultura en el Museion están contados. Pero queda por ver cuánto puede resistir aún levantando pasiones, la rana blasfema de Martin Kippenberger.
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