2008/02/21

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  • 'Poltergeist' en Ermua
  • El Diario Vasco, 2008-02-21 # Iñaki Piñuel · Psicólogo, experto en mobbing escolar

Una vez más la violencia y el acoso escolar producen el escándalo de la sociedad. Nadie hizo nada por defender a la niña de Ermua. Tampoco nadie hace nada por los miles de niños que, a diario, sufren el acoso psicológico a manos de otros compañeros en el colegio o el instituto. Estos han de aguardar a ser noticia, recibiendo una paliza brutal, para que alguien se fije en su problema. La niña de Ermua sí que pasará sin duda a formar parte de los «117 casos» de acoso escolar que reconoce oficialmente el consejero de Educación existen en Euskadi.


¿Alguien se representa el calvario por el que tiene que pasar una niña hasta llegar a que sus acosadores se atrevan con total impunidad a darle una paliza con ingreso hospitalario incluido? ¿Cuánto tiempo llevaba sufriendo otras formas de violencia que nuestras autoridades, siempre bienpensantes y 'no alarmistas', han optado por ignorar por triviales o irrelevantes? ¿Es verdad que esto no puede prevenirse? ¿Es cierto que no se puede proteger a los niños del acoso y la violencia escolar en los centros?


La violencia física en forma de brutal paliza es tan sólo la punta del iceberg de la realidad de una violencia que nuestras autoridades educativas se empeñan en camuflar y distorsionar. Una montaña de víctimas silenciadas por tantos corifeos oficiales que camuflan las cifras reales del acoso escolar que ofrecen estudios serios y rigurosos como el de la OMS (estudio HBSC en 2004; 24%) o intentan matar socialmente a los investigadores independientes (Cisneros X en 2006; 23%).


El acoso convierte la infancia de muchos en un recuerdo horroroso que cuesta años desactivar desde la psicoterapia. La trivialización del mobbing escolar por los adultos («son cosas de niños», «a mi también me pasó», «esto te hace fuerte») es responsable de que la violencia escale y nadie haga nada, quedando cada vez más impunes los agresores y desprotegidas las víctimas.


El Gobierno quiere ahora meter a la policía en los colegios. Renunciando de antemano a la identificación temprana y a la prevención, opta por la criminalización de los agresores, con medidas de alejamiento incluidas. Algo que promete tan malos resultados como su legislación contra la violencia doméstica. Piensan nuestros gobernantes que la violencia escolar se regula del mismo modo que el tráfico, con más policías y con carné de puntos. Mientras tanto, nadie evalúa en cada aula quiénes son los niños que refieren el maltrato. Los niños victimizados se mantienen así en el anonimato. Siguen tratando como tales sólo los casos de acoso escolar más extremos (aquellos que no queda más remedio que aceptar como reales por los inoportunos medios de comunicación). Estos sucesos son meros fenómenos extraños o poltergeist, excepcionales e impropios de «tan buen hacer en la educación» y de las inversiones millonarias en planes de convivencia, paz, amor, bondad y fraternidad universal. Lo que no se mide no se puede gestionar. La violencia que no se evalúa tempranamente termina en las monstruosas formas que hemos visto en Ermua y vimos con Jokin. Tarde o temprano la verdad se impondrá. La verdad última es siempre la de las verdaderas víctimas. Nunca de los que acosan o distorsionan los datos. Más que nunca en la lucha contra el acoso escolar es necesario reivindicar, frente a la ideología, tecnología.

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