- Marginaciones clamorosas
- La Nueva España, 2008-12-07 # José María Díaz Bardales · Párroco de Fátima en La Calzada
Para los cristianos, la preocupación por los marginados y el acudir para intentar sacarlos de su situación están en el principio y fundamento de la fe. Distintas voces desde distintos lugares nos acercan estos días a algunos de esos grupos: homosexuales, emigrantes y personas tiradas en la calle.
Discriminación de homosexuales. Mucho se ha escrito estos días sobre la cerrazón de la Iglesia ante las leyes que afectan a los homosexuales, y, concretamente, por la oposición del Vaticano a la propuesta francesa ante la ONU para despenalizar la homosexualidad. Por ello me parece oportuno hacer algunas consideraciones. El número 2358 del Catecismo de la Iglesia católica afirma: «Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba». El Catecismo afirma también que deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. La doctrina es clara, pero no sé si la tenemos tan clara obispos, sacerdotes y laicos.
Ley de extranjería. Cáritas Diocesana se han reunido en El Escorial (Madrid) para reflexionar sobre el actual marco de trabajo en política migratoria. Se cuestionó claramente el papel que cumplen los centros de internamiento de extranjeros en España, por considerar que en ellos, «además de restringirse el acceso a derechos humanos básicos, se mantiene la práctica de internamiento para infracciones administrativas, se proyecta una imagen social que estigmatiza la inmigración y se producen prácticas degradantes, arbitrarias y poco transparentes». Cáritas también ha denunciado que en dichos centros se prima el control policial frente al judicial o social y se imposibilita el acceso de las organizaciones sociales. Por todo ello, se considera que sería necesario acometer una reforma de la ley de extranjería, al mismo tiempo que se exige que se cumpla la normativa actual, que se ejerza un mayor control judicial, que se arbitren medidas alternativas para personas vulnerables y que se mejoren las condiciones de salud e higiene. Por su parte, desde el obispado de Málaga, y más concretamente desde el Secretariado de Migraciones, se denuncia esta semana en las páginas de «Vida Nueva» el trato a los emigrantes como si fueran delincuentes, cuando son personas que no han cometido un delito, sino que, simplemente, no cuentan con papeles.
Problemas de la calle. El Congreso Latinoamericano de Pastoral de la Carretera, que acaba de celebrase, manifestaba en un documento final que, aunque la Iglesia está desplegando una importante actividad ante los problemas relacionados con la calle, es necesaria una presencia aún mayor en todos los campos. Pone de manifiesto que la pastoral con personas sin hogar y explotadas constituye uno de los signos de los tiempos actuales, a los que la Iglesia está llamada a dar respuesta si quiere que la evangelización sea fecunda. Este documento pone especial acento en la pastoral con las mujeres prostitutas y los «niños de la calle», y, en general, con las personas que sufren explotación. Aunque el documento reconoce que desde varias organizaciones eclesiales se está haciendo un trabajo muy positivo, la intervención de la Iglesia y de las entidades gubernamentales no ha sido adecuada o suficiente para lograr mejores resultados hasta ahora.
Contra la esclavitud. El martes, en el teatro Jovellanos, se presenta «Quilombagem», contra los expoliadores de personas y tierras. Los que lo han visto me dicen que es un espectáculo que vale la pena, y la causa es noble y solidaria: ayudar al Centro de Defensa de la Vida y de los Derechos Humanos de Açailandia (Brasil). La asturiana Carmen Bascarán, comprometida allí con la causa de los pobres, acompaña a los jóvenes actores. Animo a estar allí solidariamente.
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