- Entrevista con Virginie Despentes, escritora
- “La escritura no es liberadora y menos aún terapéutica”
- Diagonal, n. 73, 2008-03-06 # Henri Berlin y Susana Arbizu
¿Por qué resulta tan controvertida Virginie Despentes? Quizás porque sus personajes femeninos encarnan sin complejos atributos ¿masculinos?, porque sus ensayos no temen meterse en aguas pantanosas, o simplemente, porque no le da la gana encajar en el papel de chica mona y simpática. Hablamos con una de las escritoras más macarras y lúcidas de la escena literaria.
En Teoría King Kong (Melusina, 2007), seguramente uno de los ensayos feministas más frescos y novedosos de los últimos años, Virginie Despentes parte de su experiencia personal para cuestionar las bases del feminismo burgués y bienpensante, la construcción social de los géneros o la emancipación masculina. En esta entrevista, la escritora francesa vuelve sobre la condición actual de la mujer, su peculiar relación con la escritura y el contexto en el que surgió este libro.
DIAGONAL: ¿Qué aspectos de la condición femenina actual y del discurso feminista te han llevado a escribir Teoría King Kong?
VIRGINIE DESPENTES: Este libro, para empezar, lo he escrito en Francia, donde hay un problema con la traducción de los libros feministas americanos publicados en los ‘90. La decisión de escribir Teoría King Kong en mi país de origen es ante todo una invitación a leer lo que se ha escrito, pero que está todavía sin traducir: me refiero a los libros de Sprinkle, Paglia, Carole Queen, Pheterson, etc. Pero el deseo de escribir este libro surge de también de la historia de
D.: ¿En qué ámbitos la revolución feminista no ha llegado lo suficientemente lejos? ¿Hasta qué punto crees que se puede hablar incluso de un retroceso?
V.D.: Los modos de contracepción masculina y la legalización del aborto gratuito y anónimo son dos temas, respecto a la heterosexualidad, en los que hubiera sido importante trabajar más activamente. Hoy, cuando veo las películas del box office tengo la impresión de que a las mujeres se les trata con mucho sadismo, se les ve demasiado a menudo con la cara ensangrentada arrastrándose por el suelo. Me gustaría ver a más hombres jóvenes en braguitas, corriendo y llorando por el bosque y perseguidos por mujeres maníacas con enormes motosierras. Creo que el bloqueo es evidente en todos los ámbitos: cuando una mujer se presenta a la presidencia y se la juzga como mujer; cuando ves que las mujeres están infrarrepresentadas a la hora de ocupar puestos de prestigio; cuando no se enseña a las niñas a defenderse físicamente en la escuela y además no se les da ninguna educación sobre la violación, ni sobre el después de la violación…
D.: En tu libro reivindicas la condición de “proletaria de la feminidad”. ¿Te parece que los límites y tabúes del feminismo liberal –prostitución, pornografía, etc.– tienen que ver con el tipo de mujer al que se dirige el feminismo dominante?
V.D.: Yo no veo que haya realmente un ‘feminismo dominante’. Por eso, aunque el discurso de algunas feministas liberales o de la vieja escuela me canse, me siento pese a todo cercana a ellas, si me posiciono respecto a un poder que, efectivamente, es dominante. Yo no tengo ningún problema con el discurso anti-porno, por ejemplo. Creo que alguien debe asumirlo. Y mi papel es el de asumir el opuesto. Pero para que yo pueda plantear un discurso ‘pro-pornografía’, es necesario que antes se haya hecho la crítica de
D.: A pesar de tu virulencia respecto a las diferentes manifestaciones del machismo masculino, concluyes Teoría King Kong con estas palabras: “El feminismo es una aventura colectiva para las mujeres, pero también para los hombres y para todos los demás”. ¿Cabe una redefinición del sujeto político del feminismo –que ya no se limite a la mujer– relacionada con el cuestionamiento de la norma heterosexual y los roles asignados a cada sexo?
V.D.: Lo que está claro es que si hubiera nacido hombre yo no estaría contento. Sorprende ver la cantidad de hombres que dan la impresión de vivir aferrados de ese modo a su argolla de masculinidad. Se trata en todo caso de una amputación emocional brutal, constante y de lo más exigente. Creo que asistimos en directo al hundimiento de la ‘norma heterosexual’, y que sería urgente acompañarlo de discursos innovadores sobre
D.: En ese sentido, la cuestión de la liberación de los deseos y de la sexualidad, ¿te parece determinante en esta marcha hacia la emancipación? En tu libro, por ejemplo, asimilas la censura de la producción pornográfica a un mecanismo de control de los deseos.
V.D.: Pienso que el control de la pornografía, a lo que apunta en principio es a controlar la sexualidad masculina. La cuestión en el caso de la sexualidad femenina ni siquiera se plantea: ha sido reprimida con demasiada eficacia. Cuando hicimos la película, nos preguntaron muy seriamente, y en repetidas ocasiones, por qué queríamos “confiscar” la sexualidad de los hombres. Como rodábamos imágenes con un contenido sexual explícito, estábamos “confiscando”. Si te paras un momento a pensarlo, es impresionante ver hasta qué punto la represión de la homosexualidad masculina se halla en el centro mismo de todos los conflictos en torno al sexo y a su representación. Creo que es un tabú central. A los hombres, en principio, no les apetece realmente follar con mujeres. Sobre todo tienen ganas de juntarse entre ellos y de hacer toda una serie de cosas, juntos. Hay que cogerlos desde la cuna, vigilarlos sin parar y machacarlos sin cesar con propaganda hetero, para que se resignen a copular con mujeres.
D.: Aunque puntuado de pasajes púdicos, relacionados con la fuerza de los episodios autobiográficos revelados, el tono corrosivo y acerado de Teoría King Kong no deja de recordar por momentos el estilo declamatorio de una rapera. ¿En que medida la escritura es para ti liberadora?
V.D.: No, la escritura no es liberadora y menos aún terapéutica. Pero funciona como si pusieras las cosas en orden y les dieras forma, es decir, como una lucha contra el caos. El hecho de escribir sobre la violación, por ejemplo, no me parece que sea nada terapéutico o algo que pueda aliviar. Al contrario, es realmente como abrirse las tripas. Hay una mística en todo ello, creo que ha habido libros de otros que me han ayudado mucho. Por eso creo que los míos pueden acompañar a los demás.
Es ciertamente lo mismo que creer en Dios: debe haber una recompensa, pero no la tendremos en este mundo. Sin embargo, el hecho de creer en ello ya es una fuerza en sí misma.
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