2008/04/21

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  • Nacen los primeros niños sanos vascos de padres con el virus del sida por inseminación artificial
  • La selección de espermatozoides mediante la técnica de lavado de semen garantiza que los bebés, ocho en total, estén libres del VIH
  • El Correo, 2008-04-21 # Arantxa Aldaz
  • [Publicado también en El Diario Vasco, 2008-04-21]

Durante años, el sida fue sinónimo de muerte; hoy, sin embargo, es fuente de vida. Lo prueba el nacimiento en el País Vasco de los primeros ocho hijos de padres seropositivos que han nacido libres de la infección gracias al programa de lavado de semen de Osakidetza, el primer servicio de salud de España que incluyó en su catálogo de prestaciones el servicio de reproducción asistida para las personas que viven con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).


Los bebés que han nacido ahora no son los primeros hijos de seropositivos que llegan a Euskadi libres de la infección. Desde que apareció la terapia antirretroviral de alta efectividad en 1996 existen tratamientos que reducen al máximo el riesgo de que el virus se transmita durante el embarazo de la madre al feto. El País Vasco, de hecho, lleva varios años sin registrar un solo caso de VIH por esta vía; y en España se contabilizan sólo dos o tres, generalmente hijos de inmigrantes, con más dificultades para acceder a los servicios de salud.


El lavado de semen es una técnica innovadora que permite que los hombres que viven con el VIH sean padres, sin riesgo de que su pareja y su hijo contraigan la infección. Está pensada para las parejas llamadas serodiscordantes, aquéllas en las que sólo uno de sus miembros está afectado. A pesar de todos estos avances, los programas de fertilización siguen discriminando a las mujeres, ya que el VIH es motivo para su exclusión de las listas de espera, pese a la existencia de procedimientos de eficacia probada para el control y seguimiento del embarazo.


Selección de esperma
La Sanidad vasca ofrece esta prestación en el hospital de Galdakao desde 2006, año en que las agrupaciones de afectados vieron culminar una larga batalla por la consecución de este derecho. Tener descendencia era para el colectivo una meta impensable hasta 1996, cuando aparecieron los cócteles antirretrovirales que cambiaron el rumbo de la enfermedad. Los infectados dejaron de estar condenados a muerte y comenzaron a hacer realidad sueños tan comunes como tener un hijo sano.


La medicina lo posibilitó en 1992. Fue el italiano Augusto Semprini quien dio cuenta de los primeras aplicaciones del lavado de semen. A España llegó años más tarde, de la mano de un reputado instituto de reproducción de Valencia. Primero fueron las clínicas privadas las que ofertaron la técnica y luego la Sanidad pública, aunque sólo varias comunidades autónomas lo aprobaron. En Euskadi, además de los ocho recién nacidos, hay otras cuatro parejas vascas que están a punto de tener descendencia. El tratamiento del lavado de semen, que ya se utilizaba para enfermos de hepatitis, permite cribar los espermatozoides y utilizar sólo los gametos 'limpios' para fecundar los óvulos de la mujer. «No todas las parejas son aptas para el programa», apunta el ginecólogo José María Arizeta.


El hombre debe cumplir ciertos requisitos de salud y la mujer no superar los 40 años, explica la responsable del laboratorio, Carmen Mar. Después de realizar el estudio de esterilidad al varón, los médicos eligen la opción más adecuada del tratamiento: inseminación artificial o fecundación in vitro, que se practica en el hospital de Cruces con los casos más complejos.


Una vez superada la criba médica, comienza el trabajo de laboratorio. Dura unas cuatro horas. «Se trata de conseguir una muestra de semen libre de todo virus, que luego se analiza rigurosamente». Ante la más mínima duda, la muestra se desecha . El 5% no son válidas», explica José María Arizeta. Si el embarazo no se consigue en una primera inseminación, se repite hasta un máximo de seis intentos. «Cuando nos llaman y nos confirman que están embarazadas, la noticia nos colma de ilusión, porque cualquier pareja se merece ser padre».


  • Fernando y Esther por fin, padres
  • «Nos daba miedo, pero nuestro hijo es el mejor regalo»
  • El Correo, 2008-04-21

Fernando y Esther, una pareja vizcaína oculta bajo un nombre ficticio, se consideran un matrimonio con «suerte». Él sobrevivió a los años más duros del sida, «cuando muchos de nuestros conocidos se quedaban en la cuneta». Ahora, los dos saborean las mieles de la paternidad, un sueño convertido en realidad gracias al programa de lavado de semen de Osakidetza, al que accedieron nada más ponerse en marcha. «Nos habíamos informado antes en una clínica privada. Sabíamos de la existencia de la nueva técnica porque unos amigos con el mismo problema seguían un tratamiento de fertilidad en un servicio privado. Pero ya iban por el sexto y séptimo intento y nada», cuenta Esther.


Ella logró el embarazo con la primera inseminación. El pequeño acaba de cumplir tres meses y en ese tiempo récord ha conseguido lo que ninguna terapia: burlar al virus del sida y mirar hacia el futuro. «Nos daba mucho miedo dar el paso, pero nuestro hijo ha sido sin duda el mejor regalo. Yo siempre decía que no iba a tener hijos, pero mira», confiesa Esther.


Después de cinco años de matrimonio y tres más de noviazgo, la pareja se mostraba reacia a traer a un hijo al mundo. El «terror» a contagiarlo de sida podía más que cualquier deseo. La diabetes de Esther tampoco ayudaba a salvar las inseguridades, que guardan bajo siete llaves.


Ni siquiera la familia de ella sabe de la enfermedad de Eduardo. «Mi marido me insistió mucho. Él ha pasado momentos muy duros. Tropezó en su juventud con las drogas, pasó por Proyecto Hombre y ahora está rehabilitado. La enfermedad le recuerda todos los días el enorme error de juventud que cometió. No es justo pagar tan caro por el resto de tu vida. Aún así, él ha tenido mucha suerte». Su hijo nació fuerte y sano.


  • María y Eduardo ahora, gemelos
  • «Si no fuera por los médicos, hoy no seríamos padres»
  • El Diario Vasco, 2008-04-21

Cuando Elene y Xabier crezcan -ahora son dos preciosos bebés de seis meses- podrán contar que su nacimiento fue fruto de un logro médico esperanzador. Sus padres, una pareja guipuzcoana que prefiere mantenerse en el anonimato, han podido cumplir el sueño de la maternidad a pesar de convivir con el sida desde su juventud. Él se infectó cuando el virus cabalgaba como un perfecto desconocido. Luego conoció a María (nombre ficticio), se enamoraron, y comenzaron una relación. Como cualquier otra pareja, pero bajo la amenaza de la enfermedad. «Nunca nos ha ocasionado ningún problema, porque tuvo la suerte de reaccionar bien con la medicación», cuenta ella. La maternidad permaneció «aparcada» en sus planes de pareja durante largo tiempo, como un proyecto vedado por los anticuerpos. «Yo siempre le decía a mi marido que quería ser madre, pero él era reticente. El problema del sida te cortaba mucho más», admite.


Todo cambió a finales de 2006 cuando su médico les informó del programa de lavado de semen que Osakidetza acababa de incluir en su catálogo de prestaciones. «No lo pensamos. Todo fue tan rápido, y estaba tan bien preparado, que no nos dio tiempo a echarnos para atrás», relata María. La primera inseminación acabó en embarazo y nueves meses después nacían los gemelos. «Estamos felices. Nunca imaginamos que podríamos tener hijos sanos. Si no fuera por los médicos, no hubiésemos podido ser padres. Les agradecemos todo su trabajo, su amabilidad. Sin ellos...».


  • La nueva cara de la enfermedad
  • Los hospitales vascos han 'borrado' una de las huellas más visibles de los pacientes seropositivos, la lipodistrofia
  • El Correo, 2008-04-21 # A.A.

La técnica del lavado de semen no ha sido el único programa para seropositivos incluido recientemente en las prestaciones públicas. Osakidetza ha operado también a cientos de enfermos para corregir las deformaciones faciales derivadas del tratamiento con antirretrovirales. La lipodistrofia, que se manifiesta en forma de alteraciones anómalas de grasa en todo el cuerpo, es una de las huellas más visibles del sida, un estigma imborrable hasta el verano de 2006, cuando los hospitales vascos empezaron a tratarla.


Mikel Martín nunca ha escondido la enfermedad, pero reconoce que, tras someterse a la cirugía facial, camina «con la cabeza más alta». Activista incansable y miembro de la asociación de gays y lesbianas Ehgam, se presta a contar su testimonio, aunque prefiere no mostrar su rostro. No quiere dar «explicaciones» a nadie, se excusa este «superviviente» del sida, contra el que lucha desde hace más de quince años.


La mejora estética en su cara es evidente. «Ha sido un subidón tremendo de autoestima. La lipodistrofia nos había obligado a modificar nuestra vida cotidiana. Es como si nos quedáramos siempre en tercera o cuarta fila, con miedo a ponernos delante, dando la cara», se sincera.


La intervención es muy sencilla y no entraña riesgo, asegura el cirujano plástico Alfredo Martínez Florez, responsable de la unidad en el hospital Donostia. «Se realiza con anestesia local. Lo que hacemos es inyectarles un gel, el aquamid, que es antialérgico y totalmente compatible, para rellenarles los pómulos que han perdido grasa. A las pocas horas se van a casa y hacen vida normal. Luego pasan revisiones rutinarias y si hace falta se les vuelve a intervenir». De momento, las infiltraciones se aplican en el rostro, la única parte del cuerpo que no se oculta tras las ropa, y sólo para aquellos enfermos que acreditan dos años de empadronamiento en el País Vasco.


«No es un capricho»
El «éxito» de las operaciones ha sido total, aunque su puesta en marcha no ha estado exenta de críticas. Hay, por ejemplo, quienes las consideran «un capricho estético» que la Sanidad pública no debería sufragar.


Martínez Flórez defiende firmemente la intervención como parte del tratamiento contra el sida. «No es un problema puramente estético. La lipodistrofia es como llevar un cartel en la frente, un estigma real que provoca rechazo social».


Desde 2006, han pasado unas 600 personas por los quirófanos vascos, más o menos «la bolsa histórica» de afectados.

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