- "La envidia es el vicio por excelencia en la Iglesia"
- El cardenal Carlo María Martini apunta también la calumnia y la vanidad como otros pecados capitales muy comunes entre los eclesiásticos
- El País, 2008-06-05 # EFE · Roma
El cardenal Carlo María Martini, ex arzobispo de Milán y considerado durante años un papable, ha asegurado durante los ejercicios espirituales que ha dirigido en una sede de los jesuitas en la localidad italiana de Ariccia que el "vicio clerical por excelencia" es la envidia y que otros pecados capitales fuertemente presentes en la Iglesia son la vanidad y la calumnia, destaca hoy el diario La Repubblica.
Según Martini, de 81 años, dentro de la Iglesia existen muchas personas "consumidas" por la envidia, que se preguntan: "¿qué mal he cometido yo para que nombren obispo a fulanito y no a mí?".
No es el único defecto entre los clérigos. El purpurado también habló de la calumnia, resaltando que a las diócesis llegan numerosas cartas anónimas en las que se habla mal de algunos de sus miembros, y contó que, cuando era arzobispo de Milán, ordenó que se destruyeran todas esas misivas que llegaban sin remite, "muchas de ellas escritas desde Roma".
El jesuita Martini ha denunciado también el vicio de la vanidad, precisando que en la Iglesia "es muy grande". "Preferimos el aplauso al pitido, la acogida a la resistencia. ¡Que grande es la vanidad en la Iglesia!. Se ve en los hábitos. Antes los cardenales exhibían capas de seis metros de cola de seda. Continuamente la Iglesia se reviste de ornamentos inútiles. Tiene esa tendencia a la ostentación, al alarde", manifestó.
El vicio del "carrerismo"
El purpurado también arremetió con el "terrible carrerismo" clerical y especialmente en la Curia Romana, "donde cada uno quiere ser más". A este respecto, denunció que con esos objetivos "ciertas cosas no se dicen, ya que se sabe que bloquean la carrera", y eso es -aseguró- "un mal malísimo para la Iglesia". Así, según Martini, la verdad brilla por su ausencia, ya que "se intenta decir lo que gusta al superior y se actúa según como cada uno se imagina que gustaría al superior, haciendo de esta manera un flaco servicio al Papa".
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